El tatuaje ha dejado de ser un símbolo con un estigma negativo, al menos dentro de algunos grupos sociales
Evelyn Flores
Daniela Hernández
Los tatuajes no son un arte reciente, sino que lleva miles de años presente. Según descubrimientos arqueológicos, la aparición de los tatuajes se remonta a 5.000 años como un símbolo de lucha, rituales y mística. Se cree que los primeros tatuajes fueron portados por mujeres del antiguo Egipto por motivos religiosos; la momia Amunet, sacerdotisa egipcia, por ejemplo, llevaba líneas y puntos en su cuerpo.
Sin embargo, el significado que tienen los tatuajes ha ido variando conforme pasan los años y dependiendo la cultura en que se utilizan. En la antigua Grecia, los tatuajes eran distintivos de los esclavos y criminales para identificarlos con rapidez; mientras que en la cultura Polinesia, era costumbre llevar el cuerpo tatuado como una representación del estatus social o valentía. Incluso en México, existen rastros de esta práctica en una momia correspondiente al periodo Posclásico encontrada en Oaxaca en 1889 por Leopoldo Batres.
Pero ¿qué pasa ahora? El tatuaje ha dejado de ser un símbolo con un estigma negativo, al menos dentro de algunos grupos sociales. Pues se tenía la visión de relacionar a una persona con tatuajes con acciones delictivas. Poco después, con los años cincuenta, se ha tomado la imagen de los tatuajes como un simbolismo que representa identidad. Se ha convertido en una alternativa de los jóvenes para afirmar su individualidad y gustos con un significado completamente personal, alejado del carácter religioso o de estatus social. Ahora que este estigma ha disminuido gracias a las redes sociales y a una visión más joven, un estudio de la Universidad Autónoma de México (UNAM) demuestra que el 32% de los mexicanos tienen al menos un tatuaje.
Con esto, también ha incrementado en el país el número de profesionistas que se dedican a la industria del tatuaje. Aunque no existe un porcentaje oficial, se estima que al menos 6 mil personas son tatuadoras, de acuerdo a los datos de Organizaciones de Tatuadores de México. Elvira Vázquez y Génesis Larios son mujeres que se dedican a esta profesión en el municipio de Zapotlán el Grande.
Elvira Vázquez comparte su experiencia como tatuadora desde hace ya cinco años. Desde los doce comenzó su interés por el dibujo, la música y los tatuajes, aspectos que influenciaron en su personalidad y que terminarían por definir su estilo de trabajo y profesión como tatuadora hasta el día de hoy. Aunque no todo fue fácil, pues aún con su gran habilidad, existían estos estigmas sobre las personas tatuadas; que si son personas con ningún estudio, que si son drogadictos, que si son ex reclusos etc. Sin embargo, ante estos estigmas, Elvira comparte algo de lo que se dio cuenta: “cuando empecé a tatuar ya más seguido me empecé a dar cuenta que pues yo tatuaba a todo tipo de personas”.
Sin embargo, ese no es el único problema al que se ha enfrentado a lo largo de su profesión. Elvira señala que, al ser mujer en este ámbito, se encuentra con comentarios desacreditadores que hacen los hombres sobre su trabajo: “sólo estás aquí porque eres mujer”. Y por si eso no fuera suficiente, ella junto con otras chicas que también se dedican al tatuaje, mencionan que incluso como profesionista el acoso no se exenta por parte de los clientes.
Sin embargo, pese a las adversidades, Elvira se mantiene fiel a su profesión. Ve en el tatuaje una forma de expresión artística que siempre evoluciona dependiendo los nuevos estilos que vayan surgiendo. De igual forma, comparte que lo que más le gusta dentro de su trabajo como tatuadora es la manera en que las personas pueden expresarse a través del tatuaje. “Me gusta mucho también la parte del significado, siento que los tatuajes para mí representan una manera de poder expresar al mundo lo que tú realmente sientes, quieres y te gusta”.
Por último, Elvira nos habla sobre su experiencia de transicionar de la antigua y pesada máquina de bobinas a la máquina Pen, que es un modelo mucho más ligero, práctico e higiénico que le ha facilitado el trabajo no sólo a ella, sino que a muchos más tatuadores.
Por otra parte, Génesis Larios, tatuadora desde hace 2 años y actualmente estudiante de Educación Primaria, se interesó por el mundo del tatuaje gracias a las redes sociales. Al principio, sólo tenía curiosidad por el sentido artesanal que había en torno a la profesión, además de que era más una persona de tener tatuajes, que de hacerlos. Sin embargo, después de que su novio comprara un kit para hacer tatuajes a máquina, ella se atrevió a hacerlos, basándose en los tatuadores que seguía en internet.
En cuanto a su trabajo, Génesis prefiere utilizar una técnica artesanal llamada handpoke por lo poco común que es en la región, pues considera que es una técnica más bondadosa con la piel que la máquina de tatuaje. Génesis cuenta que con ella es la mano y pulso del tatuador los que crean todo el trabajo. El handpoke es una de las primeras técnicas de tatuaje que se realizaban en el pasado y, en el caso de México, el proceso se hacía con espinas gigantes que terminaban en pico. Génesis aprendió el handpoke a través de tutoriales en internet por el poco conocimiento sobre la técnica que había en su círculo y ahora cuenta que, ver vídeos o preguntar en comunidades de Facebook es lo que ha ayudado a perfeccionar la técnica.
Lo que más le gusta de su profesión es la confianza que se genera entre ella y sus clientes durante la realización del tatuaje, más allá de lo técnico que es tatuar a alguien. Por otro lado, al referirse si el tatuaje es un arte, Génesis expresa que lo considera así, ya que parte de su trabajo es plasmar algo de su esencia, como lo haría cualquier artista.
A pesar de que los tatuajes se han convertido en una tendencia más visible en la actualidad, señala que se ha encontrado con gente que no se ha dado el tiempo de expandir sus percepciones acerca de éstos. Afortunadamente, las nuevas generaciones se abren al cambio y van borrando este estigma.
Génesis cuenta su experiencia al desenvolverse como tatuadora en un medio donde son más conocidos los tatuadores hombres que las mujeres. Sin embargo señala que el 95% de sus clientas han sido mujeres, y acuden con ella porque, en algunos casos, quieren realizarse un tatuaje en una zona específica, pero les da vergüenza que un hombre tatuador las vea. Por otro lado, y en un caso más personal, expresa que considera que los círculos de tatuadores hombres (y entre los mismos clientes) no tienen suficiente apertura sobre las mujeres en esta práctica: las miran de manera despectiva, o hacen comentarios infravalorando su trabajo.
Destaca que actualmente en Zapotlán el Grande son cada vez más las mujeres que se están interesando por trabajar en este arte, por lo que considera importante voltearlas a ver y darles la oportunidad de que se desarrollen en el ámbito.
Sin duda, las experiencias de Elvira y Génesis muestran que poco a poco el arte del tatuaje va dejando de ser un estigma social para convertirse en una manera de mostrar la identidad, gustos y esencia de las personas, y poco a poco son más las mujeres que se involucran este ámbito y también quienes hacen uso de la tinta para plasmar en su piel un significado.