Año 15, número 206.
De nuevo metemos los dos las manos en el fuego,
tú, para el vino de la noche largamente embodegada,
yo, para la fuente de la mañana, que desconoce los lagares.
Aguarda el fuelle del maestro, en quien confiamos.
Al sentir el calor de la preocupación, el soplador se acerca. Se va antes de que amanezca, viene antes de que llames, es viejo
como la penumbra en nuestras tenues cejas.
De nuevo, él prepara el plomo en caldera de lágrimas,
a ti, para un vaso -se trata de celebrar lo desaprovechado-,
a mí, para el pedazo lleno de humo -este se vacía sobre el fuego.
Así avanzo hasta ti y hago sonar las sombras.
Descubierto está quien ahora vacile,
descubierto, quien haya olvidado el dicho.
¡Tú no puedes ni quieres saberlo,
tú bebes del borde, donde está fresco,
y como antaño, bebes y permaneces sobrio,
a ti aún te crecen cejas, a ti aún te contemplan!
Pero yo ya aguardo el momento
en amor, a mí se me cae el pedazo
en el fuego, a mí se me convierte en el plomo que era. Y detrás de la bala
estoy yo, tuerta, segura del blanco, delgada,
enviándola al encuentro de la mañana.
Ingeborg Bachmann nació en Klagenfurt, Autria el 25 de junio de 1926. Su juventud fue complicada, ya que su país se vió afectado por la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, en el tiempo de postguerra decidió buscar oportunidades de estudio; aprendió diferentes ramas como derecho, filosofía, psicología y literatura. Pasó por diferentes universidades hasta obtener el grado de doctorado.
Años después de haberse interesado por la literatura, publicó su primera narración corta, que la llevó a formar parte del grupo literario Gruppe 47, donde tuvo la oportunidad de conocer a distinguidos escritores importantes de la época. En 1953 obtuvo su primer reconocimiento tras su primera colección de poemas El tiempo postergado.
Bachmann obtuvo diferentes empleos hasta que consiguió vivir de la literatura. Creó diferentes historias que se convirtieron en obras radiofónicas y fue ahí donde poco a poco comenzó a ser reconocida. En sus poemas abordaba temas sobre el amor, relaciones sentimentales y sobre la mujer, ya que después de la guerra, el grupo literario del cual formaba parte había quedado marcado por tendencias nazis, por lo que ella, junto con otras escritoras, se dieron a la tarea de limpiar la representación de la imagen de la mujer que se había creado por los autores masculinos.
Años después se mudó a Roma, Italia, en donde pasó el resto de su vida dedicándole sus años a la escritura de poemas, ensayos e historias, que pronto se convirtieron en parte de su reconocimiento como una de las escritoras más importantes de la lengua alemana. Obtuvo el premio Büchner en 1964 y el premio Anton Wildgansen en 1972.
Falleció en un hospital italiano. Aún no se conoce su verdadera causa de muerte. La escritora dejó obras incompletas, sin embargo, actualmente se le reconoce año tras año con uno de premios más prestigiosos de la lengua alemana que lleva su nombre.