Año 13, número 151.
La autora se relaciona con otras Karen, las desaparecidas, las asesinadas, que se convierten también en autoras y hallan en este modo de la posesión la voz que no tuvieron antes
Luis Alberto Pérez Amezcua
Para las mujeres de mi vida, las que me han hecho
Si el siglo xx fue el de la consolidación de la presencia de las narradoras mexicanas en el mundo editorial —un proceso que, no obstante, fue gradual y tortuoso—, el siglo xxi no será sólo el de las mujeres que escriben, sino también el de las que estudian y critican a la literatura. En Occidente, prácticamente no hay nicho alguno del espacio público que no haya sido ocupado con éxito por las mujeres. Esta ocupación, como es lógico, ha traído consigo la expresión de nuevas perspectivas sobre las prácticas culturales implicadas. Volver a ver no es posar la mirada en un objeto una y otra vez, sino ofrecer nuevamente a un sujeto aislado —en este caso la mujer— la posibilidad del objeto. Nos habíamos quedado con un solo ojo. Nos habíamos quedado con la mitad de la vista. Parece ahora que al fin, con su ejercicio, estamos recuperando todos sus privilegios.
La atención de algunas de nuestras críticas literarias se ha posado con agudeza sobre los procesos de construcción de la identidad de los personajes femeninos que, tomando en cuenta las nuevas teorías acerca del sujeto enunciatario en la narrativa, no pueden cerrar los ojos ante las implicaciones autoficcionales que, querámoslo o no, todo lector atento, curioso, morboso o suspicaz no renuncia a encontrar —al menos entre líneas—. La experiencia vital, el espíritu nombrado de las escritoras, la conmoción, están ahí y se rescatan. Sean o no verídicas, mientras verosímiles, sus experiencias son parte del proceso de construcción de la realidad de la figura de la escritora en la mente del lector. Esto ocurre con las narradoras mexicanas del siglo xx.
En el siglo xxi, por otra parte, asistimos a un descorsetamiento liberador que es verificable es numerosas obras literarias que, sin renunciar al estatuto multiplicador de la significación de la ficción, expresan la realidad sin maquillar de sus creadoras, que se asumen primeramente como mujeres contextualmente en crisis, herederas de lo bueno y lo malo de sus predecesoras. Lo bueno: una calidad literaria innegable en ejercicios de introspección imprescindibles; lo malo: el disfraz por temor de la ficción a que las obligó su dispersión. Pienso en Karen Villeda como un ejemplo de esta práctica en las nuevas narradoras; pienso en Tita Valencia como un ejemplo de la pasada. Una segunda línea de la crítica literaria escrita por mujeres de la literatura escrita por mujeres habrá de considerar necesariamente esta otra opción en la que la vida de la creadora no podrá ignorarse, pues se enmarca ella misma dentro de la obra.
Hace unos meses vino al Centro Universitario del Sur Karen Villeda, en el marco de las IX Jornadas de Letras Hispánicas. Vimos que Villeda es una escritora imposible definir. Esta imposibilidad es desde luego feliz. Villeda no es una profesional de la escritura a quien podamos llamar “poeta” o “ensayista”, aunque haya ganado premios de poesía y de ensayo. No, la tendencia al encasillamiento se topa con ella, con el muro de la sorpresa. Se trata quizá, y sobre todo, de una personalidad básicamente artística, una presencia que se vincula poderosa e íntimamente con su entorno y que considera a la escritura como una revelación y como una conjura de ese mismo entorno, y todo ello al mismo tiempo, como en capas que se superponen conforme se muestra con cada segmento de la arquitectura de su estilo.
Villeda no puede sustraerse, como muchos autores contemporáneos, del imponderable peso de la realidad. Pero no hablo de una concepción de la realidad exclusivamente patriota o patriotera que clame por la reconstrucción o el espanto nacionales. Ya sea sobre la pavorosa situación de las mujeres en México como en Agua de Lourdes, libro publicado en 2019, un año tan importante para esta lucha, o sobre su encuentro como viajera con la historia y la cultura de Europa del Este como en Visegrado, de 2018, la realidad de Villeda trasciende las fronteras geográficas y se encuentra ahí donde se mueve su ser, impulsado por el deseo de desentrañarlo todo. Hablo de un modo de la realidad que únicamente a ella se le muestra porque solo así puede ser: porque Villeda la gana, Villeda conquista la realidad con base en un ejercicio permanente y constante de atención lúcida.
Villeda conquista a la realidad porque para acercarse a ella se vale del lenguaje, es decir, del artefacto que la construye. Así, ya sea a través de un ejercicio casi etimológico de la definición, la escritora agota las posibilidades expresivas de la lengua al confrontarla con lo que ocurre en un país que mata mujeres como México, o lo que ocurrió en un continente que mató judíos como Europa. Los tiempos verbales son, como los espacios, todos los mismos para ella. En no pocas ocasiones, la poesía acompaña estas excursiones por el significado y el sentido. También, frecuentemente, esta exploración recurre a esa especie de imaginario virtual de internet y las redes sociales. Estos recursos nos acercan a ella, nos hacen acompañarla en los viajes que indagan la situación de los padrotes de Tlaxcala tanto como el falso recuerdo de Imre Kertész de su propia muerte. El concepto de autoficción es también —como aquel imposible intento de encasillamiento— insuficiente para definir el estilo de Villeda, pero nos da idea del tipo de viaje que podremos realizar con la lectura de su obra. Es insuficiente pensar en un modo que muestre la relación imaginaria de la vida de la autora con su creación porque Karen se relaciona con otras Karen, las desaparecidas, las asesinadas, que se convierten también en autoras y hallan en este modo de la posesión la voz que no tuvieron antes. Estos apuntes no persiguen otro objetivo que recomendar la lectura de la obra de Karen Villeda, para acercarnos a un modo de conocimiento de la realidad que es imprescindible en nuestros días. El caso de Karen Villeda es paradigmático del modo en que vida, literatura y crítica literaria se hacen hoy en días en nuestras letras.
luisalberto@cusur.udg.mx