Año 14, número 176.

La teoría de la literatura es una disciplina cuyo objetivo fundamental es el estudio del fenómeno literario. Pero esto es decir nada, pues no hay una sola forma de hacer teoría literaria

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José de Jesús Vargas Quezada

La teoría de la literatura es una disciplina cuyo objetivo fundamental es el estudio del fenómeno literario. Pero esto es decir nada, pues no hay una sola forma de hacer teoría literaria. Como sucede con todas las materias de conocimiento, existen diferentes tipos de teorías, algunas más serias que otras, algunas más inteligentes que otras. La propuesta que Ramón Rubinat hace en su libro ¿De qué hablamos cuando hablamos de obra literaria? me parece inteligente, seria y original, algo rarísimo en nuestros actuales estudios literarios.

Y es que un libro como el de Rubinat pretende, sobre todo, hacer inteligible la literatura. Y esto es algo que se agradece porque he sido testigo de los vicios y las pobrezas de la mayor parte de la interpretación literaria que se practica en nuestros días, una crítica más emocional que racional y menos sistemática que ocurrente. Y no podía ser de otra manera, pues nadie desconoce que en el ámbito hispánico la academia ha preferido importar teorías extranjeras, la mayoría de procedencia francesa, alemana y rusa, como si la lengua española no tuviera una formidable tradición de pensamiento. Nos ha parecido mejor copiar que crear, tanto así que seguimos interpretando la literatura con teorías de los 70’s o los 80’s, es decir, con teorías incompatibles con la realidad actual.

Literatos de todo rumbo y manejo, profesores, casi siempre de las facultades de Letras, gente en definitiva dominada por el discurso culturalista germano-francés, prefieren hacer una crítica literaria acomodaticia, crítica que esté en sintonía con el establishment académico y que les granjee algún prestigio, a veces una plaza fija de docente y no en pocas ocasiones diversas subvenciones estatales. Como una peculiaridad añadida a estos méritos, algunos de ellos se hacen acompañar de un revoltijo caricaturesco de adeptos, que investigan lo mismo y con las mismas condiciones y que a la larga se convertirán, si mal no les va, en socios de una metodología académica obsoleta.

Frente a esta realidad de los estudios literarios, los estudiantes tenemos otra opción, una de manufactura española, impulsada por Jesús G. Maestro, cuya teoría de la literatura se construye a partir de la filosofía más potente de la actualidad, el materialismo filosófico de Gustavo Bueno. Opción que ya ha tomado Ramón Rubinat Parellada, que estudió Teoría de la Literatura en la Universidad de Lérida y que publicó en el 2019 el libro ya mencionado. Cabe decir que el cimiento conceptual de este volumen se encuentra en la Crítica de la Razón Literaria y que tal vez vez por eso es una especie de luminaria en la oscura confusión de las teorías literarias vigentes.

Tres argumentos justifican la metáfora anterior. El primero es que el texto de Rubinat es una magistral lección de simplicidad. Lección que adquiere sentido cuando leemos a esos teóricos famosos (la mayoría de índole francesa, alemana o rusa) que al hacer teoría de la literatura enredan el lenguaje y las ideas. Segundo, porque sus planteamientos arrojan luz sobre un aspecto singular (aunque sorpresivamente poco tratado), como es el contenido de una obra literaria. Y tercero, y no menos importante, porque un libro semejante nos enseña que se puede hacer teoría de la literatura en español del más alto nivel. Inteligentes, serios y originales, los planteamientos de Rubinat no necesitan importaciones extranjeras.

Hecho este preámbulo, vayamos a la esencia del asunto. Rubinat señala, con una fórmula sintética, que el contenido de una obra literaria consta de tres elementos:

(1) Una fábula, una anécdota, los hechos narrados. Lo que responde a la pregunta «¿Qué pasa?». (2) Unos contenidos estéticos. Lo que responde a la pregunta: «¿Cómo se dice la fábula?». (3) Unos contenidos lógicos. Lo que responde a la pregunta: «¿Qué ideas hay (qué ideas se objetivan) en la obra?

Así de simple. Sin embargo, debemos tener en cuenta que estos componentes se encuentran siempre relacionados en symploké. Y aquí es donde radica la cuestión fundamental. Fábula, contenidos estéticos y contenidos lógicos se encuentran interrelacionados. Y siempre deben ser estudiados en conjunto, atendiendo a la lógica de dicha relación. Una relación que se fundamenta en el concepto platónico homónimo, según el cual «unas ideas están relacionadas con otras, pero no hay ninguna que esté aislada por completo, ni tampoco ninguna a la que estén subordinadas todas las demás». Una crítica literaria inteligente precisa, entonces, considerar la symploké existenteentre estos tres elementos.

El filósofo Gustavo Bueno dijo en alguna ocasión que los ejemplos no son necesarios para las personas inteligentes. No diré que el lector de este escrito necesita un ejemplo. Diré, más bien, que la correcta comprensión del asunto necesita una muestra, una donde se ponga en práctica la teoría de Rubinat. En el cuento Un día perfecto para el pez plátano, de J.D. Salinger, podemos leer el siguiente diálogo, que sucede mientras el protagonista y la niña están inmersos en el mar:

—Señorita Carpenter, por favor. Yo sé lo que estoy haciendo —dijo el joven—. Ocúpate sólo de ver si aparece un pez plátano. Hoy es un día perfecto para los peces plátano.
—No veo ninguno —dijo Sybil.
—Es muy posible. Sus costumbres son muy curiosas. Muy curiosas.
Siguió empujando el flotador. El agua le llegaba al pecho.
—Llevan una vida triste —dijo—. ¿Sabes lo que hacen, Sybil?
       Ella negó con la cabeza.
—Bueno, te lo explicaré. Entran en un pozo que está lleno de plátanos. Cuando entran, parecen peces como todos los demás. Pero, una vez dentro, se portan como cerdos, ¿sabes? He oído hablar de peces plátano que han entrado nadando en pozos de plátanos y llegaron a comer setenta y ocho plátanos —empujó al flotador y a su pasajera treinta centímetros más hacia el horizonte—. Claro, después de eso engordan tanto que ya no pueden salir. No pasan por la puerta.

—No vayamos tan lejos —dijo Sybil—. ¿Y qué pasa después con ellos?
—¿Qué pasa con quiénes?
—Con los peces plátano.

—Bueno, ¿te refieres a después de comer tantos plátanos que no pueden salir del pozo?
—Sí —dijo Sybil.
—Mira, lamento decírtelo, Sybil. Se mueren.
—¿Por qué? —preguntó Sybil.
—Contraen fiebre platanífera. Una enfermedad terrible.

Lógicamente en el anterior fragmento hay una fábula, unos contenidos estéticos y unos contenidos lógicos. La fábula del extracto es simple: un exmilitar dialoga con una niña acerca de los peces plátano. Pero si atendemos sólo a la fábula podemos decir que se trata de un hombre raro que inventa una historia extravagante, nada más. Algunos críticos han visto rasgos de pedofilia en el fragmento, sobre todo por el elemento aparentemente fálico del plátano y por la relación tan desenfadada y juguetona entre el hombre y la niña… sin embargo, ¿por qué se mata el hombre al final del cuento? Rubinat lo tiene claro: «si no entiendes la metáfora de los peces plátano, el final tampoco tiene sentido; dicho de otro modo: o adviertes la symploké o pierdes». Y es que Salinger narra que el protagonista se suicida, pero no deja constancia del por qué. Muchos de estos mismos críticos han dicho simplemente que era una forma de concluir el escrito. Muy bien. Con eso se quedaron. Pero nosotros, con el potencial de la teoría de Rubinat, podemos vincular la fábula con los contenidos estéticos y deducir así los contenidos lógicos que subyacen en el texto. La interpretación metafórica de este fragmento se encuentra aquí:

Los peces plátano [soldados] llevan una vida triste. Entran en un pozo [guerra] que está lleno de plátanos [soldados]. Cuando entran, parecen peces como todos los demás. Pero, una vez dentro [en la guerra], se portan como cerdos [bestias]. He oído hablar de peces plátano [soldados] que han entrado nadando en pozos [acción de guerra] de plátanos [soldados enemigos] y llegaron a comer [matar] setenta y ocho plátanos [soldados enemigos]. Claro, después de eso engordan [enferman] tanto que ya no pueden salir [curarse]. No pasan por la puerta [estrés postraumático]. ¿Y qué pasa después con ellos? Con los peces plátano [soldados]. Bueno, ¿te refieres a después de comer [haber matado] tantos plátanos [soldados enemigos] que no pueden salir del pozo [de la guerra]? Mira, lamento decírtelo, Sybil. Se mueren. Contraen fiebre platanífera [estrés postraumático]. Una enfermedad terrible.

Con la nueva óptica, deducimos entonces que el texto es una crítica a cierto discurso bélico de Estados Unidos. Discurso que muchas veces presenta a los excombatientes como héroes, pero matiza, o de plano elude, las inevitables consecuencias psicológicas de esos infelices. Pues nadie desconoce que dichos enfrentamientos conducen a veces a la destrucción psicológica de sus participantes. Y el texto, desde esta perspectiva, funciona como una metáfora del trauma insoportable y fatal de un excombatiente. Un detalle de la fábula valida nuestra interpretación: el hombre, después del acercamiento con la niña, sube a su habitación y se suicida. Y este final sólo tiene sentido si entendemos la symploké entre fábula (diálogo de excombatiente y niña sobre peces plátanos), contenidos estéticos (el relato de unos peces imaginarios y extravagantes cuya metaforización refiere al asunto de la guerra y al hecho de que algunos peces-soldados terminan fatalmente enfermos) y contenidos lógicos (una crítica del discurso bélico gringo, el cual matiza o elude las consecuencias nefastas que sufren los combatientes).

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