Año 16, Número 217.

En La mujer mejicana y Una boda en Tuxpan, Refugio Barragán de Toscano, además de presentarnos unos vívidos cuadros de costumbres, deja entrever en su discurso una crítica contra la sociedad y el varón

Imagen: Decimonónicas- Catálogo de autoras mexicanas del siglo XIX

Miriam Darnok Sandoval Gómez

La literatura siempre ha sido esencial para comprender el pasado, el presente y hasta el futuro; también nos invita a tomar un barco hacia un momento exacto de nuestra historia. En más de una ocasión en que la lectura me ha tomado entre sus brazos, me he encontrado maravillada por lo que diferentes autores escriben, ya sea por la historia, por los personajes, o simplemente por la belleza del lenguaje. Vaya sorpresas me he llevado cuando, oculta en un abrigo elegante o escondida detrás de una puerta, aparece una que otra frase en la que la mujer es menospreciada y atacada. No es secreto que gran cantidad de autores “importantes” dentro de nuestra historia literaria, de filósofos incluso, son los que se han dado a la tarea, desde tiempos remotos, de escribir en contra del género femenino. Malvadas, engañosas, víctimas de flaqueza, sin sesos, volubles y entrometidas son unas de las pocas “virtudes” que se les ha otorgado a las mujeres.

Sin duda, leer cada uno de estos pasajes en donde el género femenino es humillado de manera repetitiva es motivo suficiente para que un volcán haga erupción. El único consuelo es que, en contra de todas las posibilidades, existieron literatas que portaron su pluma como si de un arma se tratase y la usaron en defensa de la mujer; Refugio Barragán de Toscano es un gran ejemplo de ello. En La mujer mejicana y Una boda en Tuxpan, la autora, además de presentarnos unos vívidos cuadros de costumbres, deja entrever en su discurso una crítica contra la sociedad y el varón. Para doña Refugio existe un motivo esencial por el que la mujer en aquel momento no había podido hacer un alto a las injusticias propiciadas por el otro género: la falta de educación. Este es precisamente el tema que se abordará en este breve hilado de ideas. De manera exacta, voy a comprobar mi tesis de que la autora concibe a la educación como un medio para que la mujer pueda alcanzar la libertad.

“La vida no es vida si la mujer no tiene educación”, parece advertirnos la escritora. Una mujer pueblerina se nos presenta entre el papel, alejada de todo, cuya vida ha sido reducida a estar encadenada al trabajo diario con el afán de poder sobrevivir, de conseguir el pan que la mantendrá anclada a la vida. Sin embargo, ¿Alguna vez esta dama podrá conseguir el pan que, lejos de sólo atarla al mundo, la liberará? Es desafortunada la situación pues esta moza no sabe de la existencia de este otro pan; ignora la vida sin saber que la está ignorando. Sin educación, finge que existe en el mundo y deja correr el reloj de su vida. Es cruel que “ese no saber”, esa falta de formación será su peor enemiga, un verdugo que la acecha sin que ésta se dé cuenta. Tendrá una ilusión de lo que es vivir, pero la felicidad que parte de las ideas es algo que nunca vivirá en carne propia, y por ende, no podrá alcanzar la libertad. En voz de Barragán de Toscano: “la mujer del pueblo lleva casi siempre la risa en los labios. Ve con indiferencia la vida y ni el día que pasa ni el que viene la preocupan”.

Entre rituales, historias, supersticiones y nahuales se encuentra Pascuala, una mujer indígena que desconoce que la educación es de suma importancia. Esta joven, a causa de su poca instrucción, se convierte en la presa ideal de la superchería. Es cierto que las leyendas, los mitos y lo “fantástico” en general siempre ha sido parte de la vida, sin embargo, no saber diferenciar entre lo que es real y lo que no, parte de la falta de preparación. Barragán de Toscano vincula la falta de educación con la credulidad; es la educación la fiel amiga que te tiende la mano para no dejarte caer al acantilado de la falsedad, es la que va a evitar que la mujer siga el camino incorrecto, el de la incauta que se ve seducida por las falsas brujas y el aceite de lámpara. Una mujer ingenua como Pascuala, que se guía por la superstición, puede creer en embrujos artificiales y atribuir a ellos sus desdichas y enfermedades. Tal y como se observa en el texto, esta mujer cree que su hijo muere del mal de ojo cuando en realidad lo hizo a causa de una fiebre. “Esa mujer nos hace desgraciados, ya lo miras y no podemos hacer nada contra ella porque es hechicera”.

Por los apartados anteriores se podría llegar a creer que nuestra escritora sólo hace una crítica a la escasez de educación de los estratos sociales más bajos, pero no es así. La autora vislumbra que la educación es de importancia para todas las mujeres, pero de forma desafortunada, no se apostaba por ella en ninguna clase social. De igual manera, entre sus textos nos muestra a otra joven, de alta cuna, con una fortuna inconmensurable y con todas las comodidades del mundo que, a causa de que su formación, ha caído en la vanidad, en el despilfarro y en la idea de que la belleza lo es todo. Una mujer no es completamente libre si no comprende que hay cosas más importantes que el atributo de la hermosura, que esta cualidad no puede equipararse a la magnificencia que parte de la moral, de las acciones y de lo que tiene en la cabeza, de las ideas y del soplo de la inteligencia. Y todo esto, de manera un tanto reiterativa, sólo se genera a partir de la educación, pues quienes han logrado prepararse de manera excepcional “brillan más por su cualidades morales y distinguidos modales, que por el oro, la seda y los brillantes que visten”.

Quizás uno de los momentos en que Refugio Barragán de Toscano más se lamenta es cuando percibe que toda mujer a quien se le ha negado la educación se ha visto privada de una de las dichas más grandes que puede haber en este mundo: saber leer. Es la lectura una de las armaduras más fuertes que el género femenino puede llevar consigo, pues, nuevamente, a partir de ella, se puede conocer lo que se encuentra alrededor; lo que parecía secreto y oculto deja de serlo. Horrible es verificar que, para el hombre, que es el que regía toda la sociedad, el hecho de que el género femenino se cultivara, que aprendiera a leer, era un atrevimiento. Ya se llegó a mencionar en La ciudad de las damas, “quienes han acusado a las mujeres por pura envidia son hombres indignos que, como se encontraron con mujeres más inteligentes y de conducta más noble que la suya, se llenaron de amargura y rencor”.

Para el hombre, que creía que la mujer era un simple objeto de su propiedad que podía perder en cualquier momento, la lectura surgía como un demonio que despertaba sus celos, creía que “por leer un billete amoroso”, la dama se podía apartar del “camino correcto”. Al género femenino les cortaban las alas que podían obtener de la lectura, y las sumían en las terribles tinieblas del desconocimiento. “En su alma había aspiraciones; pero esas aspiraciones, apenas nacidas morían entre las afiladas garras de la más absurda ignorancia”.

En conjunto con la lectura, la escritura se trata de otro elemento que debía ser fundamental para aquella mujer que se retrata en las instantáneas de Refugio Barragán. Para quien se dedica a la escritura quizás no hay peor muerte que el no poder escribir, el separarse de su pluma y nunca volver a dejarla correr; este motivo es precisamente el que nuestra narradora concibe en sus textos. La autora considera que uno de los peores efectos de la falta de educación es el no tener acceso a expresar sus ideas mediante la escritura. Este bello arte implica más que sólo tomar un papel y “hacer recados amorosos”, supone reflexionar, dar rienda suelta a las ideas, filosofar, sentir y sencillamente emprender un vuelo hacia la imaginación, hacia lo intangible y maravilloso. Que la mujer tuviera acceso a la educación generaría que las damas aprendieran a crear con sus manos por medio de la escritura; a su vez, ayudaría a hallar consuelo en la soledad que tan brillante se torna cuando escribes. Para dar una probadita de lo que nuestra estimada mujer de letras expone, dejo esta cita, para deleite del lector.

¡Oh! ¡Si yo hubiera tenido que vivir en ese tiempo, me habría asfixiado a fuerza de contener dentro de mi ser esa multitud de ideas, que bullen en mi cerebro ardiente; esa infinidad de pensamientos, que como bandada de aves, se agitan en el cielo de mis ilusiones!             

Para finalizar con este escrito que hace rato ha dejado de ser breve, presentaré el último argumento a favor de la educación, que parece surgir de los primeros manantiales del feminismo, y que se arropó en la obra de la literata. Toda aquella joven que no reciba una educación, simplemente estará ciega de sus capacidades, una venda le cubrirá la mirada y no la dejará conocerse. Como parece mostrarse en las lecturas, la ignorancia de la mujer es la que le había permitido al género masculino cometer arrebatos y abusos. El desarrollo intelectual es el que le quita de una vez por todas la desventaja a la mujer, lo que le permite decir “¡Aquí estoy! y ¡Soy tan capaz como cualquiera!” Referencia más grande no nos podría mostrar Barragán de Toscano: “Tómese en cuenta que soy una mujer, y que al escribir los infortunios de mis hermanas se infla la sangre en mis arterias, pensando en la postergación a que nos han sujetado las caprichosas leyes de los hombres”.

En conclusión, todos los párrafos anteriores han ayudado a sustentar la idea de que en La mujer mexicana y Una boda en Tuxpan la educación se muestra como algo fundamental en la vida de la mujer, y es esta formación la que permite que el género femenino pueda alcanzar la libertad en todo sentido. La educación propicia que se fortalezca la intelectualidad que había sido tan ajena al género femenino, y al verse estimulada, la mujer puede verse libre en muchas áreas. Educarse implica aprender a vivir sin ignorar, a vivir sin ser una simple observadora, permite que la ingenuidad sea desterrada junto con las supersticiones. Instruirse dará herramientas para ser libre en cuerpo y alma, libre en lo exterior y en el área de las ideas; ayudará a entender que todo lo bello no sólo parte de lo físico, sino también de lo moral. La lectura y la escritura son confidentes de la dama que durante tanto tiempo había sido menospreciada. La educación es una salvadora, la libertadora de toda mujer.

darnok.sandoval@alumnos.udg.mx