Año 18, número 278.

Si tu me olvidas
Imagen: Jacqueline Contreras


Quiero que sepas una cosa.

Tú sabes cómo es esto:
si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.

Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.

Si de pronto
me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado.

Si consideras largo y loco
el viento de banderas
que pasa por mi vida
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día,
a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.

Pero
si cada día,
cada hora
sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos.


Pablo Neruda (1904–1973), nombre literario de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, fue un poeta chileno cuya voz marcó un antes y un después en la poesía del siglo XX. Su obra abarca desde la exaltación amorosa hasta la meditación histórica, pasando por lo cotidiano, lo político y lo existencial. Fue, ante todo, un explorador incansable del lenguaje poético.

Publicó su primer libro a los 19 años, pero fue a los 20 cuando revolucionó la poesía en lengua española con “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” (1924), una obra que conjugó la pasión, el erotismo y el sufrimiento amoroso con una lírica innovadora, accesible y profundamente humana. Este libro lo catapultó a la fama y hasta hoy sigue siendo uno de los más leídos y traducidos de la literatura hispanoamericana.

A lo largo de su carrera, Neruda no dejó de experimentar con la forma y el contenido. En “Residencia en la Tierra” (1933–1935), su poesía se tornó más oscura, simbolista y metafísica, retratando el desasosiego del hombre moderno. Esta etapa es considerada por muchos críticos como una de las más altas cumbres de la poesía surrealista en español.

Otra de sus obras fundamentales es el “Canto general” (1950), un ambicioso poema épico que recorre la historia de América Latina, exaltando su geografía, sus pueblos y sus luchas. Esta obra consolidó a Neruda como la conciencia poética del continente.

Pero Neruda también escribió sobre la vida sencilla: sus “Odas elementales” celebran lo cotidiano —una cebolla, un par de zapatos, el mar, el vino— con una mirada amorosa y humilde. En ellas demostró que la poesía puede habitar los objetos comunes y hacerlos eternos.

Su estilo fue siempre directo pero cargado de imágenes vívidas, metáforas sorprendentes y musicalidad. Fue un poeta del amor, de la tierra, del tiempo y del pueblo. Su obra abarcó múltiples registros sin perder nunca la fuerza ni la emoción.

En 1971 recibió el Premio Nobel de Literatura, como reconocimiento a una voz poética que fue capaz de transformar lo íntimo y lo colectivo en arte duradero. Murió el 23 de septiembre de 1973 en Santiago de Chile, dejando una obra inmensa, traducida a decenas de idiomas, que sigue siendo leída, amada y estudiada en todo el mundo.

Mirko Domínguez

Jacqueline Contreras

jacqueline.contreras@cusur.udg.mx