Año 15, Número 210.

La luna roja, el viento, tu color
de mujer del Norte, la llanura de nieve…
Mi corazón está ya en estas praderas,
en estas aguas anubladas por la niebla.
He olvidado el mar, la grave
caracola que soplan los pastores sicilianos,
las cantilenas de los carros a lo largo de los caminos
donde el algarrobo tiembla en el humo de los rastrojos,
he olvidado el paso de las garzas y las grullas
en el aire de las verdes altiplanicies
por las tierras y los ríos de Lombardía.
Pero el hombre grita en cualquier parte la suerte de una patria.
Ya nadie me llevará al sur.

Oh, el Sur está cansado de arrastrar muertos
a la orilla de las ciénagas de malaria,
está cansado de soledad, cansado de cadenas,
está cansado en su boca
de las blasfemias de todas las razas
que han gritado muerte con el eco de sus pozos,
que han bebido la sangre de su corazón.
Por eso sus hijos vuelven a los montes,
sujetan los caballos bajo mantas de estrellas,
comen flores de acacia a lo largo de las pistas
nuevamente rojas, aun rojas, aun rojas.
Ya nadie me llevará al Sur .

Y esta tarde cargada de invierno
es aún nuestra, y aquí te repito
mi absurdo contrapunto
de dulzuras y furores,
un lamento de amor sin amor.

Salvatore Quasimodo

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Salvatore Quasimodo nació en Módica, un pueblo de Sicilia, Italia el 20 de agosto de 1901, fue hijo de una familia de empleados ferroviarios. Desde muy corta edad se mudó a Messina, debido a un terremoto en 1908, donde su familia y el trabajo de su padre se vieron afectados.

Sus estudios tuvieron una inclinación matemática, ya que desde los 16 años ingresó al Instituto de Matemáticas y Técnico Físico de Palermo, y después continuó sus estudios en ingenieria en Roma, sin embargo, su interés por las letras comienza desde mucho antes, ya que publicó sus primeros poemas en una revista mensual durante un periodo corto de tiempo.

Cuando se mudó a Florencia, uno de sus cuñados, escritor, fue el encargado de presentarle a varios colegas, poetas en su mayoría, lo que llevó a Quasimodo a formar parte del movimiento hermético. Incluso continuando con su trabajo como ingeniero, siguió publicando poemas en la revista Solaria, y ahí mismo, tuvo su primera colección de poemas, que trataban sobre su pueblo natal.

Sus continuas publicaciones lo llevaron a tener su segunda colección de poemas Oboe Hundido en 1932. Con esta obra, los criticos de literatura de esos años lo comenzaron a llamar un “poeta maduro”. En 1934 se dedicó completamente a la escritura, sobre todo, a oficializar el movimiento hermético. En 1938 se convirtió en editor de la revista Tempo, y en 1941 asumió la presidencia de la literatura italiana “Conservatorio Guiseppe Verdi” en Milán.

A partir de ese año sus poemas comenzaron a tener crítica y reflejo sobre el entorno social. Después de la Segunda Guerra Mundial también incluían opiniones de ética y moral, incluso, una de sus antologías terminó llamandose La poesía italiana del período de posguerra,  y un año después, su carrera como escritor era estable y reconocida, lo que lo llevó a obtener el Premio Nobel de Literatura en 1959.

Los siguientes años de su vida se dedicó a dar conferencias entre Europa y América, hasta el día de su deceso en 1968 a la edad de 66 años.