Año 14, Número 181.
Se estima que más del 60% de las personas han sido víctimas de por lo menos una conducta de abuso en sus relaciones de pareja. Esta problemática causa un gran sufrimiento en las víctimas y tiene consecuencias que pueden llegar hasta la muerte
Sandra Paola Javier Juárez
Carlos Alejandro Hidalgo Rasmussen
Valeria y Pedro comenzaron a salir, casi recién entraron a la universidad. Todo parecía ir de maravilla, pero al pasar de los meses Pedro comenzó a celar a Valeria, le pidió que cambiara su forma de vestir, la vigilaba en todo momento, incluso le decía con quién sí y con quién no podía hablar, usaba una aplicación para saber donde estaba en el momento real, la chantajeaba, la ignoraba y además la culpaba por sus acciones.
La relación de Valeria es abusiva y como ella existen muchas mujeres y hombres jóvenes que han sufrido algún tipo de abuso en sus relaciones de pareja, como en el noviazgo, en las relaciones de «amigovios», en los free, etc. Se estima que más del 60% de las personas han sido víctimas de por lo menos una conducta de abuso en sus relaciones de pareja. Esta problemática causa un gran sufrimiento en las víctimas y tiene consecuencias que pueden llegar hasta la muerte.
Investigaciones como la de la Dra. Reed (2017) destacan la existencia de dos grupos de conductas abusivas. Uno de ellos integra aquellas conductas que si se presentan en una sola ocasión es suficiente para generar un daño importante en la víctima, por ejemplo, las violaciones y la publicación en redes sociales de contenido íntimo sin consentimiento. Estas conductas, en la mayoría de las ocasiones, sin duda se reconocen como conductas abusivas.
En el segundo grupo de conductas abusivas se encuentran aquellas que, si se presentan en repetidas ocasiones, la víctima podrá percibir un daño significativo. Las conductas de este último grupo son de gran relevancia, debido a que son las más difíciles de reconocer. Son llamadas “invisibles” en muchas ocasiones, ya que se suelen confundir con muestras de amor o cariño, por ejemplo, una persona puede pensar: “si me cela es porque me quiere o me está cuidando”, y aunque se crea que no pasará nada, el abuso podría aumentar considerablemente.
Estas conductas son, por ejemplo: leer los mensajes privados o revisar el celular sin consentimiento; chantajear a la pareja para que muestre estos mensajes o acceda a que revise su celular como signo de amor o confianza; insistir en que la pareja no hable con otras personas o que no vaya a fiestas; controlarla para saber dónde está y con quién está, con el argumento de que pretende cuidarla; amenazar con dejar la relación cuando discuten; ignorar o aplicar la ley del hielo; culpar a la víctima por las acciones de la pareja; exigir que la pareja no use algún tipo de ropa en particular; decir la manera en que la pareja debe comportarse; no tomar en cuenta las opiniones de la pareja o descalificarla; controlar la última hora de conexión en aplicaciones de teléfono celular; realizar acusaciones falsas; hacer bromas hirientes; confundir a la pareja y hacer sentir que imagina o malinterpreta cosas, etc.
De acuerdo con la Dra. Borrajo (2015), el abuso sutil se ha normalizado considerándose como parte de la dinámica de la relación de pareja. Sin embargo, en ningún sentido las conductas abusivas descritas forman parte de una relación de pareja saludable, debido a que están violando los derechos de las personas y poco a poco irán disminuyendo la calidad de vida de las víctimas.
Es importante destacar las acciones que se pueden realizar para tener una relación de pareja saludable. Es necesario conocer las conductas de abuso para poder distinguirlas cuando se presentan en las relaciones; cuestionarse los estereotipos de género y las creencias del amor romántico que favorecen la emisión de conductas abusivas entre los miembros de la pareja. Además, es recomendable trabajar en la resolución de problemas y en la comunicación asertiva, así como buscar el apoyo de profesionales de la salud mental.
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