Año 17, Número 243.
Los niños parecen leerlo como si fuera una aventura.
Neil Gaiman
A los adultos les causa pesadillas
Andrea Estrada
Neil Gaiman es un escritor y guionista inglés, reconocido por su amplia gama de estilos literarios que incluyen fantasía, ciencia ficción, terror y literatura infantil; se ha dedicado a escribir desde novelas y cómics, hasta programas de televisión. Además, a lo largo de su carrera ha sido galardonado con múltiples premios, entre ellos se encuentran el Premio Hugo, el Bram Stocker, el Best Science Fiction Award, entre muchos otros.
En el amplio mundo de la literatura, solemos encontrarnos con personajes que dejan una duradera impresión en nuestras mentes. “La otra madre”, antagonista escrita por Neil Gaiman en su novela Coraline es una de ellos. Dentro del silencioso y nuevo apartamento de la familia Jones, yace la puerta de madera que alberga un lugar más allá de donde nuestra imaginación puede llevarnos, pero esta entrada encierra detrás de sí al monstruo que habita dentro de aquel misterioso mundo lleno de fantasías.
En este artículo analizaremos la profundidad de este enigmático personaje, quien más allá de ese aspecto cálido y amable que la caracteriza al comienzo del libro, realmente esconde un oscuro secreto detrás de su promesa del mundo perfecto. Nos adentraremos al laberinto que “la otra madre” representa dentro de la novela, así como en cualquier misterio que pueda estar escondido dentro de ésta.
Al comienzo de la novela se describe la llegada de Coraline a su nuevo hogar, un antiguo edificio con tres departamentos y un jardín algo descuidado pero lleno de vegetación. Podemos observar cómo, aparentemente, su vida en el mundo real es aburrida y monótona. Durante los primeros capítulos de la novela, los padres de Coraline muestran un severo desinterés hacia su hija al estar más concentrados en su trabajo; en muchas ocasiones, ella demanda la atención de sus padres sin éxito. Es esta carencia emocional lo que la empuja hacia “el otro mundo”.
Al encontrarse sin pasatiempos, mientras exploraba el interior con detenimiento, encuentra la gran puerta de madera, que al abrirla solamente alberga una pared de ladrillos. Aunque al inicio esta pared pueda parecer que no conduce a ninguna parte, cuando Coraline intenta entrar a la puerta de nuevo, la pared ha desaparecido, conduciendo a la protagonista a un pasillo oscuro. Al adentrarse en éste, Coraline se da cuenta que ha llegado a un lugar bastante similar a su casa, pero con unas ligeras diferencias; es en este momento en el que, junto con la protagonista, se nos introduce al “otro mundo”, “el otro padre”, y por supuesto, a “la otra madre”.
“La otra madre” se manifiesta como parte de la fantasía de Coraline: una madre amorosa y atenta que le da la atención que siempre había querido tener, en contraste con sus verdaderos padres, quienes suelen mostrarse muy apáticos a lo largo de la historia. En el libro, Coraline describe a este ser como alguien casi físicamente igual a su madre:
“Su aspecto era similar al de la madre de Coraline, pero… Pero su piel era blanca como el papel. Parecía más alta y delgada. Y, además, sus dedos resultaban demasiado largos, no paraba de moverse y tenía uñas curvas y afiladas de color rojo oscuro”.
A pesar de que Coraline es consciente de estas diferencias físicas, en sus primeras visitas ella parece sentirse más cómoda con “la otra madre”, quien llena el mundo detrás de la puerta para impresionarla con regalos, comida, un hermoso jardín, incluso llega a presentarle una nueva versión de su padre y de sus vecinos.
“La otra madre representa un reemplazo de la madre real de Coraline porque en esta etapa de su vida se siente descuidada y desea una figura materna más fuerte”. Comparto la misma opinión que Martinez plantea en la cita anterior, este reemplazo se basa en la sensación de descuido que Coraline tiene en este momento de su vida, así como en su deseo de tener una figura materna más presente y sólida. Coraline percibe a sus padres al principio como distantes y ocupados, especialmente a su madre, quien parece no prestarle la atención y el afecto que anhela. Al presentarse como una versión idealizada y más cuidadosa de su madre, “la otra madre” responde a esa falta emocional. Esta figura del “otro mundo” atrae a Coraline ofreciéndole la promesa de satisfacer sus necesidades emocionales y brindarle el tipo de maternidad que desea.
Podemos notar también que cada vez que Coraline regresa al “otro mundo”, la apariencia de “la otra madre” comienza a cambiar poco a poco, pero de una manera demasiado sutil. Ya que pasamos de ver la descripción física similar a Mel Jones, la madre de Coraline, hasta verla incluso más “rejuvenecida”, como si estuviese en su mejor momento; pasamos a verla con aquella figura escabrosa que ya conocemos: una altura enorme, mucho más delgada, su piel incluso siendo mucho más pálida y dientes afilados.
Además de que “la otra madre” posee la habilidad de cambiar de aspecto fácilmente, la ilusión puede desvanecerse al instante cuando su víctima conoce su verdadera forma. Al romperse esta ilusión en la mente de Coraline, podemos observar desde sus ojos cómo estos detalles sutiles simplemente se vuelven mucho más notorios, aunque la realidad es que siempre estuvieron ahí.
Coraline describe específicamente la palidez de “la otra madre” casi tan blanca como el estómago de una araña, lo que podría ser una especie de premonición de su verdadera apariencia física, pero también podría ser solamente una alusión al miedo específico que la niña tiene por las arañas, miedo que la bruja utiliza a su favor.
La “otra madre” posee muchas habilidades, como mencioné anteriormente; le es posible cambiar de apariencia, puede modificar su voz y su entorno físico para que se acople a sus necesidades. Pero, así como es capaz de hacer muchas cosas dentro del “otro mundo”, hay también muchas cosas que no puede hacer. Esta criatura no puede crear nada desde cero, solamente puede crear y distorsionar objetos, lugares y personas que ya existen en la vida real. Es lo que hace que Coraline se “enamore” de su mundo, ya que era una versión similar pero mejorada de su vida real: “Todas aquellas cosas (y también las del sótano) eran ilusiones de la otra madre, una especie de parodia espantosa de las personas y los objetos reales”.
Hay otro aspecto que debemos resaltar, en la novela es mencionado que “la otra madre” es incapaz de crear vida de la nada. Entonces, ¿cómo es posible que existan el “otro padre” y los “otros vecinos”? Todas estas criaturas que manifiestan tener consciencia propia y que no son una extensión de la bruja, pareciera ser que son almas que ella ha atrapado y las ha convertido en sus sirvientes.
La manera en la que se alimenta “la otra madre” es bastante peculiar: consume toda la materia orgánica de sus víctimas y lo único que deja son sus almas, por si las necesita a su servicio: “–Si usted puede arrancar a sus padres –dijo una voz en la oscuridad– de las garras de la vieja bruja, quizá por ventura pueda liberar también nuestras almas. –¿Os las ha quitado? –le preguntó Coraline espantada. –Sí, y las ha escondido. –Por eso no pudimos salir de aquí, ni siquiera después de morir. Nos retuvo y se alimentó de nosotros hasta que no quedó ningún resto, sólo pieles de serpientes y cáscaras de arañas”.
Siguiendo esto, “la otra madre” puede crear una especie de pieles e introducir estas almas dentro de ellas, simplemente son cáscaras huecas que ella puede utilizar como marionetas en su otro mundo. Para mantener las almas y usarlas a su favor de haber un trato de por medio: su víctima tiene que acceder a que “la otra madre” reemplace sus ojos por botones.
“Los botones representan la falta de humanidad de la Otra Madre y su naturaleza malévola… Los botones también simbolizan la pérdida de virtud y moralidad, ya que se espera que Coraline cosa los botones en lugar de sus ojos, según las expectativas de la Otra Madre”. Estoy de acuerdo con Thunga en el hecho de que este acto representa la pérdida de la identidad y la autenticidad de Coraline, ya que los ojos, que se consideran las «ventanas del alma», representan una verdadera conexión con uno mismo y con los demás. “La Otra Madre” intenta deshumanizar a Coraline al sustituirlos por botones, obligándola a adoptar una apariencia artificial y conformarse con la visión distorsionada de la perfección.
La obligación de coser botones también pone en evidencia el tema del control y la manipulación. Coraline se enfrenta a la elección de ceder ante la presión de “la Otra Madre” y conformarse con la ilusión de perfección, o resistirse y mantener su integridad. Este conflicto refleja la lucha entre la influencia coercitiva de “la Otra Madre” y la voluntad propia.
El simbolismo de los botones subraya que la búsqueda de una perfección fría y deshumanizada puede llevar a la pérdida de lo que realmente hace humana a una persona.
Otro aspecto que debemos agregar, es que “la otra madre” no es omnipotente, no hay manera de que pueda saber todo lo que pasa en su mundo todo el tiempo. Esta es la razón por la que ella nunca se da cuenta de la presencia del gato dentro del “otro mundo”, y porque Coraline se puede comunicar con él “libremente” a lo largo de la novela.
Pero, cuando Coraline decide desobedecer a este extraño ser, “la otra madre” decide castigarla encerrándola dentro del misterioso espejo que se encontraba al fondo del vestíbulo. Dentro de éste, ella se encuentra con tres figuras: “Sofocó un grito cuando notó que una araña correteaba por el dorso de su mano. Sin contar a la araña, se encontraba completamente sola en el armario, oscuro como boca de lobo. Pero entonces tocó lo que le pareció la cara y los labios de alguien, algo pequeño y frío; y una voz le susurró al oído: —¡Silencio! ¡Chis! ¡No diga nada, la vieja bruja puede estar escuchando!”.
En este fragmento del libro, se nos indica que posiblemente “la otra madre” cuente con ojos y oídos a lo largo y ancho del otro mundo; cómo podemos observar, en el momento en el que Coraline se percata de que hay una araña sobre su mano, los niños le advierten que guarde sus palabras, porque posiblemente ella les esté escuchando.
Esto es confirmado implícitamente cuando observamos que las ratas siempre se encuentran presentes, tanto en el mundo de Coraline, como en el “otro mundo”. Una rata es quien le roba la llave cuando intenta cerrar la puerta definitivamente justo antes de que descubra el secuestro de sus padres; las ratas que entrena el señor Bobo se convierten en criaturas más grotescas y con dientes afilados cuando la ilusión termina; e incluso hay un momento donde el gato muerde el cuello de una, para después hablar tranquilamente con la niña.
Las ratas son, pues, los secuaces de la otra madre, sus cómplices al intentar dominar a Coraline y arrastrarla hacia su mundo. Su lealtad a Beldam se ve reflejada en cómo actúan como sus «ojos» y «oídos», espiando y recopilando información para sus planes retorcidos. En este vínculo, destaca la opresión y manipulación de “la otra madre” sobre los personajes a través estas criaturas que actúan como extensiones de su poder.
Aunque su lealtad es siniestra, podemos resaltar ciertas similitudes con la devoción de los cuervos de Odín a su respectivo amo, ya que ambos casos muestran criaturas como leales servidores, dispuestos a servir como intermediarios entre sus dueños y el mundo que los rodea. Esta conexión simbólica enfatiza cómo la lealtad y el papel de los «ojos» y los «oídos» pueden cambiar según la naturaleza de la entidad a la que sirven. “Tenemos dientes y también cola, tenemos cola y además ojos, estábamos aquí antes de que cayeses tú sola, tú seguirás aquí cuando subamos a nuestro antojo”.
Como podemos observar, en este fragmento que pertenece a la canción que entonan las ratas mientras “juegan” con Coraline en el “otro mundo”, mencionan sus ojos, lo cual podría ser una metáfora de que son ellos quienes siempre están observando. Además de que también dan alusión a que han existido por un largo tiempo, posiblemente casi tanto como “la otra madre” misma.
Adentrándonos al trasfondo de lo que significa “la otra madre” podemos encontrar que ella representa la tentación hacía Coraline, dando lo que conocemos como “el objeto de deseo”:
Evans señala que “Coraline persigue una fantasía vacía porque sus padres no son perfectos a sus ojos. No son todo lo que ella desea. Pero no son monstruos. El monstruo es ese vacío. Esa soledad. La incapacidad de regresar al mundo con esas personas, aunque imperfectas, que aún pueden preocuparse y relacionarse”. Evans hace énfasis en este aspecto, como podemos observar cuando Coraline entra al “otro mundo” éste es presentado ante ella como su más grande fantasía hecha realidad: “una vida perfecta”. Un entorno en el que sus otros padres siendo amorosos y atentos llenan aquel vacío tanto físico como emocional que los padres de Coraline han creado en el mundo real. Pero a pesar de que los padres reales de Coraline no son como le gustaría que fuesen, ella sabe muy bien que nunca la pondrían en ningún tipo de peligro, porque la aman y es su responsabilidad protegerla.
Eguren señala que “la otra madre ha creado un mundo perfecto, pero Coraline tiene que aprender que la perfección, fría y deshumanizada, no es lo mejor que puede tener”. Concuerdo con Eguren, para Coraline, la otra madre ha creado un mundo aparentemente perfecto donde todo parece cumplir con sus deseos y expectativas. No obstante, el aspecto distintivo de esa perfección es crucial, ya que es inhumanizada y fría. La autenticidad, la calidez o el amor genuino no están respaldados por esta perfección.
Coraline debe aprender la verdadera lección de que la perfección superficial no es lo mejor que puede tener cuando carece de humanidad y emociones reales. Aunque el «otro mundo» puede parecer ideal, carece de la conexión emocional y la autenticidad que se encuentra en la vida real. La naturaleza ilusoria se evidencia en la inhumanidad y la falta de humanidad de esa perfección.
La revelación de esta verdad marca un momento determinante. Coraline aprende a valorar su vida real, con sus errores y dificultades. Comprende que el amor genuino y la autenticidad que encuentra en su propia familia, a pesar de las imperfecciones, no pueden ser reemplazados por la búsqueda de la perfección superficial.
Podemos observar el proceso de reconciliación entre ella y sus padres de una manera bastante sutil, esa carga emocional que necesitaba aceptar y dejar ir para poder vivir una vida plena y feliz; así como también indicios de madurez en el personaje de Coraline, como a lo largo de la novela muestra signos de independencia mientras acepta la imagen que es presentada ante ella frente al espejo de la vida.
El comportamiento distante de los padres de Coraline parece desaparecer después de lo que sucedió dentro del “otro mundo”. Podemos notar este nuevo comportamiento en la siguiente descripción: “Suspendió el trabajo que estaba haciendo en el ordenador, se levantó y, sin previo aviso, tomó a Coraline en brazos, cosa que había dejado de hacer tiempo atrás, cuando le había explicado a su hija que era demasiado mayor para que la llevasen en brazos”.
Por primera vez en la novela, podemos ver al padre de Coraline despegarse de su computador y prestarle la atención que es debida a su hija. Mientras que su madre se muestra preocupada por ella al haberla buscado por toda la casa.
Esto hace un contraste con su comportamiento al inicio del libro, su desinterés en su hija la empujó a las ‘garras’ de la “otra madre”; pero ahora que sus carencias emocionales han sido satisfechas en el mundo real, no necesita volver al “otro mundo” para vivir en la fantasía que siempre había soñado.
Resulta un poco extraño observar a los padres de Coraline siendo atentos con ella, pero lo que vuelve aún más intrigante esta situación es que justo después de que ella comienza a “disfrutar” de su vida real con sus padres, una conversación en sueños entre ella y las almas de los niños tiene lugar: “—Nunca ha renunciado a nada durante tanto tiempo. Sea cuidadosa. Tenga valor. Haga trampas. —Pero eso no es juego limpio. —se quejó Coraline en sueños, enfadada—. No, no es jugar limpio. Todo debería haber terminado ya”.
Como podemos observar, los niños le hacen una especie de advertencia en los sueños de la niña, mientras que ella menciona que todo debió de haber terminado; pero aparentemente no es así. Podríamos sospechar que los espíritus se referían al comportamiento de los padres de Coraline, incluso, hasta se podría considerar como una inferencia de que ella nunca salió del “otro mundo”, pero esto queda solamente en una teoría más…
Más adelante, descubrimos que, a lo que realmente se referían los espectros, era a la mano de “la otra madre”, la cual seguía en el mundo real esperando el momento perfecto para atacar a Coraline y arrebatarle la llave que llevaba colgada al cuello; artefacto que abriría la pequeña puerta de vuelta.
Esto también es un gran ejemplo del alcance del poder de “la otra madre”, ya que observamos como partes de su cuerpo pueden viajar a través de los dos mundos y seguir perfectamente bajo su control sin ninguna dificultad.
Una vez que hemos examinado en profundidad la naturaleza y las características de este personaje misterioso, resulta importante mencionar que “la otra madre” funciona como una advertencia de que la obsesión por la perfección y la negación de la realidad pueden tener efectos peligrosos. También es un ejemplo de cómo las carencias emocionales y la insatisfacción pueden llevar a las personas a caer en trampas sumamente seductoras. La historia de Coraline es un viaje de autoconocimiento y desarrollo en el que la protagonista aprende a valorar la verdad por encima de las ilusiones.
A pesar de que en este artículo se intentó analizar a esta espeluznante criatura, aún hay muchos secretos que se esconden detrás de “la otra Madre”, “el otro mundo” y por supuesto, detrás de la puerta.
—Y entonces estaremos todos juntos como una gran familia –señaló la otra madre—. Por siempre jamás
Neil Gaiman, Coralineç
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