Año 18, número 266.

La rosa como símbolo de la vejez

Imagen: IA Magic.

Un día te despiertas y ya no eres joven. Un día te levantas y ya no eres tan hábil como antes. Un día te miras al espejo y ya no te reconoces. Un día te cepillas el pelo y tu melena es plateada. Un día hablas con alguien y te dicen vieja. Y es en ese momento que te das cuenta de que si, en efecto eres anciana. Tu belleza, tus atributos, tus encantos, se han marchado, solo queda la soledad y no hay refugio en donde ocultarte. Hay flores “Rosas” en la literatura, en el arte, en la poesía; símbolos variados de pureza, amor, suerte, pasión, belleza, fragilidad, alegría, entre otras cosas. Al mismo tiempo, una representación de la belleza efímera, siendo así una representación de la vejez, como lo es en el poema “A una rosa marchita” de Fernando Calderón y Beltrán.

Fernando Calderón sabe que el misterio de la vida se termina al morir y que, aun sabiéndolo, genera miedo y tristeza porque no se sabe con certeza qué es lo que hay después. Estos aspectos se representan en su poesía, motivando preguntas como: ¿Qué significa ser vieja? ¿por qué a nadie le gusta la idea de llegar a ser anciana?, ¿ser viejo es igual a ser senil? y ¿cómo se puede encontrar la belleza en el envejecimiento?

El poema “A una rosa marchita” se centra en la rosa despojada, ésta se encuentra triste porque el dios Aquilón desató la furia en ella y la deshojó. Dicho despojo la lleva a ya no poseer la belleza con la que cautivaba a los amantes, por lo que envejece, se marchita, se siente sola y triste. El envejecimiento es un estado de extrema vulnerabilidad, en especial porque el mundo se niega a llegar a esa edad, por lo tanto, existe un repudio hacia los ancianos. Para evidenciar el odio al envejecimiento, el poeta escribe los siguientes versos:

Hoy nadie te respeta;
El furioso aquilón te ha deshojado;
Ya nada te ha quedado,
i O reina de las flores!
De tu pasado brillo y tus colores. (Calderón, 1902, p.7).

Claramente, en ellos se percibe el rechazo ante un proceso tan natural como lo es el envejecer, puesto que en la cita se puede apreciar cómo el mismísimo Aquilón dios de los vientos septentrionales del norte, despoja a la rosa de sus hojas y funge el papel de destino o fuerza sobrenatural que es inevitable. Dicho de otro modo, el dios la envejeció y provocó que la rosa ya no sea digna de cariño, respeto, miradas y amantes:

“Ayer viento suave
Te halagó cariñoso,
Ayer alegre el ave
Su cántico armonioso
Ejercitaba, sobre tí posando;
Tú, rosa, le inspirabas,
Y á cantar sus amores le excitabas.” (Calderón, 1902, p.7).

La interpretación de que la rosa simboliza la vejez en el poema “A una rosa marchita”, recae en la senilidad, puesto que, según la RAE, se refiere a “la persona de avanzada edad en la que se advierte su decadencia física” (2023). De esta manera, la rosa al ser deshojada se desprende de la juventud que la hacía ser la reina de la selva umbría:

¿Y qué, ya triste y sola
No habrá quien te dirija una mirada?
¿Estarás condenada
A eterna soledad y amargo lloro?
No ; que existe un mortal sobre la tierra,
Un joven infeliz, desesperado,
A quien horrible suerte ha condenado
A perpetuo gemir: ven, pues, ¡oh rosa!
Ven á mi amante seno, en él reposa,
Y ojalá de mis besos la pureza
Resucitar pudiera tu belleza (Calderón, 1902, p.8).

Ya lo han dicho muchas personas, pero no está de más decirlo, la única certeza que se tiene en esta vida es la muerte. La rosa se ve triste, al ser despojada de la juventud puesto que se le priva de todo el gozo que tenía cuando resplandecía de colores e inspiraba amores. A grandes rasgos, podría instruirse que la rosa se resigna a la idea de envejecer y espera triste la llegada de la muerte sobre el seno de su último amante:

“A perpetuo gemir: ven, pues, ¡oh rosa!
Ven á mi amante seno, en él reposa,
Y ojalá de mis besos la pureza
Resucitar pudiera tu belleza” (Calderón, 1902, p.8).

El hablante lírico se caracteriza por apreciar la belleza marchita de la rosa, puesto que, éste puede percibir que el envejecimiento es una desgracia llena de soledad y tristeza, pero también comprende que solo es el vestigio de una condena impuesta por una sociedad que no acepta la naturalidad y hermosura de la vejez:

Ven, ven ¡oh triste rosa!
Si es mi suerte á la tuya semejante,
Y tu última fragancia será mía.
Burlemos su porfía;
Ven, todas mis caricias serán tuyas (Calderón, 1902, p.8).

Lo anterior genera un sentimiento que se puede reducir a la idea de que ser vieja significa perder la delicadeza, la alegría, el amor, la belleza, la alabanza y la gloria. Según el planteamiento anterior, esto desencadena en el repudio al envejecimiento al no encontrar la hermosura en lo marchito y senil. En definitiva, se destaca el vivo retrato de la sociedad mexicana del siglo XIX y su percepción de la vejez femenina al emplear como símbolo la rosa marchita, una de las más difundidas imágenes mito poéticas.

Un día rosa era la reina de la selva umbría. Un día se despertó y el viento del norte de Aquilón de sus hojas la despojó. Un día rosa era bella, al otro triste y sola agachó la cabeza marchita, pues la llegada del destino puso en su camino a manera de castigo un huracán embravecido, condenando su horrible suerte a un gemir efímero, dónde ni un día más será pura, hermosa, amante la pobre rosa que llora sobre el hombro de su último pretendiente y lo deja oler su fragancia funesta. ¡Oh rosa! pobre de tu vejez, márchate desolada, pues no hay donde ocultarse.

Berenice Maldonado Cervantes
berenice.maldonado6891@alumnos.udg.mx