Año 17, número 254.

Imagen: cortesía de José Emmanuel Navarro

José Emmanuel Navarro

“¿Sabes que esto es real, cierto?”

-Gina

Es difícil sentarse a escribir algo referente a Bojack Horseman. En su momento fue una serie hiperfamosa, muy justificadamente. Los años la han tratado bien, y con el tiempo se ha hecho de un nicho de fans que encontraron en ella el reflejo de ciertos aspectos de su realidad. Desgraciadamente, para algunos de nosotros, también significó encontrar un aspecto de nuestra irrealidad.

Al momento de escribir, supe de inmediato en qué capítulo de la serie quería concentrarme, pues la primera vez que lo vi me hizo sentir que estaba enfrente de uno de los productos más complejos y hermosos que había consumido, a nivel narrativo, simbólico, visual y estructural. Me refiero al capítulo once de la quinta temporada del show. En latinoamérica, el capítulo se llama “La serie en crisis”. Lo considero, a título personal, el punto más alto de la serie, pues nos revela quién ha sido el antagonista de todo. 

Cuando pensamos en lo cruel, terrible y poco humana que puede ser esta caricatura, nos encontramos con que es el reflejo de los aspectos más crueles, terribles y poco humanos de nosotros mismos. Fueron estos los que nos llevaron a ver la serie en primer lugar, pues, seamos honestos, el dibujo es pobre, la animación es rudimentaria y la gran superficie de Bojack es banal, de mal gusto e incómoda de ver. ¿Por qué seguir una serie así a lo largo de las temporadas? Una primera respuesta sería lo brillante de ciertos diálogos, lo armonioso de las tramas y lo inteligente de las metáforas (en especial las animales) en primer y segundo plano. Pero, honestamente, creo que lo que sostiene a la serie es su excelente construcción estructural en lo micro y macro de los capítulos, de las temporadas y de la serie en general. Hablando con un colega con quien vi algunos de los capítulos, reiteradamente me hacía comentarios de lo complejo de ciertas estructuras, lo esencialmente comunicativo de ellas. No por nada la serie está plagada de capítulos en los que no hay más que dos o tres líneas de diálogo en casi media hora (como aquel de la temporada tres que se desarrolla debajo del agua, y la música, por cierto, juega un papel brillante). Están esos capítulos en los cuales no se deja ver al personaje principal, sino sólo los secundarios o terciarios, y aún así vemos a Bojack en todas partes. O episodios en los que las imágenes se mezclan para confundir tanto al espectador que este quiere o tiene que verlo una y otra vez consecutivamente, pues siente que este tiene muchísimo que aportar. 

“El predominio ilusorio” es un título que no se me ocurrió a mí, sino a Carlos Ponce, un querido maestro del CUSur y un excelente narrador. Es el título de su novela ganadora del premio Rosario Castellanos en 2017. En ella, fundamentalmente nos encontramos con la mezcla de las realidades como un elemento argumental y narrativo, que reluce y saca a primer plano la psique de las personas con metáforas visuales, auditivas y rítmicas a lo largo de la estructura. Me parece que el capítulo “La serie en crisis” lo hace también, y a continuación quiero decir por qué.

No me voy a adentrar en la trama de la serie hasta este capítulo (y es maravilloso que se pueda analizar tan sustancialmente una parte de algo sin considerar siquiera el argumento general, el cual aquí no es en lo absoluto pobre, sino todo lo contrario); recomiendo ampliamente fajarse los pantalones e ir a verla al catálogo de Netflix. En este momento de la trama, Bojack, un actor con un pasado turbulento (esa palabra me da risa, y me parece que no alcanza para decir que ha vivido un infierno: tiene traumas psicológicos, físicos, emocionales y hasta criminales), está en el rodaje de una serie famosa, cuyo protagonista es un detective atormentado. Bojack comienza la primera metáfora, pues en el momento en que salió esta temporada, en 2018, Bojack Horseman era una serie oscura y compleja, famosa, con una audiencia grandísima y su impacto cultural era irrevocable. Mientras filma, Bojack es víctima de una conspiración en su contra, pues los creadores de la serie, titulada “Philbert”, quieren sacar al ojo público su verdadero trasfondo, manchado por la lujuria, la depravación, la irresponsabilidad criminal y la violencia desmedida. Este complot se ve reflejado de forma visual en varios elementos, por ejemplo: el departamento de Philbert es una réplica idéntica del de Bojack; y su trasfondo, con un jefe muerto, una relación que salió tan mal que arruinó la vida de más de una familia y el abuso de alcohol y de sustancias, es escrito por un guionista que usa la autobiografía de Bojack como principal fuente de inspiración para la nueva serie en cuestión. También, este complot se ve complementado por los personajes de “Philbert”, los cuales son interpretados por actores que fungen un rol idéntico en la historia y en vida de Bojack. Su novia actual, Gina, es la coprotagonista del show, e interpreta a Sassy. Su mejor amigo Fritz, es interpretado por su amigo Mr. PeanutButter, quien es igualmente un detective atormentado y su compañero muerto. Todo esto envuelto por el consumo de calmantes que Bojack utiliza para adormecer el dolor, y lamentablemente también la realidad. En este punto, el detonador de la paranoia esquizoide de Bojack es un anuncio que tiran por debajo de su puerta, que dice “Sabemos tu secreto”. Bojack duda de si es Philbert o él mismo. No puede relacionar su entorno con la realidad. Su casa es idéntica a la del set, y no puede dormir ni en una ni en otra. La mujer a su lado es la misma en la serie y en su vida, y no puede ponerla en riesgo, ni de que el asesino en serie que persiguen Sassy y Philbert la atrape, ni de que se sepa el pasado de Bojack y esto arruine la carrera ahora exitosa de Gina. Las escenas que se nos muestran a nosotros como audiencia de Bojack son igualmente intercaladas con las de la serie de Philbert. Se mezclan de manera casi indistinta. Construyen un ambiente denso y difícil de seguir. Constantemente hay diálogos que no sabemos si son para Bojack o para Philbert, pero también hay diálogos que estamos seguros son para Bojack o para Philbert, y también, en una complejísima capa de interpretación, hay diálogos que son para nosotros: “Tengo un mal presentimiento”. “Necesito algo de qué sujetarme si empiezo a flotar”. “¿Tienes todo bajo control?”. “Cuidado, estás perdiendo la cabeza”. “Traes el trabajo a casa”. “Tengo muchos enemigos”. “Hay que proteger a…”. “¿No estamos en el set?”. “¿Sabes que esto es real, cierto?”. 

Se me ha escapado la que creo es la más bonita metáfora visual del cine contemporáneo. Mientras Bojack elude su realidad, a veces no de manera voluntaria, a veces sí, le persigue una réplica suya a tamaño descomunal en forma de globo aerostático gigante. Cuando las cosas parecen salirse de control, o cuando la paranoia, el pánico y la completa predisposición a un predominio ilusorio se ven reflejadas en el capítulo, aparece este globo. Luego toma calmantes. Toma un trago. Hace bien su trabajo. Repite unas cuantas líneas. Hace un avance en su investigación como Bojack de quién quiere sacar a relucir su pasado. Luego hace un avance en su investigación como Philberth de quién quiere sacar a relucir su pasado. Se calma. Y el globo se va. Pero este no es un estado de realidad. No es un momento de estabilidad o de redención. Es otro tipo de ilusión, igualmente pernicioso. 

En el clímax del capítulo, Philbert persigue a Gina, ¿o era a Sassy? Bojack persigue a Fritzerpeanutbutter. Y Gina le dice que nunca tuvo un compañero, que es una agente encubierta, que el asesino que Bojack ha estado persiguiendo…, no, el asesino que Philbert ha estado persiguiendo es Bojack. ¿O era Philbert? La nota que rezaba “Sabemos tu secreto” era un flyer promocional de la serie Bojack. No. De la serie Philbert. Literalmente, del otro lado de la página había una foto con su nombre. En este momento, ¿quién me ha estado persiguiendo a mí? ¿Era yo? No. Eras tú. La irrealidad me ha consumido, o a ti. A mí. A nosotros. Es levantarse en la madrugada para buscar un monstruo bajo la cama, y darse cuenta de que había un espejo. 

Creo que esto es lo que atrapó a una comunidad tan grande de espectadores a lo largo de los años, y es lo que indudablemente propicia que el final de la serie tenga una apreciación tan dividida. Todo este tiempo, durante la emisión de Bojack Horseman, hemos intentado encontrar al culpable de los problemas en su vida. Y al final del capítulo, cuando llega al final de la escalera, podemos descubrir quién ha sido quién tanto mal nos dejó. 

jose.navarro9739@alumnos.udg.mx