Año 16, Número 215.

Ilustración: Vecteezy

Rosa Eugenia García

En términos de inclusión y equidad ¿Qué tan abierto está el mundo para que las mujeres gobiernen? Es sabido su difícil acceso a los cargos públicos de poder. Hay países como México, Estados Unidos y España en los que jamás una mujer ha ocupado la silla presidencial o su equivalente. La visión feminista sostiene que este asunto es cultural, pues a pesar de las narrativas de apoyo solidario, en la realidad persisten los obstáculos para que la igualdad en temas de poder político se haga presente.

Dos botones de muestra recientes. El primero en términos de actualidad, el segundo desde la proximidad latinoamericana. Liz Truss, quien ha pasado a la historia del Reino Unido por ser la primera ministra que menos tiempo estuvo en el cargo, tras sólo 45 días desde que fue invitada y Dilma Rousseff, mandataria brasileña entre 2011 y 2016, quien dejó el poder en un contexto de enjuiciamiento político por acusaciones de corrupción.

Liz Truss fue primera ministra tras un predecesor hombre, Boris Johnson, que tuvo serias dificultades con la pandemia por Covid-19. Con la salida del Reino Unido de la Unión Europea, antecedida por un Brexit de tinte nacionalista, con altos índices inflacionarios, además del contexto de guerra europeo protagonizado por Rusia y Ucrania, fueron factores que también afectaron su capacidad de mantener la estabilidad económica. Todas estas circunstancias que llevaron a su dimisión fueron las mismas con Truss, con serias diferencias de tiempo y circunstancias, pues sus compañeros de partido la criticaron en su afán de establecer medidas drásticas que pusieron aún más nervioso al ya tembloroso sistema económico inglés. Así, Liz Truss, quien recibió críticas de extraños, también enfrentó a sus propios colegas del ala conservadora, quienes la aislaron para finalmente dejarla sola en un contexto de descalificaciones.

Lo que más marcó mi recuerdo de la salida de Dilma Rousseff fue la reacción de mis amigos cariocas, a la sazón una docena de ellos con quienes compartí una estancia académica en Toronto en 2016, quienes eufóricos y triunfalistas declaraban que estaban muy orgullosos del derrocamiento de la mandataria. Sus narrativas aludían a los niveles de corrupción de su gestión.  Lo que no pude evitar es recordar la historia de gobiernos corruptos que han estado no sólo en aquel país, sino en todos los de nuestra querida América Latina, incluidos algunos dictatoriales, todos ellos, por cierto, protagonizados por hombres, que nunca terminaron en un proceso de juicio político, como sí sucedió con ella. 

El punto no es si la capacidad para gobernar es paralela al género, sino el imaginario social construido desde la cultura para dar un trato equitativo a los gobiernos presididos por personas de diferente género. Este par de experiencias dan claves para entender cómo las sociedades tienen menos tolerancia y mayor grado de exigencia y crítica exacerbada para las gobernantes mujeres que para los hombres. Ciertamente, en materia de cultura política, sensibilizada por los criterios de equidad e inclusión, aún queda mucho camino por recorrer.

rosa.garcia@cusur.udg.mx