Año 15, Número 208.
—Porque a nosotros nos gusta hacer nuestras actividades sin ayuda de un robot, como decía el poeta Whitman: “la articulación más pequeña de mi mano avergüenza a las máquinas”. Nos gusta disfrutar del pensamiento y de la maravillosa imaginación. Además, desde pequeños leemos libros de papel; cada vez que tenemos uno en las manos lo olemos, le cambiamos de página, seguimos los renglones con nuestros dedos, lo subrayamos y, a veces, le hacemos pequeñas anotaciones, tener un libro en mis manos es uno de mis mayores placeres.
Fragmento del cuento “Averiados” de Alejandra Alonso
Evangelina Bolitocha
Cuento uno
¿Y si pudiéramos ir más allá de la madriguera? Si nuestra imaginación o la vida misma nos enseñara más allá de lo que se ve a simple vista, si nuestro ojo izquierdo pudiera crecer a un tamaño exorbitante como el telescopio que traspasa las nubes o el horizonte. Si la caída dentro de la madriguera se prolongara hasta que el basta fuera un mundo apócrifo, donde un padre da en sacrificio a su hija, inducido por el hechizo de un personaje mitológico con patas de cabra. Si pudiéramos pararnos de cabeza y eso nos llevara al futuro donde los niños y niñas como mecanismo de defensa pueden hacerse bolita y girar como si fueran insectos llamados cochinillas. Todo esto y más es posible en el mundo de la escritora zapotlense Alejandra Alonso, más conocida como Ale Aloeu.
El mundo de sus averiados, ese mundo es visible gracias a ella y sus antecesores que se atrevieron a entrar en la madriguera como el rey inglés Lewis Carroll, o la mexicana Amparo Dávila, o una de las más contemporáneas, la argentina Mariana Enríquez; los y las escritoras raras, que no le temen a la oscuridad de la madriguera, porque la madriguera puede ser un corazón o un miedo, un rito o un mito, la enfermedad o el futuro; la rebelión de los cuentos desechados por escritores frustrados, o la perfección de la tecnología que nos transforma en vegetales; para Alejandra Alonso la madriguera es la circunstancia y el motor, la reversa y la atmósfera, el personaje y la historia, y ésta se hace presente a cualquier hora y en cualquier tiempo.
Cuento dos
Un personaje salido de algún collage desbocado (palabra bonita para este cuento) que aparenta ser una mujer llamada por sus padres y papeles con sello y firma María Alejandra Eusebio Alonso, donde se escritura que ella nació en 1992, en ese lugar ficticio llamado Zapotlán el Grande. En otros papeles que muestra de vez en cuando para que nadie se atreva a desterrarla de la realidad, se lee que es licenciada en Letras Hispánicas y profesora; algunos hacemos como que le creemos, porque sus grandes ojos narran cuentos divertidos, y no queremos que se vaya de este mundo de tecnicismos y temas realistas.
En el sur de Jalisco la nombran escritora, no de las inadvertidas sino de las extraordinarias, de las que cuesta encontrar en las toneladas de letras que se imprimen y ponen en venta. Ale con sus pequeños zapatos rasca un poco el piso y sin que nadie se dé cuenta hace crecer su raíz y es ahí cuando los frutos se manifiestan en ésta, nuestra realidad: primer lugar en el concurso del CUSur en categoría de poesía (2014), menciones honoríficas como la que ganó en el suplemento de la Jirafa (2014), entre muchos otros concursos. Segundo lugar en el concurso de cuento estatal de San Gabriel (2015), además de estar antologada en libros como Cartulario: muestra de las letras zapotlenses en 2018, la segunda antología de Escritoras Mexicanas en 2019 y la Antología de Cuento Corto Los excéntricos (2020).
En este 2022 presentó su primer libro de cuentos Averiados, publicado por el Gobierno de Jalisco en el concurso “La maleta de Hemingway”. Pero tanto las raíces de Ale como sus ramas no viran hacía las modas literarias o los temas en boga, no, esas cosas son aburridas, carentes de distorsión y anomalías, porque ella afirma que “los sucesos extraños, la locura, el futuro, y los personajes, en su mayoría adolescentes raros, se debe a que he trabajado mucho con niños, además que a mis hermanos menores me gustaba inventarles historias y también porque estoy obsesionada con dos personajes de la literatura: uno es Alicia, una niña que se encuentra en un mundo surrealista y el otro es Tochtli de Fiesta en la madriguera, que es un niño al que le gustan los diccionarios, los sombreros y las guillotinas”. Ale sacude un poco su cabellera larga, larga como la mujer de “Conejos blancos” de Leonora Carrington, y deja que los personajes olvidados y marginados que otras olvidan o desprecian, trepen por su larga cabellera como piojos, y así, germinen en ideas, en textos que una y otra vez corregirá; y éstos, sin duda, le provocan patalear, ya que para Ale el proceso creativo se divide en dos partes: “Creo que hay dos momentos, uno divertido y uno difícil; el divertido es cuando imagino el cuento, porque a mí me gusta mucho imaginar y salirme de la realidad. La parte difícil es cuando tengo que dar forma al cuento, porque si no logro armarlo sí me estreso, de todas maneras aunque logre armarlo casi nunca estoy conforme de cómo quedó”.
Cuento tres
Asistir al taller literario del profesor Ricardo Sigala en el sur de Jalisco, no sólo es una mala maña, sino una trampa, como tropezar y caer a la madriguera; no debería llamarse taller literario sino club de alcohólicos de las letras, un shot sabatino de tinta donde la copa es el papel, donde la plática se repite como el remolino que crea el agua en la taza del baño; una y otra vez te digo, una y otra vez, pero eso a Ale le gusta, y no sólo le gusta sino le alisa los bigotes que siempre se transforman en una gran sonrisa como a cierto gato que ya todos conocemos.
Pero volvamos al inicio y no, he dicho al inicio, porque el origen es más lejos y el reloj del conejo siempre hace tic tac aquí y en las sesiones del hombre barbado, y a quien nuestro personaje principal Alejandra-Alonso–collage admira y respeta, porque podríamos asegurar o mentir o ambas cosas, que Bastian, personaje barbado del cuento “Averiados”, está inspirado en el maestro Sigala: “Bastian, que ama leer libros de papel, no puede dejar que se extingan: dedica sus tardes y noches a copiar sus libros favoritos en hojas que él mismo recicla, rescata el papel dañado y el periódico viejo, lo convierte en bellísimas hojas nuevas, pasa horas y horas encorvado sobre su escritorio, transcribe con su admirable caligrafía, adorna las hojas con bellos marcos que contienen ángeles, flores y animales en miniatura. Es como un copista medieval. Despega los ojos de su libro cuando su alumna Numen lo toca por la espalda”. Ahora que lo releo, estoy segura que es él, y es que Sigala encarna y esparce diversos personajes y Ale Aloeu, aunque le gusta ordeñar la irrealidad, también gusta partir del caos, de nuestro mundo, si no fuera así, nunca hubiera visitado ese club de destartalados. Ella que nunca falta al taller de Sigala, ella que tiene ocho años asistiendo y parece no arrepentirse, instaló su nave, y mientras algunos beben desquiciados palabras embriagadoras o devoran cuartillas desquebrajadas, ella teje cuentos sin bastilla o con demasiado copete.
Yo pregunto: ¿Estamos locos por asistir a un taller de alcohólicos de las letras, a este festín del té donde la liebre ríe y ríe celebrando los no cumpleaños?, la respuesta no importa, tampoco a Ale, porque ella disfruta del festín, porque la vida se construye a escenas y para ella la realidad tiene que mezclarse con la fantasía, porque ésta a su vez tiene que ver con lo extraño y la exageración. Alejandra agradece a los escritoras y escritores desbordados, donde nada se explica, agradece que en el taller literario de su Sigala o Bastian, los sucesos repetitivos no pertenezcan a un orden sino a la locura, a lo estrambótico de la personalidad de los y las asistentes, a la naturaleza indómita de la literatura.
Cuento cuatro
Estamos averiados y siempre lo estaremos, pero eso es lo divertido, lo peculiar, lo que nos hace un poco podridos de las puntas, los que nos hace dudar y embarrarnos de lodo, lo que nos emociona de ser y estar, y es que ¿Quién no está averiado? ¿Qué mundo conocido o desconocido está proporcionado y perfecto? Y no sólo eso, por qué no hablamos de ello y contamos las historias que no nacen derechas, aquellas que tal vez les falte algún trozo porque algún perro juguetón se comió el inicio o lo de en medio, no es la primera vez que se nos dice que tenemos que ser normales y funcionar, no es la primera, han venido muchos a decirnos que tenemos que pararnos derechos y caminar sobre la línea puntiaguda, que miremos la realidad detenidamente, sabiamente, que no nos detengamos a soñar, que los sueños son para dormir y no para ser contados durante el día, que este mundo es algo serio, pero yo entre más me lo creo me vuelvo más loca. Entre más me lo tomo en serio lo siento más pesado, más gris, más sinsentido, y es que Ale y las pocas Ales que han nacido como ella y todas las que vendrán, describen a los averiados con una emoción intrínseca, con un cosquilleo, como si estar averiado es un bien no tan común pero necesario, como si estar averiado es la antítesis de la aventura, qué importa si los tornillos se salen un poco, qué importa si nos atrevemos a mirar los pecados de otros tan de cerca hasta sentir la niebla.
Y sí, aquí y en china no es fácil escribir, ni ser escritora, y si el ser escritora se enreda demasiado, Alejandra siempre porta un mandil en el cual guarda unas pequeñas tijeras y un lápiz, porque al fin y al cabo el mundo es suyo y si hay que podar, que así sea, y si el cuento no está terminado escribirá unas líneas más, aún con el temor que los párrafos anteriores guarden cierto rencor; quizá por eso prefiere las historias cortas: “Me gusta más el cuento porque es más fácil de recordar toda la historia, y eso es como una pequeña película que puedes proyectar varias veces en tu cabeza para ver si no te equivocaste en una escena, y la novela es más larga, es más fácil que se te escapen detalles, hay muchos cuentos en la literatura que puedo recordarlos de pies a cabeza, sin embargo, hay novelas que no puedo recordar todos los detalles como el Quijote”.
Un poema más corto
Pero esto no es una serie de cuentos cortos o largos, este es un poema donde se palpita el alma de la escritora Alejandra Alonso, donde se recomienda su libro Averiados usando las metáforas y los hipérbatos para que ella ría con los dientes que pueden ser bigotes largos, largos, construidos por su cabellera lisa, lisa, para que siga escribiendo y esa mano tan delicada, casi de papel, casi de recorte, no se canse hasta el final de los días de escribir esos misterios que sólo ella ha descubierto, para que nuestros ojos los vean, y no olviden nunca que ahí están, y que los podemos ver gracias a ella; gracias a los escritores y escritoras raras que no se conforman con la realidad y sus límites, que observan cómo a lo lejos todo se puede desfigurar, y sí, así es, todo y todos estamos un poco chuecos y chimuelos de alguna parte, aunque sólo lo sabremos si entramos a la madriguera. Y yo, queridos lectores, me he vestido para la ocasión, aplaudo con guantes de satén a una escritora nacida en el sur de Jalisco que merece ser leída, que merece ser pasada de palma en palma, y tal vez le suceda como a Arreola y otros tantos, quizá no sea entendida al instante, pero sí al tiempo, ahí donde éste se transforma en infinito, en relativo, en una broma, en un tropezón, en una caída dónde nunca se sabe a dónde llevará.
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