Año 15, Número 208.
El drama de García Lorca se caracteriza por los intensos sentimientos mostrados por los personajes y expresados a través de unos parlamentos poéticos y oníricos
Ramón Moreno Rodríguez
El jueves siete y el sábado nueve de julio se presentó en la sala Consuelito Velázquez de la Casa de la Cultura en Ciudad Guzmán la afamada tragedia andaluza de Federico García Lorca, Bodas de sangre. La representación fue realizada por Studio Lenea Teatro y contó con la destacada participación de Luz Idalia Covarrubias (como La Madre), Andrés Arreguín (como El Novio) y Rosy Arellano (como La Vecina y La Muerte), entre otros.
El drama de García Lorca (de los pocos que escribió, pues como es sabido, fue asesinado por los franquistas en la flor de su vida) se caracteriza por los intensos sentimientos mostrados por los personajes y expresados a través de unos parlamentos poéticos y oníricos de los que esta compañía teatral da buena cuenta.
En efecto, el principal mérito de este montaje es la plasmación del hondo patetismo que el autor desarrolla a través de sus personajes. La historia es muy sencilla, casi deleznable, propia de la sección de Nota Roja de la prensa amarillista, el mérito está en cómo el poeta andaluz logra transmitir los sentimientos más primarios, más intensos y más vitales de la condición humana, y en eso se concentró la propuesta actoral de Felipe Aguilar, el director. Veamos.
Se cuenta en esta trama cómo un joven campesino (huérfano de padre) se apresta a casarse con una desconocida jovencita que por vivir lejos del pueblo, en el descampado, nadie sabe nada de ella, excepto que hace algunos años, cuando era muchachita, tuvo un pretendiente del que se distanció. La madre del novio, al enterarse que esta joven fue cortejada por uno de los Félix (responsables de la muerte de su esposo y de otro hijo) se alarma y presiente la catástrofe que está a punto de ocurrir. Como en la tragedia griega, García Lorca va tejiendo con estos mínimos elementos, la urdimbre que rodea y labra la desdicha de sus personajes, en los que la premonición, los sueños y el destino trágico no juegan un papel menor, sino por el contrario.
La propuesta escénica de Studio Lenea Teatro basa su montaje en la representación actoral de estas desdichas, por ello es que la obra prescinde de casi todos los elementos escénicos como escenografía y utilería, y centra su trabajo en la propuesta actoral. Sin duda es un gran reto que todo o casi todo recaiga sobre el buen desempeño de los actores y en dicha propuesta sale triunfante Felipe Aguilar. Y más meritorio lo es que el grupo se conforma con actores no profesionales que se dedican a realizar otras actividades (normalmente estudiantes) y es el amor por la labor escénica lo que los lleva a dilatar su tiempo libre para realizar este trabajo de actor aficionado, sin morir en el intento.
En efecto, si la gente asiste a esta obra con el deseo de ver una generosa producción quedaría desilusionada, pues fuera de las bambalinas, el negro ciclorama, los no menos negros bastidores y una o dos sillas, el escenario está desnudo como cuando se realizan los ensayos, pero esto (la desilusión) no tiene cabida en esta ocasión, porque el elenco sale bien librado por su buena actuación, pues logra apoderarse de la atención del público y meterlo al drama que se está representando sin que nada lo distraiga, pues la acción va en crecendo y la actuación también.
Sin duda, la apuesta es arriesgada, pues se utilizan recursos como el baile, los cantos, los movimientos en cámara lenta, la representación simbólica del dolor que desgarra a los personajes y por nada se rompe la magia de lo representado; los espectadores no se preguntan ¿por qué hace eso, la gente no corre así? o ¿por qué canta, si está llorando? o ¿por qué baila para expresar su dolor? Insisto, traducir el mundo onírico y simbólico de García Lorca es una tarea difícil; no obstante, este trabajo actoral con pocos elementos escenográficos logra concluir la representación con éxito. Es destacable el monólogo final de la madre (Luz Idalia Covarrubias) cuando se desgarra de pena al enterarse que su hijo ha muerto asesinado por uno de los Félix.
Los acontecimientos se precipitan y la Novia, el día mismo de la boda, huye con su antiguo novio, Leonardo (César Aarón Flores). Cuando el Novio (excelentemente representado por Andrés Arreguín) se entera de la fuga, sale en busca de los traidores y en una intensísima escena de persecución y muerte, el drama se resuelve justo como la madre del novio lo había presentido. El remache lo da un apasionadísimo diálogo entre la mujer que ha perdido al segundo, y último de sus hijos, y la fugitiva que sobrevive al duelo entre el esposo y el amante. La enlutada mujer llora su soledad, su viudez, la pérdida de su último eslabón con la vida en una desgarradora escena que tiene al público al filo de la butaca.
En fin, que los acontecimientos se precipitan y la poco más de hora y media que dura la representación se le va al auditorio sin sentir. Se apagan las luces y los asistentes no saben si celebrar el trabajo visto o intentar asimilar tanta intensidad. No está claro que la obra ha concluido hasta que los cañones iluminan otra vez el escenario y salen los actores a agradecer los aplausos. El público ha quedado muy satisfecho y felicita sin regateos un trabajo doblemente meritorio por las carencias en que se tiene que realizar.
Son muchas las dificultades y limitaciones que esta joven compañía actoral tiene que enfrentar cotidianamente, pero no tenemos la menor duda de que siempre saldrán victoriosos porque el compromiso y la pasión por el arte escénico suple todas las carencias formativas y de recursos que sufren. Bien por quienes sostienen una tarea ímproba en una pequeña ciudad como la nuestra.
Producción: Gobierno municipal de Zapotlán El Grande / Noe Mendoza Producciones. Adaptación y dirección: Felipe Aguilar. Asistente de dirección: Carlos Benavides. Dirección de flamenco: Claudia Enríquez. Dirección de danza escénica: Karen Gudiño. Elenco: Luz Idalia Covarrubias (La Madre), Andrés Arreguín (El Novio), Rosy Arellano (La Vecina y La Muerte), Yésica García (la mujer de Leonardo), Alejandra Hernández (suegra de Leonardo), César Flores (Leonardo), Lizzie Díaz (Luna), Jénnyfer Granados (Criada), Eliseo Santoyo (padre de la novia), Ana Gutiérrez (Vecina), David Solano (Leñador 1), Julián Gómez (Leñador 2), Víctor Roberto (Leñador 3), Farah Espinosa (Muchacha), Daniel Ochoa y Luis Sánchez (Mozos).
ramon.moreno@cusur.udg.mx