Año 13, número 152.
A lo largo de la existencia, las culturas han optado por distintas posturas en el parto; van desde las más naturales, en las que la gravedad hace el mayor trabajo, hasta aquellas que ayudan más al asistente que a la madre
Karen Larisa
El parto, experiencia que todos hemos pasado, donde se cruzan umbrales de la creación de la existencia, donde lo inmaterial y material se unen para dar cabida a la unidad, dando paso a la vida y/o muerte con el propósito de habitar y re-crear este mundo. Todo esto por medio de los cuerpos femeninos, de los úteros, portales de vida.
Las formas en que se nace repercuten en el resto de la vida del nuevo ser, en su salud física, emocional, psíquica y espiritual, afectando no sólo a la madre parturienta y al bebé en el proceso de nacimiento, sino en todas sus próximas etapas, hasta llegar a la adultez y vejez, pues el desarrollo de su nacimiento influenciará su química cerebral para los próximos sucesos a lo largo de su vida hormonal. El parto puede marcar el rumbo de sociedades enteras, pues si se está sano, se procurará un entorno también sano, o viceversa.
Todos los factores presentes en la labor de parto inciden en su duración, en el dolor, en la opción de que exista o no desgarre de perinés, en la oxigenación del bebé, en que se haga uso o no de medicamentos u oxitocina sintética, en el diámetro de la pelvis, la eficacia de las contracciones uterinas, la posición del feto, el intercambio de gases en la madre, la pérdida de sangre y un gran etcétera. Si la mujer está en un ambiente donde se sienta libre y segura favorecerá la química cerebral para generar la oxitocina y serotonina necesarias para que las contracciones requeridas sean llevadas a cabo con éxito y el proceso de salida del bebé sea más rápido y fácil tanto para el bebé como para la madre.
Cuando se llevan a cabo cesáreas innecesarias, en las que no se genera ninguna contracción, no se produce suficiente serotonina ni oxitocina y se genera mayor riesgo de depresión post parto en la madre y en el hijo. Debido a la deficiencia química, no se produce suficiente serotonina en la fase temprana de desarrollo, esto a la larga genera hiperactividad y cuadros de ansiedad y depresión en la etapa adulta. Además del tipo de parto, las posturas que se adoptan en esta labor son de suma importancia.
Las formas, creencias, prácticas, tratamientos y pensamientos que giran en torno a la atención prenatal, natal y posnatal son diversas y complejas, varían de acuerdo al contexto en el que las personas se ven inmersas. En este punto del tiempo y espacio en que nos encontramos como sociedad, en medio de la globalización y colonización de Occidente sobre el mundo, vemos que las prácticas de parto parecen no tienen muchas alternativas, están eclipsadas por la monopolización de la medicina moderna, la cual se presenta como la manera más legítima y eficaz para tratar los cuerpos, la salud y la enfermedad. Vamos a los hospitales y al encontrarnos con las mujeres en labor de parto vemos féminas acostadas horizontalmente, exhalando gritos con dolores de muerte, tal como muchas lo describen al preguntarles sobre su experiencia.
Sin embargo, esto no siempre ha sido así, las mujeres no siempre han sufrido de estas maneras sus partos. Cada cultura tiene su manera propia para cuidar a las mujeres embarazadas y llevar a cabo el parto y cuidado posterior, formas que hablan de su percepción y conexión con la vida y la muerte, de su cosmovisión. En sociedades antiguas, las parturientas eran vistas como guerreras que libraban una batalla con la vida y la muerte para traer al nuevo ser al planeta. Es el caso de nuestros ancestros mayas, donde la mujer después de haber parido era percibida como una mujer de respeto y sabiduría que podía aportar a la comunidad con una visión más profunda después de haber alumbrado.
Si nos remontamos a la antigüedad, encontramos diversas técnicas. En Egipto parían de rodillas o sentadas en sillas especiales. En Grecia, en la época de Hiócrates, existían sillas de parto con asiento abierto y respaldo inclinado. En Roma, la mujer daba a luz también sentada en un sillón obstétrico. En Latinoamérica, antes de la conquista, las culturas precolombinas lo hacían en cuclillas, arrodilladas o sentadas. Existen diversos estudios donde se habla sobre las ventajas y desventajas de cada posición y se da cuenta de que la postura que por lo regular se usa en la medicina moderna es la más incómoda y difícil para la madre y el bebé, inmovilizando a la madre y quitándole protagonismo en una de las experiencias que estará marcando su vida para siempre. Sin embargo, sigue siendo implementada, pues esta posición le facilita visualmente la manipulación del parto al obstetra.
Cabe destacar que en la actualidad, a pesar de que la forma predominante de nacimiento es en hospitales que operan con dichas técnicas, existen muchas opciones para las mujeres que buscan una alternativa, como las casas de parto atendidas por parteras y doulas (mujeres de conocimiento femenino que acompañan a las gestadoras), las mismas parteras tradicionales y los consultorios y hospitales que optan por el parto humanizado. En todas estas opciones la libertad y búsqueda del bienestar para la madre e hijo son prioridad, para que el proceso de gestación, parto y post parto pueda llevarse a cabo con éxito y mayor armonía.
spineface@gmail.com