Año 18, número 276.

Un 12 de mayo de 1743, María Teresa primera de Austria es coronada reina de Bohemia. En esa misma fecha, pero de 1937, Jorge VI e Isabel son coronados reyes del Reino Unido y emperadores de la India. Tres años más tarde, Alemania comenzaría su invasión a Francia. El pasado 12 de mayo Vicente Preciado Zacarías hubiera cumplido 89 años. En algún lugar sobre la calle Andrés Quintana Roo hay una placa que lleva su nombre.
Si uno es bastante observador, se puede percatar que en toda esa manzana es la única casa que posee una chimenea exterior. Además de estas curiosidades no hay otra señal que indique que en ese lugar vivió Vicente.
Su casa era lo más parecido a un laberinto que se interconectada con pequeños pasillos y, como si se tratara de una casa espía, al mover un armario de una de las habitaciones, te llevaba a una cochera secundaria. En este lugar conservaba un carro verde de los 70 que, según decía, más de una vez intentaron comprárselo, pero siempre se negó, aunque no lo manejara le tenía tanto cariño como para deshacerse de él. La casa contaba con un patio extenso y poseía una pequeña fuente, un “juguete”, “un capricho” que ya no volvió a prender. Aprovechaba mis estancias en su casa para robarme las granadas y unas hojas santas que cada vez me ha sido imposible de encontrar. Además, veía qué tanto se había hundido en la tierra una escultura que según le había comprado a Tijelino.
Siempre que recuerdo esa casa no dejan de venir a mi mente las charlas y la colección de botellas de vino vacías que había en lo que él llamaba “cosero” (mueble que guardaba distintas cosas). Además de platicar y comer, siempre salía con una lista de libros que, después de tantos años, me ha sido imposible leerlos todos, me ha sido imposible seguir la marcha lectora de Vicente. Sus pláticas empezaban en algún lugar de México, hablaba de su familia, de sus antepasados libaneses y de su padre sacristán. Las conversaciones transmutaban a cómo conoció a Rosario Castellanos, una entrevista a Jorge Luis Borges o su breve interacción con Pablo Neruda. Después, por extraños motivos, la charla nos llevó a aguas lejanas y me platicaba sobre su estancia en España, su visita a Colonia y cómo, a veces, desde la ventanilla del avión, llegó a ver algunas islas de Grecia.
Sus pláticas oscilaban entre la crónica de viaje, la ficción y la desgracia. Era una experiencia por sí misma escucharlo hablar con tanta pasión y elocuencia. En esas tardes siempre nos acompañaba Matilda, la gatita atigrada qué transitaba con cierta elegancia por la casa. En más de una ocasión se subía a la mesa y Vicente siempre la bajaba, aunque no tardaba en desafiar la autoridad de su dueño y se acostaba justo en el centro. Vicente respetaba su presencia gatuna y la dejaba dormir, quizás no le veía sentido pelear con ella.
Vicente no solo fue un maestro, sino un amigo con el que me gustaba conversar más allá del ambiente escolar. Él me llevó a conocer diferentes ámbitos de la literatura y el cine. De hecho, era tanto su amor por los libros, que hacía fiesta por la adquisición de primeras ediciones, eran su autoregalo y lo festejaba con vino tinto. A él no le importaban los reconocimientos, las menciones y menos la vanagloria, casi todas sus distinciones, algunas firmadas por el presidente de la república, se encontraban en una pequeña bodega dónde guardaba cosas que eran “menores” para él, ahí mismo guardaba los libros de su autoría.
De seguro, si se enterase que estoy volviendo a escribir sobre él en su cumpleaños, no me regañaría, tampoco me felicitaría, su reacción sería algo más parecido a la neutralidad y me diría que leyera a Lugones, Kafka, Mann, Rilke, Zweig o cualquier otro escritor, porque él prefería que en vez de arreglos o homenajes se le dedicará una hora de lectura y recordarlo a través de esta. Él siempre será un hombre de ciencia y de letras, una persona que decía con orgullo ser vegetariano de media vida, amigo de Juan José Arreola, maestro fundador de la licenciatura en Letras Hispánicas del CUSur. Yo me siento orgulloso de haber sido su alumno y amigo.
El pasado 12 de mayo Vicente Preciado Zacarías hubiese cumplido 89 años. Sin embargo, su edad por siempre será 85.
Héctor Israel Rodríguez
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