Año 15, Número 189.

Don Juan Tenorio de José Zorrilla, se encuentra en la Biblioteca Hugo Gutiérrez Vega del CUSur con la clasificación 862 ZOR

Melisa Munguía

Don Juan Tenorio: drama religioso-fantástico en dos partes es una obra de José Zorrilla que fue escrita en 1844. La historia ocurre en el siglo XVI en algunos lugares de Sevilla. Como el nombre lo indica, el personaje protagónico es don Juan Tenorio, un hombre subversivo que siempre logra su cometido. El periodo histórico en que fueron escritos estos versos nos anuncia que pertenece al movimiento romántico. Por medio de éstos, se presentan situaciones que aluden a lugares sombríos, pensamientos llenos de misterio y sentimientos que valen más que la razón. Asimismo, se encuentran rasgos sutiles de elementos barrocos, como el enredo y la importancia del honor.

 La primera parte ocurre en una noche. Después de un año, don Juan Tenorio y don Luis Mejía rinden cuentas sobre una apuesta. El ambiente se muestra tenso e incierto, pues desde antes de su llegada, los habitantes del pueblo se preguntan si acudirán o no. Es importante mencionar que, para agregar peso a la incertidumbre, varios de los hombres reunidos llevan puesto un antifaz. Asimismo, expresan siempre gran admiración por ambos personajes.

El honor presente en la obra declara su llegada en el momento de la rendición: don Juan gana la apuesta después de demostrar que mató a más hombres y conquistó a más mujeres que don Luis. Don Juan, orgulloso por su victoria, desprecia a quienes preguntan si no teme a las consecuencias de sus actos, mostrando un carácter burlón y afirmando que se dedica a vivir en el presente. Ese mismo honor hace que don Luis, en un intento por recuperar el suyo, acceda a una segunda apuesta. Ésta consiste en evitar que don Juan se acueste con doña Ana de Pantoja, prometida de don Luis. Resulta esencial la introducción de las figuras femeninas en esta escena, pues son prueba de la hermandad de esta obra con el barroco. La virginidad de estas mujeres es otra muestra de honor, pues éste no sólo las concierne a ellas, sino a sus padres y a sus amantes.     

 El enredo de estos versos se presenta por medio de trampas, éstas suceden en lugares poco iluminados y fáciles de burlar. Por supuesto, la astucia de don Juan lo proclama ganador, y tras su victoria llegan los reclamos. Don Luis arguye que el comportamiento de don Juan no fue honroso —y con justa razón, pues se hizo pasar por él para seducir a su prometida, doña Ana—. Don Gonzalo, el padre de doña Inés, tampoco se muestra muy contento con el resultado y acude a reclamar el honor de su hija. No hace falta mencionar que esta situación no termina bien; don Juan “se ve obligado” a asesinarlos a ambos.

Después de los acontecimientos, don Juan mantiene orgullo y huye a Italia, ¡sin doña Inés! Esto nos demuestra que, sin duda, don Juan únicamente actúa conforme lo demanda su yo, y esta situación da lugar al conflicto religioso y un tanto blasfemo de la obra. Existe un enfrentamiento entre el don Juan de la primera parte y el de la segunda. Es en este proceso que se observa el cristianismo de Zorrilla. Después de que don Juan se da cuenta del amor que siente por doña Inés, comienzan los acontecimientos misteriosos del cambio, del arrepentimiento. El sentimiento por encima de la razón ahora existe de una forma menos egoísta que en un principio. Todo da origen a un ambiente más sobrenatural en el que las situaciones fantasmagóricas juegan un papel primordial. 

 El misterio y los fantasmas que encontramos en esta parte son unas de las características primordiales del romanticismo. En ellas se guarda el deseo del hombre por conocer aquello que la ciencia no había explorado: el interior. Este concepto tan abstracto, que a veces tiene su lugar o encuentro en los sueños, y a veces en situaciones imaginarias, ve la tangibilización en un ente sobrenatural, especialmente cuando sus sentimientos rebasan la razón. Ahora don Juan se enfrenta a la decisión de arrepentirse o condenarse, y, por supuesto, actúa con ese cinismo que lo caracteriza.

En cuanto a las cuestiones de la lectura en sí, la obra es un poco extensa y el factor del enredo hace que se diga poco con mucho texto. Las acciones son lentas, sin embargo, se entiende que sea así, ya que los versos demandan secuencias distintas. Los personajes son prueba fiel de la importancia y la libertad que se daba al género masculino, que podía disfrutar de hacer su voluntad sin sufrir consecuencias muy difíciles. Dejando de lado esos detalles, Don Juan Tenorio es una lectura irrisoria que nos muestra las preocupaciones del imaginario de la época. Es especialmente notable el interés que muestra el autor por regresar al manejo de temas religiosos y de caballería —ahora desde la burla— que se habían visto suplidos en el neoclásico por modelos grecolatinos.

leslie.munguia5824@alumnos.udg.mx