Año 17, Número 236.
Caminando por las calles empedradas de mi pueblo para ir a visitar a mi maestra una vez más, me pongo a reflexionar en lo importante que es ella para mí y en lo mucho que ha aportado a mi persona
Evelyn Flores
Hoy es 26 de mayo, un día de primavera bastante soleado, y hoy voy en camino a visitar a Guadalupe Ahumada, mi abuela postiza. Sin embargo, ella no es como mis otras abuelas, ella es “la oveja negra”, pues desde pequeña, le gustaba pasar el tiempo, a comparación de otras niñas de su edad, en la biblioteca personal del abuelo José Vasconcelos.
Después de al menos quince operaciones de la polio, no podía salir y tenía que permanecer en casa. Con su sillita de ruedas iba al despacho del abuelo y él le pasaba postales y libros para que se entretuviera y leyera todo lo que quisiese.
Sin embargo, y como si devorar todos aquellos libros no fuera suficiente, ella aprendió cinco idiomas desde pequeña, español, inglés, portugues, francés y alemán. Gracias a eso, y a toda su experiencia intelectual, es que la conocí como mi maestra, por allá en el 2013 en mi pueblito Tapalpa, en su gran casa con jardín donde ella me daba clases de inglés y francés.
Caminando por las calles empedradas de mi pueblo para ir a visitar a mi maestra una vez más, me pongo a reflexionar en lo importante que es ella para mí y en lo mucho que ha aportado a mi persona. No fui ni de lejos su única alumna, ella a lo largo de su vida se ha dedicado a enseñar diversas cosas, tanto a grandes como a pequeños. En mi caso particular, me enseñó muchísimas cosas, entre ellas están inglés, algo de francés, arte, literatura, cocina y sobre vinos.
Desde siempre, sus mejores clases y pláticas han sido en su cocina. Es curioso pasar la mayoría de mi visita en su cocina, pues era el lugar al que, de pequeña, su mamá le prohibía ir, pero a nosotras nos tiene sin cuidado. Siempre que voy a verla me prepara deliciosas comidas, tomamos un vinito y de un momento a otro, la mesa de la cocina está llena de libros, fotos y escritos.
Caigo en cuenta que estoy por llegar a su casa. Abro el viejo portón de madera y me adentro hacia su gran jardín lleno de lavandas y bugambilias. Me encuentro también con sus dos perritas, Sasu y Jabibi que me reciben alegremente y me acompañan hasta la puerta de la casa. Entro y me inunda el aroma a galletas de calabaza, mis favoritas. Al llegar a la cocina ella me recibe con un gran y reconfortante abrazo, de esos que sólo las abuelas saben dar con total cariño y sinceridad. Nos sentamos a la mesa y comenzamos a platicar. Me platica que el medicamento para la ciática no le ha caído bien, que es mejor que le den ya su pase de ida y yo le contesto lo mismo de siempre: que todos tenemos un pase de salida. Ella sólo se ríe y seguimos con la plática.
Quizás fue después de todas estas comidas, anécdotas, lágrimas, risas y pinturas que comencé a tenerle un cariño especial y a considerarla como una más de mis abuelas. Fuera de mis viejas clases de inglés por la tarde, cada lunes y miércoles, comencé a conocerla más y compartir más cosas con ella. Me platicó que perdió a uno de sus hijos en un accidente. Que su mamá fue quien le enseñó los idiomas que conoce, así como también le mostró varias recetas que ella ahora me enseñó a mí. Que le gusta pintar y leer poesía cada domingo. Que le gusta tanto el té como los buenos vinos. Que ama a su abuelo con todo su corazón. Que extraña a su nieta adolescente. Y sobre todo, que nos quiere a nosotros, a todos los que somos sus alumnos.
Sin embargo, nunca falta que en todas nuestras reuniones se le de por mencionar, que aspectos tan pequeños como entusiasmarse por comprar cositas diminutas como pinzas para la ropa o cuidar de sus escarabajos, la hacen una persona rara para su vieja edad. Yo le digo que no es cierto, que a mí me gusta mucho ver aspectos tan lindos que la entusiasman a ella, y que al menos conmigo puede ser la oveja negra que tanto dice ser, porque a fin de cuentas, estoy segura de que muchas de las personas que llegamos a conocerla, quedamos pasmadas de la personalidad tan bondadosa que sólo ella posee. Es por ello que no me cabe duda de que yo no soy la única persona que la visitará el día de hoy, el día de su cumpleaños.
evelyn.flores3032@alumnos.udg.mx