Año 13, número 156.
En la reciente edición de Ramón López Velarde. Una lectura parcial de Juan José Arreola, Preciado Zacarías renueva este libro en el que Arreola distingue la prosa periodística de corte político del zacatecano
Ricardo Sigala
De López Velarde. Mucho se ha escrito sobre la vida y la obra de Ramón López Velarde. Los Contemporáneos vieron en su lírica el arranque de la poesía moderna en nuestro país, Xavier Villaurrutia, incluso, lo comparó con Baudelaire. Ya en la segunda mitad del siglo XX aparecen los nombres de Allen W. Phillips, Octavio Paz, Gabriel Zaid, Guillermo Sheridan y, por supuesto, José Luis Martínez. Todos ellos han coincidido en la importancia y trascendencia de su poesía, y de a poco su prosa fue también recibiendo la atención merecida. Eso no ha pasado con la que podríamos llamar “la prosa política”, que es una escritura temprana, incipiente, abiertamente preocupada por la realidad nacional, pero que ya guardaba en sí una vocación literaria.
De Arreola. Mucho se ha hablado sobre la obra de Arreola. Solemos decir que su obra cabe en un volumen, Alfaguara y el Fondo de Cultura Económica lo hacen con Narrativa completa y Obras, ahí se encuentran reunidos sus libros de cuento y su novela. Pero los conocedores de Arreola saben que el maestro es una fuente de sorpresas, desde sus cartas y sus artículos periodísticos hasta sus conversaciones en los medios de comunicación, el lector atesora su mente lúcida y su amplísima cultura. Pero con certeza su libro más desconocido es el que rescató Puertabierta Editores de la mano de Vicente Preciado Zacarías, uno de los más grandes conocedores del mundo Arreola. El libro lleva el nombre de Ramón López Velarde. Una lectura parcial de Juan José Arreola.
Un inicio y un final, la totalidad. Ramón López Velarde. Una lectura parcial de Juan José Arreola es el último libro que escribió Juan José Arreola, corría 1988 y tenía 70 años. Su materia no es todo López Velarde, sino particularmente, al menos como punto de partida, su prosa periodística de corte político —escrita entre 1909 y 1913, entre los albores y el auge de la Revolución Mexicana— publicada en algunos periódicos de provincia. La edad de López Velarde oscila entre los 19 y los 23 años, aún faltaban tres años para la publicación de su primer libro La sangre devota, era un joven principiante con la beligerancia y la explosividad propias de la juventud, intensificadas por el terrible y atroz estado de cosas que se vivían en un país convulso y revolucionario.
El escritor consolidado escribe sobre el escritor promesa, en una hermosa paradoja que sólo puede permitir la literatura, pues López Velarde era un poeta consolidado desde que Arreola era un niño, y declamaba de memoria la “Suave patria” desde los doce años en Zapotlán. Aquí coinciden los primeros textos de Ramón López Velarde y los últimos de Juan José Arreola. Este libro comienza con la más antigua e incipiente escritura del poeta zacatecano y termina con las últimas palabras escritas por el autor jalisciense, como si se tratara de un universo cerrado, como si fuesen una suerte de alfa y omega, de un principio y un fin.
El escritor político vs el poeta. El mecanismo dominante para la construcción del libro tiene su origen, o por lo menos uno de sus orígenes, en Michel de Montaigne. Desde su más honesta experiencia, en donde el yo es el punto de partida para el conocimiento de lo otro o del mundo, el escritor habla de un tema, en este caso la obra temprana y fuera del canon de López Velarde. A Arreola, cada palabra del joven zacatecano le sirve para pensar y reflexionar sobre el país, la historia, pero en especial sobre la literatura y la condición humana. Tengo la impresión de que Arreola explora esa faceta poco conocida de Velarde no porque tenga un interés político o ideológico, sino porque ve ahí una fuente de donde emanará el enorme poeta en que se convertirá López Velarde; no es extraño que el libro, a partir de la página 86, dé un giro en su interés y pase a hablar de “Novedad de la patria”, y enseguida del emblemático “La suave patria”. El libro cierra de manera intensa, profunda y reveladora con una lectura muy personal y muy atinada del que es considerado uno de los grandes poemas que ha dado la literatura en lengua española.
En este quiebre del desarrollo del libro, Arreola se pregunta si el López Velarde poeta nace cuando muere el Velarde político, como si de un sacrificio se tratara. Así pareciera, sin embargo, que el maestro siempre conciliatorio y comprensivo asevera que los dos triunfaron, “que en él hay dos hombres juntos: el que luchó y el que supo que ya no vale la pena luchar. Porque la batalla estaba perdida desde antes”. Velarde dejó de escribir artículos de opinión cargados de crítica política, pero terminaría escribiendo el poema de la patria por excelencia.
Una exótica y atractiva condición. Ya he dicho antes que este libro nace con una especie de condición de apátrida, marginal. Juan José Arreola abraza la faceta menos conocida de López Velarde y se le entrega con tal pasión que se funde en ella; Arreola le es tan fiel que su libro termina siendo la faceta menos conocida de Arreola. Pero en el mundo de la literatura, lo más popular, lo más vendido o más reconocido no es sinónimo de lo mejor. Recordemos que En busca del tiempo perdido fue rechazado por más de un editor, y lo mismo le pasó al Ulises de Joyce. Por supuesto que Ramón López Velarde. Una lectura parcial no es un clásico como los libros antes mencionados, seguramente es un libro menor en la galaxia Arreola Velarde, pero para aquel lector atento, o para los conocedores de las obras de ambos escritores, este libro se presenta como una joya de exótica y atractiva condición.
Una suma de historias. Todos los libros guardan historias secretas, más allá de las evidentes que ellos puedan narrar o sugerir en sus páginas. Los libros fueron intuidos, concebidos, encargados, algunos fueron dictados, corregidos, editados o rescatados. El abanico de los avatares de un libro puede ser amplísimo. Enlisto algunas circunstancias en torno al presente libro:
- Un libro por encargo. El centro Cultural Bancen se lo solicitó a Juan José Arreola para la celebración del centenario de López Velarde.
- A punto de no ser terminado. Durante el proceso de redacción, Arreola fue víctima de una parálisis de la escritura, de un bloqueo creativo que lo llevó a permanecer en constante angustia. El otro, el que escribía, lo había abandonado, dijo en alguna ocasión.
- Rescatado de la basura. En un ataque de desesperación, Arreola destruyó el manuscrito con sus avances y lo echó a la basura. Todo estaba perdido. Sin embargo, un amigo cercano rescató el material, y días después, el maestro Arreola continuaría escribiendo y lo terminaría. Finalmente se publicó a tiempo.
- Un libro inconseguible. El tiraje del libro se repartió entre los clientes y los socios del banco y al parecer nunca salió a la venta, por lo que su circulación, además de ser limitada, fue exclusiva, que es en este caso una forma de decir excluyente.
La recuperación/rescate. Corre el año 2017 y se acerca el centenario del natalicio de Juan José Arreola, Vicente Preciado, que ha dedicado la mitad de su vida a estudiar y promover la obra del autor de Confabulario, piensa que es un buen momento para rescatar el olvidado libro sobre López Velarde. Estaba tan olvidado que ni siquiera en el grupo Planeta, quienes tienen los derechos de toda la obra de Arreola, tenían noticia de él. El editor de Puertabierta, Miguel Uribe, se dedicó a la tarea de solucionar ese escollo legal, lo superó y pudo publicarlo. Otra tarea, no menos ardua, estuvo en manos de Preciado Zacarías, él trabajó con el libro original, rastreó las posibles erratas o imprecisiones de la edición anterior, se dio además a la fatigosa labor de hacer anotaciones, investigó a todos los personajes citados por López Velarde y nos dio una linterna para movernos en ese tiempo turbulento. 118 notas al pie y un imprescindible texto introductorio se suman a las aportaciones que Vicente Preciado ha hecho a este volumen.
Vicente Preciado ha rescatado del olvido este libro, sin embargo, no es esta la primera vez que lo rescata. Cuando en aquel mayo de 1988, hace ya 31 años, el working progress fue destruido y lanzado a un cubo de basura por el propio a Arreola, con la convicción de que su hora de escritor ya había pasado, fue él, Vicente Preciado, ese anónimo amigo que lo acompañaba, quien lo recuperó. Había esperado el momento apropiado, lo había extraído del depósito de basura y en su casa había unido los trozos de las hojas con cinta adhesiva.
Lo que vuelve a ocurrir. Ramón López Velarde. Una lectura parcial de Juan José Arreola tiene dos ediciones, ambas fueron publicadas bajo el estímulo de un centenario: en 1988 el del natalicio de López Velarde, y en 2018 el de Juan José Arreola, en ambas ocasiones y de distintas maneras, Vicente Preciado Zacarías lo rescató. La realidad sobre la que escribe el joven López Velarde, ese México en la inminencia de la Revolución, en una evidente descomposición política, social, ideológica y moral, es como un espejo de nuestros días. Más de un siglo más tarde, esas prosas tienen una inesperada vigencia, como si esos tiempos se repitieran una vez más, y muchas de las críticas, mofas e ironías que lanza Velarde hubieran aparecido en la prensa el día de hoy.
Para terminar. En Ramón López Velarde. Una lectura parcial, Juan José Arreola pone de manifiesto una de sus grandes pasiones, el entusiasmo siempre constante por la obra del poeta jerezano. Arreola nos confiesa que desde niño se sabía de memoria “La suave patria”, y lo recitó durante toda su vida; si bien de pequeño no entendía el mensaje, en este libro nos va a heredar una brillante y lúcida exégesis. En pocas palabras, hay que decir que Arreola siempre profesó una devoción por Velarde, no sólo en su vida literaria sino en su vida como padre de familia, pues una de sus hijas lleva el nombre de Fuensanta, en un claro homenaje. Cosas similares podemos decir de Vicente Preciado Zacarías, entre sus pasiones literarias es un innegable heredero de la genealogía literaria Velarde Arreola, ha dedicado más de media vida a estudiar y difundir la obra de Arreola, pero López Velarde estuvo antes entre sus preferencias, también desde la infancia. También Preciado llamó a una de sus hijas con el nombre de Fuensanta.
Todo texto es un entrelazar de hilos, un tejido con sus entrelazamientos horizontales y verticales, con sus texturas y colores, que terminan dibujando un rostro, un paisaje, una idea. López Velarde. Una lectura parcial de Juan José Arreola es un exótico tapete en donde Vicente Preciado Zacarías nos ayuda a reconocer los hilos de las dos madejas principales.
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