Año 18, número 263.

Imagen: AI Magic Live.

En esta ficha analizaré las características que componen cuatro obras de origen barroco: Apolo y Dafne, de Gian Lorenzo Bernini (1622), Corisca y el sátiro, de Artemisia Gentileschi (1630), Las meninas, de Diego Velázquez (1656) y La Fachada de la Iglesia Jesuita de Tepotzotlán (1670).

Nuestro primer análisis será sobre Apolo y Dafne, escultura en mármol, creada por Gian Lorenzo Bernini y terminada en 1621. Los elementos barrocos que tomaremos en cuenta son los siguientes: la asimetría, el memento mori y el horror vacui. La asimetría, se manifiesta por medio de una ilusión de movimiento. El autor se opone a la manera de cómo el renacimiento plasma a este elementos, al igual que los artistas barrocos muestran un rechazo a la rigidez y optan por la sensación de ligereza que da una sensación de “flote”.

El segundo elemento es el memento mori. La obra oculta sutilmente una metamorfosis. El cambio en Dafne al abandonar su posición humana para convertirse en un árbol, alude a la condición de la muerte; lo inevitable y lo irreversible. Para concluir con el análisis, el horror vacui en esta obra se destaca por sus detalles intrincados y caprichosos. Un ejemplo de ello son las vestimentas que cubren la desnudez de Apolo, cuyos pliegues y dobleces aluden la sensación de movimiento. De la misma manera, esto se aprecia en la metamorfosis de Dafne, la cual muestra de manera hiperrealista raíces que sobresalen de los dedos de sus pies, así como cortezas que envuelven sus piernas y ramas cubiertas de hojas que toman posesión de sus manos. Con esto, concluimos el análisis de esta escultura de Bernini, para proceder con Corisca y el sátiro de Artemisia Gentileschi.

Los puntos que destacaremos en la segunda obra serán los siguientes: el juego de claro oscuros, la profundidad frente a la superficie y los elementos naturalistas. Empecemos con el juego de claroscuros, la obra retrata un escenario cargado de dualidad en los colores. Por un lado, tenemos los colores opacos, grises, que alberga tanto el paisaje como las sombras alrededor. Por el otro, tenemos los colores vívidos, que iluminan tanto a la ninfa como al sátiro, y que sobrecargan al espectador.

El segundo elemento que juega dentro del contexto es la profundidad frente a la superficie. La obra asimila un fondo, un paisaje que se extiende más allá de lo que se aprecia. Para mostrar mi punto de vista, haré una comparación con la obra medieval La resurrección de Lázaro, de Duccio di Buoninsegna. En la edad media, los elementos principales como el fondo formaban parte de un solo plano, lo que daba un aspecto unidimensional. En esta pintura, los feligreses que acompañan a Jesús a la cueva mortuoria y los árboles que apenas se aprecian dan una sensación plana, vacía. En cambio, el barroco separa ambos elementos, por lo que provoca una ilusión de bidimensionalidad e impacta al espectador. En Corisca y el sátiro, los personajes presentes estan acompañados de árboles más detallados y el paisaje que se extiende por el horizonte se dividen en dos planos visuales. 

Para finalizar, pasamos al tercer elemento, el naturalismo. La obra barroca pone frente a dos elementos cotidianos: la belleza y la fealdad. Por un lado, tenemos al sátiro, una figura que representa lo feo y vulgar, hasta que aparece una figura satánica debido a su tonalidad rojiza, lo que concreta mi punto de vista. Por otro lado, tenemos a la ninfa Corisca, que retrata lo bello y puro. Los colores representados son claros y nítidos, lo que resalta una visión angelical. De esta manera, cerramos el análisis de la pintura de Gentileschi, y procederemos al análisis de la tercera obra, Las meninas, de Diego Velázquez.

Los puntos que tomaremos en cuenta serán los siguientes: el horror vacui, el juego de claroscuros y la pérdida del centro. Empecemos con el horror vacui. La obra está repleta de detalles que podrían pasar desapercibidos por el espectador (recordemos que el barroco prefiere la elipsis antes que la centralidad renacentista), por esta razón, la pintura no se enfoca exclusivamente en un protagonista. Ya explicado el horror vacui, pasaremos al siguiente punto de la obra, el juego de claroscuros. El barroco ama el uso violento y expresivo de las tonalidades claras y oscuras. En Las meninas, este elemento se juega a la perfección. La pintura retrata tanto a la infanta como a las meninas en un estado de claridad casi absoluta, mientras que los personajes alejados de ellas se muestran sutilmente oscurecidos. Con este detalle finalizado, pasaremos a la pérdida del centro como el último punto central de la obra.

El tercer punto toma parte del primer elemento, al referir la elipsis sobre el centro. Confusión antes que la armonía. Esta pintura refuerza el sentido de confusión de la época barroca. El protagonismo no recae en las meninas, como sugiere el título, aunque no está de más decir que el enfoque tampoco recae del todo en la infanta. De esta manera, concluimos el análisis de la obra de Velásquez: para entrar en la última expresión artística de índole arquitectónica, la Fachada de la Iglesia Jesuita de Tepotzotlán.

Para abrir este punto, hablaremos de una obra novohispana en lugar de una europea, cuya localización se ubica en estado de México; en Tepotzotlán. Los puntos a destacar son el estilo churrigueresco, su estructuración caprichosa y su ostentosa decoración. Empecemos por el el estilo churrigueresco, una variante del barroco español. Un estilo que se muestra excesivo, y del cual los neoclásicos acusaron de ser burdo. El segundo punto es su estructuración caprichosa. Este decorativo pretencioso, y un desliz ostentoso que manifiesta la iglesia es chocante. Su excentricidad arquitectónica e imponente, pero con columnas inutiles, evidencian este mal gusto que el neoclasicismo contemplaba de su antecesor. El último punto queda ya definido gracias al segundo, lo que me permite finalizar el análisis y dejar al lector un punto de vista dirigido hacia el arte plástico barroco. 

Gerardo Emmanuel Morales Rodríguez
Emmanuel.morales@alumnos.udg.mx