Año 14, número 176.
Actualmente existen libros muy ligeros, cómodos y pequeños que se pueden llevar en el bolso de mano, el bolsillo del pantalón o hasta el de la camisa, lo que muchos lectores agradecemos; pero si se desea llevar varios libros a la vez en el menor espacio posible, no existe mejor opción que los e-books o libros electrónicos
Martín Aguayo Rivera
Si consideramos al libro como un objeto cuyo fin es contener y perpetuar símbolos, significados, ideas e historias; si tenemos en cuenta que es esencialmente un receptáculo cuya motivación primigenia es guardar el conocimiento del ser humano y a su vez comunicarlo, el número de sus posibles formatos es ingente: las paredes de una caverna con bisontes y alces dibujados, tablas de arcilla o de oro con pictogramas, un pergamino de piel que se enrolla y desenrolla; tablas de madera unidas por aros de metal, hojas de papel cocidas o pegadas por el lomo, la pantalla de una laptop, la tinta electrónica de un lector digital y muchos otros que hoy en día desconocemos.
Albert Labarre señala que la aparición del libro está vinculada con los soportes de la escritura, pero la portabilidad de este, y su definición stricto sensu, existe desde que el ser humano aprendió a trabajar la madera con el fin de hacer más accesible el transporte y la lectura de lo que se escribía. Luego se descubrió que las palabras en la arcilla tenían mayor duración. Después se trabajó la tela, el papiro, la piel, el papel y muchos otros materiales. Los cuales, sin duda, marcaron una etapa en su evolución.
Actualmente existen libros muy ligeros, cómodos y pequeños que se pueden llevar en el bolso de mano, el bolsillo del pantalón o hasta en el de la camisa, lo que muchos lectores agradecemos; pero si se desea llevar varios libros a la vez en el menor espacio posible, no existe mejor opción que los e-books o libros electrónicos.
Se creyó que las nuevas tecnologías se desarrollarían en detrimento del libro en su formato físico. Algunos más atrevidos sentenciaron que no sólo se vería perjudicado, sino que incluso desaparecería. Leer en hojas de papel sería solamente una más de las etapas en la historia del libro. Mas la realidad es que este objeto se ha ganado un lugar entre las pantallas. Los lectores, así mismo, hemos sabido adaptarlo a nuestras necesidades, y ahora, con las ventajas que presentan los libros electrónicos, lo que en algún momento de la historia se creyó imposible, (llevar con nosotros una biblioteca entera) es ahora una cómoda realidad.
El celular por sí mismo nos abrió las puertas a un sinfín de obras a las que, de no ser por este, no tendríamos un acceso tan inmediato. Ahora podemos leer obras de descarga gratuita e instantánea, en formato PDF o Word, que de lo contrario tendríamos que encargar a librerías del extranjero, pagar excesivos gastos de envío, esperar, a veces varios días o semanas para recibirlos y rezar para que el libro llegue a nuestras manos sin un solo rasguño. Además, cualquier celular podría hacer las veces de libro electrónico. Basta con descargar una de esas aplicaciones que simulan la tinta electrónica y a su vez, el libro que se desea leer en formato digital (usualmente E-pub o PDF). Pero aunque la simulación de esta tecnología es buena, queda sólo como un buen intento: la luz que emiten los celulares, aun con tonos en sepia o brillo reducido, no deja de ser irritante y perjudicial para la vista. Además, tener los libros en el celular no garantiza su lectura: ¿quién no ha sacado el celular para buscar el significado de una palabra, leer un libro, o investigar sobre algún tema y termina más bien revisando las redes sociales, como si una fuerza extraña e inevitable le succionara? Esto ha causado que muchos lectores eviten irreductiblemente la lectura en celular o en computadora, lo que, sin embargo en ocasiones es de carácter imperativo.
Ante esta problemática, la tinta electrónica real, como las del Kindle y los demás libros electrónicos, se alza como la mejor opción para quienes no desean atrofiarse los ojos en el acto de leer. A diferencia del daño que causa la pantalla de los demás artículos electrónicos para lectura, ya sea tablet, Ipad, celular o computadora, cuya estructura está basada en focos leds que emiten luz directamente a los ojos, el libro electrónico es bondadoso para la vista porque no emite ningún tipo de luz. La pantalla de estos aparatos funciona por medio de tres capas: la primera, es decir, la superficial, es una lámina protectora; bajo ella, la segunda capa está compuesta de un polímero líquido; y bajo esta, una malla de microtransmisores eléctricos. La tinta electrónica es un polímero especial que se diferencia de las tintas de la impresora y de los bolígrafos: tiene millones de partículas de titanio blancas y negras que se encienden y apagan electrónicamente formando así una escala de grises.
Existen libros electrónicos que están adaptados con reproductores de música, pero la función primordial de estos aparatos se resume en abrir libros en versión digital, ajustar el tipo y tamaño de letra, y funciones de marcador, subrayado, diccionario, entre otros. Esto asegura que el lector o lectora se concentre en el libro, reduciendo de este modo las distracciones.
Puede que lo más complejo alrededor del uso de este aparato sea el proceso de búsqueda y descarga de libros, cuidar que el formato sea el específico, (el libro electrónico acepta varios formatos digitales, pero es mucho más cómodo leer en e-pub), pasarlos a la memoria y cuidar que las portadas sean visibles; ya se sabe, este es el paratexto más importante que se puede tener de un libro.
Acaso Borges soñó con un libro que fuera en sí mismo todos los libros que se han escrito. Algo como la biblia o la obra Homérica, pero con alcances mucho más alephianos. A él le tocó soñarlo, a nosotros vivirlo. Las nuevas tecnologías han sido benéficas con el gremio de los lectores. El libro que es todos los libros —o casi todos— permite leer desde una sola pantalla una cantidad insondable de novelas, cuentos, poemas, ensayos, tratados filosóficos, estudios críticos y muchas otras obras. Incluso hay algunos libros electrónicos en los que ya se puede leer cómics. Por supuesto que habrá obras de las que no encontraremos versiones digitales gratuitas y debamos comprarlas, pero es importante señalar que estas siempre son más baratas que los libros físicos; además, actualmente hay espacios web como Epub-libre.com cuyo catálogo cuenta con alrededor de 48, 173 libros gratuitos, a los que se suman números obras día con día. Solo basta con acceder a este tipo de espacios o googlear directamente el título de la obra que queramos leer y tendremos el libro en varios formatos digitales para su posible lectura.
Ciertamente el precio de algunos libros electrónicos es exorbitante, por lo que mucha gente no podría darse el lujo de comprar uno. Este detalle acentúa la relación entre el poder adquisitivo y la posibilidad de leer, pero hay otros libros que son mucho más accesibles y que, sin duda, a la larga resultan benéficos para el bolsillo.
Para quienes somos lectores y amamos toda la parafernalia alrededor de la lectura, la idea de no tener libros impresos y de no leerlos resulta imposible, impensable, insoportable. Cuando leemos tenemos la urgente necesidad de reconocer lo leído no sólo por la historia, sino por la suavidad de las hojas o la aspereza de las tapas; por las anotaciones o el subrayado que otros hicieron en las páginas, por su aroma a papel nuevo o antiguo, por una rasgadura en la página 72 y una mancha de café en la contracubierta, como lo señaló Alberto Manguel en Una historia de la lectura. Estoy de acuerdo: la función expresiva del material impreso y el material digital no es la misma. La inmovilidad de la pantalla, ante la esencia alada, o la cualidad de puerta que se abre de los libros físicos; el olor a plástico inodoro, ante el agradable aroma del libro nuevo; la, aparentemente, poca cercanía que permite el libro electrónico, ante la inmediatez de la hoja, son los inconvenientes más mencionados de estos aparatos.
Ahora bien, debemos entender algo acerca de los libros electrónicos para mitigar estas problemáticas y sacarle provecho a las utilidades que nos ofrecen: el libro electrónico, por más bueno que sea, no será nunca el sustituto definitivo del libro impreso, sino más bien, una extensión de este. No por comprar un Kindle estamos obligados a leer exclusivamente libros en versión digital.
Si bien, es cierto que la cercanía corporal entre el lector y el libro electrónico no es igual a la del lector y el libro impreso, el contenido, la historia, las palabras del libro son en esencia las mismas. Cien años de soledad muere en la edición conmemorativa de la RAE cuando un lector lee la última palabra, pero renace cuando otro lector enciende su e-book y se dispone leerlo. Después de todo, ambos lectores entraron a Macondo y pudieron sentir el clima caribeño. Leer El Quijote, así sea en formato físico o digital, es leer la historia de un hidalgo aventurero que al parecer ha perdido la cabeza por leer tantos libros de caballería.
Aunado a esto, el libro impreso no se disminuye ni se minusvale ante los libros electrónicos, sino todo lo contrario: los recursos en formato electrónico actuales han derruido algunas de las barreras entre los lectores y los libros. Las editoriales ya no son más la aduana inevitable para leer los clásicos y uno que otro contemporáneo, y aunque esto irrite a autores como Fernanda Melchor, ciertamente es plausible y gratificante que existan atajos de este tipo entre las obras y los lectores.
Leer es leer, así sea en pantalla o en hoja impresa. La computadora es un artefacto que manipula símbolos, dice Karin Littau, y como tal continúa con la tradición (y evolución) del papiro, el códice y el libro impreso. Lo mismo se puede decir del libro electrónico. Los libros, libros son y leerlos es lo que cuenta. El mismo Manguel decía que la imprenta nunca había sido inventada y que cada ejemplar de una obra era tan único como el fénix.
Lo importante, entonces, es leer a pesar del formato. Littau señala que la producción y distribución de la literatura y a su vez, de la cultura, es inconcebible sin los grabados en piedra, arcilla o cera, sin los dibujos sobre papiro, la imprenta o los “almacenes electrónicos”. Pero la piedra, aunque sea de oro o diamante, termina por quebrarse (las culturas mesoamericanas nos heredaron esta enseñanza), el pergamino se vuelve polvo; el papel es el hogar más confortable de las llamas y es una de las comidas favoritas del moho y del tiempo; el celular, las computadoras, los libros electrónicos, se quedan sin energía; las pantallas se estrellan o el agua las vuelve inservibles, y sólo en la memoria de los lectores es donde realmente habitan los libros.
riveradeagua@gmail.com