Año 18, número 264.

Ilustración: IA Magic.

La industria del fast fashion transformó la forma en la que la humanidad consume moda; nos ofrece prendas a precios muy accesibles y en constante renovación. Sin embargo, las consecuencias ambientales de este negocio son muy severas, especialmente en México, donde la producción de textiles se ha disparado en las últimas décadas. Esta industria es una tendencia por la que han optado muchas marcas de ropa, por ejemplo: SHEIN, Zara, GAP, Levi´s y H&M. Esta moda se caracteriza por la producción rápida de prendas a un precio bajo con el objetivo de satisfacer la demanda constante y cambiante del público, además de la rapidez de las tendencias.

En el pasado, las marcas ofertaban sus colecciones entre una o dos veces por año, hoy prefieren modificar su oferta de prendas una vez al mes como mínimo. Así también, con la finalidad de disminuir el costo que implica la constante producción de prendas. La calidad de producción es menor y se desechan rápidamente, lo que a su vez genera una cantidad enorme de desperdicios.

El término se popularizó por primera vez en un artículo de The New York Times en 1989 para describir la primera apertura minorista de Zara en Estados Unidos. Según el Times, el objetivo de la marca era que en solo 15 días un diseño pudiera estar disponible para el consumidor. ¿Qué es el fast fashion (la moda rápida) y por qué es tan controversial?

Grandes impactos

La producción de ropa rápida necesita grandes cantidades de recursos naturales. En nuestro país, la industria textil consume enormes volúmenes de agua desmedidos, un recurso que se agota paulatinamente en varias regiones como Baja California, Sinaloa, Guerrero, Chiapas, la península de Yucatán y el Valle de México. Para fabricar una simple camiseta de algodón, se llegan a necesitar hasta 2,700 litros de agua, una cantidad inmensurable que agota fuentes hídricas locales. Además, el uso de pesticidas y fertilizantes en el cultivo del algodón contamina suelos y cuerpos de agua.

A través de sus proveedores en México (las fábricas Kaltex y Lavamex) Levi’s contamina los cuerpos de agua. “Esto afecta la salud de los ecosistemas y la vida de las comunidades que viven en sus alrededores” denuncia Pierre Terras, coordinador de la campaña Tóxicos de Greenpeace México, “Greenpeace denuncia que marcas como Levi’s y Nike contaminan ríos de México”.

Los procesos de teñido y acabado de la ropa generan desechos llenos de químicos que, si no se manejan bien, se vierten en ríos y lagos, lo que afectan a la biodiversidad y la salud de comunidades cercanas. En México, múltiples fábricas textiles no cumplen con las regulaciones ambientales y lleva a la contaminación de nuestros recursos naturales. El modelo de esta industria promueve una cultura de usar y desechar, lo que resulta en enormes cantidades de residuos textiles. Se estima que, a nivel global, más del 90% de la ropa usada termina en vertederos y en México, la situación no es diferente. La falta de infraestructura para el reciclaje y la reutilización de prendas agrava el problema, ya que la mayoría de los desechos se incineran o se entierran, a consecuencia de esto, se liberan gases de efecto invernadero.


Además del daño a nuestros recursos, la industria del fast fashion en México está vinculada a condiciones laborales precarias. Muchos trabajadores enfrentan bajos salarios, largas jornadas de trabajo y condiciones inseguras. La presión por producir rápidamente y a bajo costo suele llevar a la explotación de la mano de obra, especialmente en comunidades vulnerables.

Una alternativa sostenible

A pesar de los desafíos, hay movimientos en marcha para mitigar el impacto del fast fashion en México. Existen iniciativas de moda sostenible como la promoción de marcas que utilizan materiales reciclados y orgánicos como Carla Fernández, Cöko, Caralarga y Someone Somewhere; las prácticas éticas y el comercio justo, están ganando terreno. Además, la educación sobre el consumo responsable y la reparación de prendas son pasos fundamentales hacia un modelo sostenible.

El comercio justo está ganando reconocimiento, lo que incentiva a los consumidores optar por productos que no solo son sostenibles, sino que también apoyan a comunidades vulnerables. Un ejemplo es el equipo de Carla Fernández, que trabaja de cerca con los artesanos con el objetivo conservar la riqueza cultural en México. “Ellos realizan el tejido en telar manual agregando toques únicos a cada prenda y recibiendo un pago justo por su trabajo; de esta forma contribuyen al desarrollo de sus comunidades” (12 Marcas de Moda Sustentable y Ecológica en México).

Junto a estas acciones, se llevan a cabo talleres que enseñan a las personas la importancia de elegir prendas duraderas y de calidad, así como la relevancia de reparar en lugar de comprar. Estos pasos son fundamentales para fomentar una cultura de consumo más consciente que abogue por un modelo de moda más sostenible y ético en el futuro, donde la responsabilidad social y ambiental se conviertan en prioridades en lugar de una simple opción.

El impacto ambiental de esta industria en México es una realidad alarmante que requiere atención inmediata. Desde el uso excesivo de recursos naturales hasta la generación de residuos tóxicos y la contaminación. Es esencial que tanto consumidores como las prendas adopten las soluciones al problema: promover una moda responsable no solo es un acto de conciencia ambiental, sino también un paso hacia un futuro más equitativo para todos. El cambio no será fácil, pero es un camino necesario para proteger el medio ambiente, o lo que queda de él, y tratar así de buscar un mejor futuro para las próximas generaciones.

Juan Pablo Reyes Cabral
juan.reyes1704@alumnos.udg.mx