Año 13, número 160.
Hiram Ruvalcaba Ordóñez participó con el libro de crónicas Los niños del agua, que aborda temas como la pérdida de los nonatos
Iván Serrano Jáuregui
Hablar de la muerte no es
sencillo; mucho menos lo es cuando se trata de aquellos seres anhelados que por
alguna razón no alcanzaron a nacer o que incluso vivieron poco tiempo en
nuestro mundo. A estos pequeños se les conoce como mizuko, en la cultura japonesa.
Esa palabra, en español, se traduce como “los
niños del agua”, expresión que lleva por título una de las crónicas que
le da nombre al libro ganador del Premio Nacional de Crónica Joven Ricardo
Garibay 2020, escrito por el maestro Marcos Hiram Ruvalcaba Ordóñez.
El autor es egresado y actual académico de la Licenciatura en Letras Hispánicas
del CUSur y coordinador de Esquina Franklin Guadalajara, espacio que se
encuentra en la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco Juan José Arreola
(BPEJ).
El escritor, originario de Ciudad Guzmán, es fiel estudioso de la cultura
japonesa, pues además es maestro en Estudios de Asia y África, por El Colegio
de México.
Él compartió que este libro lo integran siete crónicas, cuatro hablan sobre
situaciones que de alguna forma tocan distintos aspectos de la muerte. Al
respecto comenta que: “Me di cuenta de que la pérdida de estos niños que no
nacen no tiene una manera de sobrellevarse, pues no suele haber una red de
apoyo en la familia o amigos; no porque la gente sea mala o insensible, sino
porque no estamos acostumbrados al tema. Pero en Japón sí existe una ceremonia
en la que las familias que padecieron de un mizuko ofrendan, por el espíritu
del niño, una pequeña estatuilla de cantera que representa a Jizō, que es un
bodhisattva (ser iluminado) que ayuda a las almas de estos pequeños a llegar a
la tierra pura y así no se queden vagando en las orillas del Sai no Kawara, el
río donde esperan para que los conduzcan al paraíso”.
Sobre ese tema y sus rituales en el
país asiático, los cuales presenció entre 2017 y 2018, el autor creó crónicas
adaptándolas a contextos como el de México. “Japón toca este tema de una forma
compleja y seria. De alguna manera, otorga una esperanza a los padres que no
saben en dónde queda esa historia, porque uno se pregunta: ‘¿Vale la pena
sufrir por esto, si ni siquiera nació o era muy chiquito, y ni siquiera conviví
mucho con él (ella)?’”, manifestó.
Crónicas para repensar la muerte
En el libro Los niños del agua, Ruvalcaba
Ordóñez presenta crónicas sobre contextos cercanos: “Hay una crónica sobre el
tema de los agroquímicos que han intoxicado a niños de Autlán de Navarro; otra
sobre una visita inédita que tuvo el Premio Nobel Kenzaburō Oé con Octavio Paz
y Gabriel García Márquez en México”, declaró.
También habla sobre el niño Aylan Kurdi, quien murió ahogado en playas de
Turquía, así como el teléfono del viento (kaze no denwa), ubicado en el pueblo
de Ōtsuchi, Japón, donde la gente entra a una cabina y habla con una persona
que perdió.
“Otra crónica es sobre Jizō, el
ser iluminado que ayuda a las almas de los no nacidos, otra es sobre el ritual
de los niños del agua y también sobre rituales que tenemos en México”. Otro
texto es sobre las carpas y el Jardín Japonés del Bosque Los Colomos. “Algo que
ahí cuento es que la hermosa estatua blanca que tienen ahí es Kannon, una
bodhisattva, y no la tal llamada diosa Dagoin Sambion, como muchos en
Guadalajara creen”.
“El libro tiene unidad, a pesar de que no es novela, si lees las crónicas de
principio a fin hay una intención de que aprendas cosas. Hay crónicas muy
densas, pero al final se entenderá el porqué fueron tratadas. Más que hablar de
Japón, es entender que la pérdida de un ser humano siempre nos hermana”,
recalcó.
El Premio Nacional de Crónica Joven Ricardo Garibay es organizado por la
Secretaría de Cultura federal, la Secretaría de Cultura de Hidalgo y el Fondo
Editorial Tierra Adentro, que editará el libro como parte del galardón.