Año 17, Número 242.

Texto leído en la presentación del libro ganador del XXII Concurso Nacional de Cuento Juan José Arreola el jueves 30 de noviembre de 2023 en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara

Fotografía: Aurora Sastre

Luis Alberto Pérez Amezcua

Uno de los dones más generosos de la literatura es, sin duda, el de la posibilidad de acercarnos a las palabras y, con ellas —descubriendo su especie— comprender un poco mejor el mundo al que se refieren. El mundo que nos rodea, sí, pero también y sobre todo el personal, el íntimo, el propio de los “seres sintientes”.

Especies carismáticas, libro de Aldo Rosales, ganador del vigésimo segundo Concurso Nacional de Cuento Juan José Arreola, obliga a indagar en el significado de las palabras que constituyen su título. Las dos juntas, resultan enigmáticas, poco usuales. Por sí mismas, son altamente polisémicas. En un video disponible en la red, el autor explica que las escuchó por primera vez en boca de un amigo, quien le explicó que se trata de aquellos animales que resultan más atractivos: gatos y osos, por ejemplo. Sin embargo, su sentido resulta infinitamente más rico tras su activación literaria.

Especies carismáticas está compuesto por siete cuentos en los que los animales son fundamentales porque funcionan de manera simbólica: hablan de animales, sí, pero sobre todo hablan de nosotros, los “seres pensantes”. Ya los miembros del jurado —integrado por los escritores Liliana Pedroza, Antonio Ramos Revillas y Alma Mancilla— destacaron en el acta mediante la que se dio a conocer su fallo que en el libro “resalta la presencia de los animales como catalizadores del conflicto”; sin embargo, más que catalizarlo, lo revelan, lo resuelven o lo refuerzan.

En el cuento “Un miligramo de alta tensión”, por ejemplo, las picaduras de los mosquitos revelan metafóricamente el dolor de una mujer que fue abandonada de pequeña en una casa hogar por su verdadera familia, a la que ahora busca, y su incertidumbre ante la mudanza inminente de sus hijas, quienes han crecido y harán pronto su propia vida.

En “Dolores”, un hijo y su madre acuden con un doctor que alivia la imposibilidad del llanto mediante la reproducción de fragmentos sonoros de películas del antiguo cine mexicano en que se escucha llorar. Tras la muerte del padre, madre e hijo no han podido hacerlo, lo que se resuelve sólo tras el rescate de unas cachorritas abandonadas en una fonda.

“Cuerpos de agua”, el cuento más extenso, con el que cierra el libro, el deceso de un capibara refuerza la complejidad detrás de lo que se sugiere como el asesinato de un niño por parte de un padre que quiere conseguir su corazón para salvar a su hijo, que padece problemas cardíacos.

Ahora bien, “carisma” es, según una de sus acepciones en el Diccionario de la Real Academia Española, el “don gratuito que Dios concede a algunas personas en beneficio de la comunidad”. Los animales son, en Especies carismáticas, dicho don. Los animales revelan las terribles problemáticas que enfrenta el ser humano al estar frente a sí mismo o al estar con sus seres más cercanos: madres, padres, esposos, amigos… la compañía animal no es más que el acento, por contraste y por analogía, de lo que podemos conocer sobre nosotros mismos. Y así, sólo con este conocimiento real, personal e íntimo es posible dar algunos pasas hacia el beneficio comunitario.

No únicamente la semántica es útil para la interpretación literaria, sino también la etimología: “carisma” proviene del griego charízesthai, “agradar”, “hacer favores”. Los animales, a través de la inteligentísima pluma de Aldo Rosales, nos hacen el favor de mostrarnos quiénes somos en verdad y en qué medida nos esforzamos por hacer favores para agradar a los demás, es decir, nos permiten conocer nuestra desesperada y desconsolada necesidad de ser amados gracias a la construcción de este —y lo digo con el sentido más positivo del término— espléndido artefacto literario.

Dicho esto, creo firmemente que Especies carismáticas es un inmejorable libro para honrar la memoria de Juan José Arreola, escritor nacido en Zapotlán el Grande, quien como es sabido es autor de unos de los bestiarios más poderosos de la literatura mexicana. El libro de Rosales es un dignísimo continuador de esta tradición, pues con su vocación simbólico-fabulística nos permite aproximarnos desde distintos puntos de vista a las complejidades de la vida contemporánea. Es, pues, una actualización afortunada en la que encontraremos, además de los animales ya mencionados, gatos en el cuento “Dos gatos”, caballos en “Mensajes”, moscas en “Libreta de neón” y aves en “Carnaval en las playas de Chile”; con ellos iremos acompañados, pero con una ineludible soledad nostálgica, “de un llanto a otro”, como se lee en “Dolores”, el cuento con el que inicia el libro y establece el tono general de la obra toda.

En “Dos gatos” presenciaremos a la vez la tristeza de una hija que toda la vida hizo sentir a su madre que la odiaba y la inminente separación de un matrimonio que no se ama; en “Mensajes” la falta de honestidad de dos amigas; en “Libreta de neón” el dolor de un padre que quiere rescatar del basurero en el que fue abandonada su hija asesinada la libreta de ésta, con la esperanza de contar con una pista de lo que le sucedió y la falta de respuesta de un hombre ante la petición de amor de una mujer; en “Carnaval en las playas de Chile” la traición de un amigo y la triste pérdida de la memoria del otro. La solidez de la construcción de los personajes, aunada a la sutileza del tratamiento de los delicados temas hace que este libro sea a un mismo tiempo memorable y triste.

Especies carismáticas es, pues, parafraseando el título de uno de sus cuentos, un prodigioso miligramo de alta tensión, piquetitos eléctricos distribuidos con maestría, con el verdadero oficio del escritor, que integra cuidadosamente todos sus elementos en el crisol narrativo y los moldea y adorna con precisión, haciendo ver fácil lo muy difícil del arte literario: sus palabras nos permiten, si no aprobar, sí comprender a los personajes, abriendo el camino —acaso— a la empatía, a la consideración que hay que tener a nuestros semejantes y a nosotros mismos, pues todos actuamos, más que por lo que pensamos, por lo que sentimos, como los buenos animales que somos: seres sintientes.

En nombre de la Licenciatura en Letras Hispánicas del Centro Universitario del Sur, a la que hoy orgullosamente represento, los invito de manera muy sincera, a leer Especies carismáticas, libro ganador del Arreola. Para esto, cierro con las palabras de ese peculiar personaje escritor de cartas a máquina en Santo Domingo de uno de los cuentos: “Que no se escapen como aves los segundos”.

1.-“Dolores” (perros), (cine mexicano), (muerte del padre: madre-hijo); 2.-“Dos gatos” (gatos), (cine dominical), (separación familiar: conyugal y madre-hija); 3.-“Carnaval en las playas de Chile” (aves), (escritura a máquina), (separación (traición) amistosa), (pérdida de la memoria); 4.-“Un miligramo de alta tensión” (mosquitos), (abandono familiar en una casa hogar), (sembrar parcelas), (relación madre-hija lesbiana); 5.-“Libreta de neón” (moscas), (tristeza del padre por la hija asesinada y abandonada en un basurero), (uso de la libreta), (falta de comunicación entre una pareja); 6.-“Mensajes” (caballos), (falta de comunicación (traición) entre amigas), (hot lines); 7.-“Cuerpos de agua” (capibaras), (tren: nostalgia del padre y de la infancia), (separación padre-hijo), (suegra).

perez.amezcua@cusur.udg.mx