Año 15, Número 202.

El enmascarado de la noche es retratado en este filme de una forma fundamentalmente diferente a las anteriores iteraciones de la historia. 

Imagen: Xataka

Gonzalo Rocha

El filme de Matt Reeves no es para nada la típica película de superhéroes a la que Marvel nos tiene acostumbrados con su universo cinematográfico (y es precisamente esa la razón que le ha ganado más detractores), pero para los cinéfilos a los que les interesa una historia más profunda y personal que las epopeyas de los Vengadores es una verdadera joya. 

En The Batman vemos por primera vez un guión con los pies en la tierra. Hasta ahora, Batman había sido representado como héroe a pesar de los rasgos psicopáticos que podemos encontrar en el personaje: un hombre rico que dedica su dinero y sus noches golpeando violentamente a presuntos criminales y enviándolos al hospital sin un juicio. El enmascarado de la noche es retratado en este filme de una forma fundamentalmente diferente a las anteriores iteraciones de la historia. 

El magistral guión de Matt Reeves y Peter Craig representa a Batman como sería si existiera en realidad: un niño rico con el poder económico para cumplir su fantasía de ser un héroe (y de paso soltar su ira violenta de una forma “aceptable” para la sociedad) y al mismo tiempo que nos muestra las graves consecuencias que algunos inocentes deben sobrevivir por causa suya y de su familia. Cuando el personaje Bella Real, candidata a la alcaldía de Gotham, lo llama “vigilante» durante el debate, debió llamarlo criminal.

La decisión de no iniciar la película con su protagonista resulta inusual, pero sirve como una excelente introducción al filme y a sus personajes; un filme que rompe los esquemas sobre superhéroes de los que se nutre la cultura popular contemporánea. La secuencia con la que inicia la película es lo primero que salta a la vista del espectador y fanático del cine de superhéroes: en lugar de mostrar a nuestro enmascarado favorito realizando una hazaña heroica tenemos el punto de vista de un voyeur observando a través del ventanal de una mansión con la canción Ave María de Schubert como banda sonora. En la siguiente escena conocemos al propietario de la enorme residencia: el alcalde de ciudad Gótica Don Mitchell Jr. Después de un par de planos del alcalde mirando un debate suyo con enorme frustración se nos presenta al voyeur anónimo de una forma muy interesante. Cuando el alcalde da un par de pasos hacia adelante, deja tras de sí una esquina oscura en la que aparentemente no hay nada, pero en el momento en que los destellos de la televisión alumbran dicho espacio se nos revela la figura que se esconde entre las sombras: un enmascarado con anteojos que después de asesinar al alcalde firma el acto con el nombre de Riddler.

La excepcional interpretación de Paul Dano como el antagonista de nuestro depresivo héroe resulta una bocanada de aire fresco después de que la increíble actuación de Heath Ledger en The Dark Knight nos trajera una serie de intentos mal logrados de revivir la popularidad del Joker en el imaginario colectivo. El arco de Riddler como asesino serial es la mejor base para desarrollar el estilo oscuro y gótico del filme. Es debido a este arco que The Batman tiene más en común con una oscura película de David Fincher (el punto de comparación más claro es probablemente Zodiac) que una entrada en el Universo Cinematico de Marvel.

Una de las cosas mejor logradas del filme y que también define la estética de las oscuras películas de Fincher, es precisamente la fotografía en penumbra. En este aspecto, el cinefotógrafo Greg Freiser nos transporta a una ciudad gótica oscura con sus encuadres exagerados y bajos contrastes. Es curioso notar que la película sucede casi exclusivamente durante la noche, lo cuál corresponde con la estética original del vigilante enmascarado que se esconde entre las sombras. Para muchos, el bajo contraste y oscuridad de la fotografía ha sido causa de aversión, pero en realidad considero que es uno de sus puntos fuertes en cuanto a estética se refiere. Pero esto no es sólo un capricho del director o del cinefotógrafo; todos esos momentos en los que vemos una esquina en penumbra y nuestro corazón comienza a acelerar al no saber si algo o alguien embestirá a los personajes hacen de este filme una experiencia como pocas.

Uno de los aspectos más criticables en esta épica de detectives es probablemente el guión. A pesar de tener un inicio y continuación totalmente excepcionales, la historia se queda corta en la secuencia final, no por culpa de Matt Reeves, su director, o del co-guionista Peter Craig, sino de los ambiciosos ejecutivos de Warner Brothers.

El guión inicia de manera única y excepcional, no sólo para una crónica de superhéroes sino para cualquier historia sobre el hombre murciélago. Durante la primera secuencia del filme vemos a un Batman que se ve superado completamente por su adversario y se limita a tratar de descifrar las instrucciones que Riddler le deja con notas encriptadas en las escenas del crimen a las que Batman siempre llega muy tarde. Vemos en esta película a Bruce Wayne dedicando la mayor parte de su tiempo en un laboratorio y entrevistando testigos en lugar de luchando cuerpo a cuerpo con sus antagonistas (aunque debo admitir que esa escena de persecución con el pingüino es formidable). El guión también se destaca en su desafío del canon DC al implicar a la familia Wayne en la corrupción que ha dejado a ciudad Gótica con la necesidad de un Batman. En el fondo, el guión es una historia sobre un heredero millonario que es obligado a confrontar el verdadero legado de su familia por una de las víctimas. 

Lo verdaderamente criticable sucede en el tercer acto. Después de que el polvo se asienta y los culpables son llevados al asilo Arkham (no gracias a nuestro enmascarado favorito, por cierto) resulta que el peligro para Ciudad Gótica no ha acabado y se despliega ante nuestros ojos una épica innecesaria llena de grandes explosiones que sirve para completar la cuota de escenas de acción para un box office contemporáneo y de paso salvar las apariencias de un Batman incompetente.

Después de verla tres veces seguidas en el cine (y haberme dormido en la última parte la tercera vez) estoy convencido que a The Batman le hace falta un recorte de 40 minutos, pero al resto del filme le sobra genialidad. Matt Reeves hace un trabajo extraordinario al llevar la historia del vigilante enmascarado a la pantalla grande aún a pesar de las insistencias de Warner Brothers por incluir un arco de redención para nuestro murciélago favorito. Estoy convencido de que dentro del largometraje que disfrutamos en la pantalla existe uno aún mejor que no llegaremos a ver porque desgraciadamente es más relevante hacer dinero que una película sincera consigo misma y con su audiencia.

gonzalo.rocha@cusur.udg.mx