Año 13, número 146.
La música de Lorena es una mezcla entre el ranchero, el bolero y la polka, sus letras están llenas de metáforas, de una voz melancólica y apacible
Evangelina Bolitocha
Lorena es todas o ninguna
...
hay que ser hombre para olvidar
a una mujer si no hay otra igual
Andrés Calamaro
Hace tiempo recorrí con algunos amigos el pueblo de Apulco, pueblo que ha llegado a ser mítico gracias a que Juan Rulfo dijo en una entrevista que ahí había nacido. Recorrimos sus calles “chuecas”, incrustadas en el cerro, nos sorprendimos ante la casa más vieja, ubicada frente a la plaza que aún conserva su portal empedrado, saludamos a una anciana que asomaba su cabeza por la ventana. Recordé a Lorena Galindo y tal vez fueron aquellos grandes ojos que poseen la sinceridad y la profundidad de los sueños, lo que me hicieron recordarla y enterarme más tarde que aquella anciana era tía de Lore. Porque Apulco es el pueblo de Juan Rulfo y también de Lorena Galindo. De éste recuerda “Las noches inolvidables de música. En el pueblo había aficionados a la guitarra, casi a cada cuadra, así que se hacían frecuentes los palomazos y los mezcales hasta la madrugada. Yo apenas tenía siete u ocho años, pero lo disfrutaba bastante desde mi cama. Las voces y las guitarras se oían constantes como un eco”. En aquel pueblo del Sur de Jalisco germinó el anhelo por la música, por la guitarra española que se ha encarnado a sus brazos como la raíz de su vida: “Encontré un instrumento que podía acompañarme desde cualquier armonía y en cualquier estado de ánimo. Además pensé que era más sencillo porque convivía con guitarras en cada reunión familiar”.
En aquella infancia Lorena Galindo dormía escuchando música, desde entonces se le metió en la sangre y en los sueños. Tal vez por eso se convirtió en una de esas personas que parecen estar entre dos mundos: la realidad y el sueño profundo. Yo las llamo personas oníricas. En Zapotlán he conocido algunos personajes que destilan el sueño al respirar, hay algo en su forma de mirar, soltar las palabras, su manera de ver la vida, una particularidad que los convierte en artistas. Quiero que quede claro que no soy la persona más astuta del mundo, en realidad podría definirme como una torpe, pero mis carencias siempre han sido cubiertas por cualidades únicas, por ejemplo, reconocer la diferencia entre el verdadero artista del que no lo es. Sé que suena pretensioso, si el lector en este punto ha llegado a creer que no leyó lo que creyó leer, lo volveré a repetir, sé reconocer a un verdadero artista. Esta cualidad me ha llevado a apreciar la música, por esta cualidad conocí a Lorena Galindo.
Hoy Lore reside en Portland, Oregón. Mientras llena maletas con cosas que dejará en el pasado, contesta mis preguntas vía internet. La imagino con algún cigarro entre las manos, su guitarra cerca de su cama por si llega algún ritmo, guardando objetos con su figura delgada y menuda y, a pesar de la distancia, hablando conmigo. Hablando de lo que le apasiona, no porque un día consideró que era el camino que la llevaría a la fama, al foco del mundo, sino el camino que la llevaría a reconocerse, a mirarse al espejo con la plenitud de la esencia misma, suya y de nadie más.
Lorena dijo hace tiempo, soy despistada, olvido las llaves, la hora, cualquier objeto imperdible, así soy. Olvidó decir que aunque es despistada para el funcionamiento cuerdo del mundo, para las situaciones obvias, no lo es para lo que realmente importa. Por ejemplo para sentir, para crear y transmitir la música. En eso parece una espina de limón que entra en la carne, inyecta un néctar aromático que de a poco se mezcla en la sangre. Ella creció escuchando el género ranchero, principalmente a José Alfredo Jiménez, Cuco Sánchez y Amparo Ochoa, más tarde se inclinó por la trova, Silvio Rodríguez y más. El bolero fue lo primero que aprendió. Para Lorena, su música es una mezcla de ranchero, bolero y polka, esta última no sabe de dónde vino. Sus letras están llenas de metáforas, de una voz melancólica y apacible donde canta “y también nos bebimos la lluvia y también el cemento”, “¿A dónde van los sueños de los hombres que se visten de mujeres, en la arena de un burdel?” o “Despierta, abre tus ojos, si estás dormido… si estás volando sin dirección”.
¿Qué es para ella la música? Lorena responde desde una distancia relativa “La mujer que no he podido conquistar del todo. Coqueta y risueña pero inalcanzable. Este deseo de seguir experimentando es el que hace que los demás aspectos de mi vida funcionen”. Inevitablemente Lorena es una mujer y como tal opina sobre la feminidad: “Es inherente al ser humano. Incluso los hombres son femeninos a veces ¿Cómo no van a serlo si hemos sido criados por una fémina?” Lo que más le gusta de ser mujer es “el hecho de que seamos cíclicas y lunáticas. Significa tener la capacidad de percibir el mundo desde un montonal de perspectivas. Lo mejor es que no tienes que aprenderlo, es natural.”
Lorena Galindo hace una última confesión, regresa a Zapotlán a finales de 2019, esa maleta que prepara es para ese viaje anhelado. Para ella la existencia es un mero hecho de existir, es lo más importante “y hay que celebrarla de a como se pueda”. Sobre la huella que ha dejado su música nos dice que existe un disco en el canal Visión Cósmica del también zapotlense Osvaldo Flores, otro medio para encontrar su disco es la página SoundCloud.com. Actualmente Lore se encuentra preparando las últimas canciones que piensa grabar en Zapotlán, además de estar con apertura a invitaciones. Por último, como la torpe que soy, que he sido y que siempre seré pregunto lo obvio ¿A pesar de la distancia, cómo te sientes respecto a Zapotlán? ella responde: “Me lo traje completo y es inevitable. Lloro granos de elote”.