Año 16, Número 219.
Anda libre en el surco, bate el ala en el viento,
late vivo en el sol y se prende al pinar.
No te vale olvidarlo como al mal pensamiento:
¡lo tendrás que escuchar!
Habla lengua de bronce y habla lengua de ave,
ruegos tímidos, imperativos de amar.
No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave:
¡lo tendrás que hospedar!
Gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas.
Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar.
No te vale decirle que albergarlo rehúsas:
¡lo tendrás que hospedar!
Tiene argucias sutiles en la réplica fina,
argumentos de sabio, pero en voz de mujer.
Ciencia humana te salva, menos ciencia divina:
¡le tendrás que creer!
Te echa venda de lino; tú la venda toleras;
te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir.
Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque vieras
¡que eso para en morir!
Gabriela Mistral
Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, conocida en el medio literario como Gabriela Mistral, nació el 7 de abril de 1889, en Vicuña, Chile. Desde muy joven, debido a necesidades económicas se vio obligada a trabajar como auxiliar pedagógica y posteriormente como maestra.
Fue cónsul en Madrid, Lisboa, Nápoles, Niza, Los Ángeles y Ciudad de México.
Su carrera como poeta fue reconocida en 1914 cuando a los 25 años ganó el premio literario “Juegos Florales” en su país con su obra Sonetos de la muerte, publicada con el seudónimo de Gabriela Mistral.
En 1945 fue acreedora al Premio Nobel de Literatura por su “poesía lírica, inspirada en emociones fuertes y que ha hecho de su nombre un símbolo de las expectativas idealistas de todo el mundo latinoamericano”,de acuerdo con el comité evaluador.
Gabriela Mistral murió el 10 de enero de 1957, a la edad de 68 años, dejando un legado literario en donde destacan temas como el deseo maternal, el instinto femenino y la muerte.