Año 16, Número 219.

Nadie puede llamarlos humanos porque sería darles entidad

Agustina Bazterrica, Cadáver exquisito

Lizeth Estefanía Cervantes Torres

Agustina Bazterrica nos presenta en su novela Cadáver exquisito un universo decadente en el que las palabras toman la realidad y la moldean para crear una sociedad grotesca y distópica. Animales de todas las especies han contraído una enfermedad que es letal para el consumo humano, debido a esto, la industria cárnica se ha decidido por una alternativa tanto repulsiva como escalofriante: producir y vender carne humana.

Antes de comenzar a profundizar en la novela, hay que tener el concepto de cosificación en mente, ya que esta palabra es clave para comprender el tema central de este artículo. Según la Real Academia Española, una de las definiciones para la palabra cosificación es la de “reducir a la condición de cosa a una persona.” De esto podemos concluir que se trata de una conducta dañina para la persona a la que se cosifica, pues esto la vuelve vulnerable a ser violentada, debido a que no es percibida como un individuo. Así es como sucede en Cadáver exquisito, las personas que serán sacrificadas pasan por un proceso en el cual son despojados de sus nombres y les es arrebatada la identidad, dejándolos convertidos en meros productos a consumir. 

Ahora bien, en la novela, las palabras son la vía principal mediante la cual los personajes van convirtiendo el tabú que representa el canibalismo en una cotidianidad. Para ello, deliberadamente evitan llamar “humanos” a las personas que serán sacrificadas, en cambio los llaman “producto” o “ganado”, despojándolos de su humanidad. Gracias a esto, descubrimos la importancia que la autora atribuye a nuestro lenguaje, pues ella asegura que éste tiene el poder de disfrazar acontecimientos y distraernos de la realidad.  “El lenguaje nunca es inocente, es político, y las palabras que decimos, o dejamos de decir, expresan la manera que tenemos de posicionarnos en el mundo. Además de que el lenguaje es un cómplice en la construcción de la realidad, es un canal a través del cual naturalizamos situaciones que si las nombráramos tal cual son nos harían reaccionar de otra forma”. Afirmó Agustina Bazterrica en la revista Letra Urbana. 

Otro tema que abona al argumento central de esta obra, son las hembras a las que sacrifican en el matadero, éstas no sólo son cosificadas para el placer gustativo, sino también el sexual. En algunos momentos de la novela vemos a estas mujeres ser víctimas de violaciones, cosa que, obviamente, no es tomada con la debida preocupación por parte de los demás personajes. Hay una escena en específico que describe la situación. El protagonista nos narra acerca de una ocasión en la que él, junto con un compañero de trabajo, tuvieron que ir a la casa de una pareja que había comprado a una “hembra” recientemente para criarla y después comerla. La visita tenía como objetivo inspeccionar y asegurarse de que ésta contara con las vacunas establecidas y el acondicionamiento adecuado. Sin embargo, al entrar en la casa encuentran a la “hembra” atada, dentro de una caja, escondida debajo de la cama. “Cuando la mujer entró al cuarto y vio que habían descubierto a la hembra, se quebró. Empezó a llorar, a decir que el marido tenía sexo con la hembra y no con ella, que estaba harta, que la habían reemplazado por un animal…”. Por el contexto de la situación sabemos que lo que está sucediendo no es algo consensuado entre el marido y la “hembra”, sino que se trata de una violación, pero esto no le importa a nadie, de hecho, su abuso sexual ni siquiera es nombrado de esta manera, sino que utilizan un término específico para estos casos: “El equipo especial fue a la casa y confirmó que la hembra había sido gozada «de todas las maneras posibles». El dueño, un hombre de unos sesenta años, fue condenado y lo mandaron directo al Matadero Municipal. La mujer recibió una multa y se le decomisó a la hembra, que fue vendida en una subasta a un menor precio por, como la llama la terminología, «gozación proscripta».” De este modo la violencia sexual es disfrazada a través del lenguaje, permitiendo que la cosificación continue.

Otro ejemplo claro de cómo los personajes que participan en la historia usan las palabras para no turbar su propia comodidad, se encuentra justo durante la transición. Muy pocas carnicerías se atrevían a vender carne humana, y la mayoría de las personas que solían consumir la carne de animal estaban muy perturbadas por el cambio. Sin embargo, con el tiempo, más y más personas fueron aceptando el nuevo menú. Gran parte de que eso fuera posible, se debe a los ajustes que las distribuidoras hicieron en los nombres que ponían a sus productos: “Recuerda la misma publicidad, una y otra vez. Una mujer hermosa, pero vestida de manera conservadora, les sirve la cena a sus tres hijos y al marido. Mira a cámara y dice: «Yo le doy a mi familia alimento especial, la carne de siempre, pero más rica». Todos sonríen y comen. El gobierno, su gobierno, decidió resignificar ese producto. A la carne de humano la apodaron «carne especial». Dejó de ser solo «carne» para pasar a ser «lomo especial», «costilla especial», «riñón especial».” Si bien eso fue por parte del gobierno, la otra parte que ayudó a que el cambio ocurriera fueron los mismos consumidores, quienes terminaron ingeniándoselas para simplificar a sí mismos la tarea de comprar carne humana sin culpas: “Al poco tiempo y, basándose en los cortes de los cerdos, la gente empezó a llamar a las extremidades superiores manitos y a las inferiores patitas. Con ese permiso y con esos diminutivos que anulaban el espanto, la industria las catalogó de esa manera.” Así la sociedad entera, tanto vendedores como consumidores, distorsionan la realidad a su conveniencia.

En una entrevista para Revés Online Agustina Bazterrica declaró: “La objetivación del otro, la despersonalización, hace que lo corramos del lugar de humano (de par) y lo podamos violentar, matar, discriminar, lastimar, estereotipar. Porque no entendemos que el otro tiene tantas complejidades como uno, que está atravesado por una realidad, un contexto, oportunidades o la falta de ellas.” Y claro, como podríamos esperar de una sociedad en la que la deshumanización es el pan de cada día, ésta no se queda tan solo en las personas que son vendidas como productos, también lo podemos notar en otros sectores de la población que participan dentro de la novela. Un ejemplo de ello es cuando se presenta a los “carroñeros”, descritos como seres salvajes e ignorantes que se conforman con recoger la carne enferma y en mal estado que se desecha del matadero. Sin embargo, la realidad es que se trata de personas marginadas en situación de pobreza extrema, que luchan por obtener comida así esté en un pésimo estado. La empatía con la que se les trata a lo largo de las páginas es completamente nula, ni siquiera se les ve como humanos y tampoco se les nombra como tales. El resto de la sociedad vive indiferente ante el contexto y la necesidad de aquellos a quienes no perciben como iguales.

En este punto, creo que es fácil darnos cuenta de la importancia y el impacto que las palabras pueden tener en la sociedad y de cómo el ser humano puede llegar a normalizar actitudes o pensamientos dañinos. Incluso, podemos extrapolar la situación que nos presenta Cadáver exquisito a un acontecimiento de la vida real. Cada vez que se reduce a otra persona únicamente a su orientación sexual, género, color de piel, condición física o mental, incidimos en actitudes deshumanizantes. Por poner un ejemplo concreto, cada que alguien tacha de “prieto” a una persona cuya piel es de un tono más oscuro, reduce a esta persona a una mera palabra, a una característica que cree inferior y la posiciona por debajo de aquellas que sí cumplen con el canon. A través del lenguaje se comienzan a normalizar actitudes discriminatorias que ponen a la parte afectada en un estado de vulnerabilidad. Claro, tal vez esto no suene tan drástico como comerse a una persona, pero eso no quita que con ello perjudicamos a otros seres humanos. 

Como podemos observar, la novela de Agustina Bazterrica es una excelente representación del poder que nuestro lenguaje tiene para alterar el contexto social en el que vivimos, es gracias a éste que la manera en la que percibimos o somos percibidos se puede ver afectada. Nos muestra, a través de una sociedad distópica, una serie de situaciones sórdidas que por su naturaleza inhumana vemos como algo imposible, sin darnos cuenta de que nosotros somos partícipes a nuestra manera. Y, si bien todo este análisis respecto a la cosificación a través del lenguaje me parece uno de los puntos más fuertes e interesantes de la obra, lo cierto es que está conformada por una amplia variedad de eventos y situaciones que nos brindan, a nosotros los lectores, una diversa gama de perspectivas respecto otros problemas sociales a los que nos enfrentamos en nuestra vida cotidiana.

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