Año 16, Número 217.

El norte sobre el vacío, es un largometraje de la directora mexicana Alejandra Márquez Abella, cinta que ganó el premio a mejor largometraje en la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Morelia

Imagen: la estatuilla

Isaac Álvarez

Un tema que ha sido recurrente en los últimos años respecto a la industria cinematográfica nacional es el pobre apoyo a este sector. Si bien esto no es nuevo (las carencias de apoyo y las trabas para la difusión han existido desde hace rato ya) la industria nacional dio un giro y tomó empuje cuando, a finales de los noventa, una nueva generación de entusiastas le inyectaba una seriedad en cuanto valores estéticos y técnicos se refiere. Una generación que abrió con Guillermo del Toro, Alfonso Cuarón, Alejandro G. Iñárritu y los directores de fotografía Rodrigo Prieto y Emmanuel Lubezki; una generación que marcó un precedente para futuras realizaciones y con la que la industria comenzaría a gozar de cierto renombre en el marco internacional. Este precedente ayudaría también a que se fueran gestando más apoyos en forma de fideicomisos para la realización de producciones en territorio nacional. Intensivos que se han visto vulnerados en fechas recientes debido a la tan presente política de austeridad, obra de la actual regencia.

En días pasados del Toro manifestó su inconformidad con el corte de incentivos a la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, luego de que este organismo tuviera que suspender la convocatoria a los premios Ariel al no tener el apoyo federal. Este sistemático abandono en que el actual sexenio está dejando a las instituciones encargadas de apoyar el cine nacional explica también el poco, o hasta nulo recorrido por salas comerciales que tiene la mayoría de filmes independientes. Para éstos, las plataformas de streaming han supuesto un puente de salvación. Películas como Ya no estoy aquí (2019) de Fernando Frias, o Noche de fuego (2021) de Tatiana Huezo, han logrado su difusión gracias a este tipo de plataformas. Recordemos que ambas son además cintas multipremiadas como lo mejor del país en sus respectivos años.

Quise abordar este extenso preámbulo porque la cinta a la que se refiere esta reseña es una de esas producciones que se han visto beneficiadas gracias a los festivales (que ahora peligran), y han tenido la fortuna de ser rescatadas por una plataforma para su distribución. Hablo de El norte sobre el vacío, de la joven directora mexicana Alejandra Márquez Abella. Cinta que ganó el premio a mejor largometraje en la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Morelia, y que hace unas pocas semanas llegó a Prime Video.

La cinta nos narra la historia de Don Reynaldo, un hombre que ha sobrepasado ya sus años de juventud y vive junto con su esposa en el rancho que heredó de su difunto padre. En síntesis, el argumento que presentaban los avances comerciales era la historia de un hombre que “debe” defender sus tierras al ser amenazado por un grupo delictivo que busca sacarle dinero. Partiendo de esa escasa síntesis la película podría entenderse como un western, pero al profundizar más en la trama, nos podremos dar cuenta que es más una re-escritura del ya mencionado género. Quiero hacer énfasis en esto porque creo que es uno de los aspectos más interesantes de la cinta (y vaya que tiene bastantes) y me gustaría empezar por ahí. Como ya mencioné, uno siente que se nos cuenta una vieja historia ya conocida: un hombre solo ante el peligro que debe defender su parcela del ultraje de unos bribones. Esta tesis apela totalmente al western y ha sido explotada desde los pioneros del género, pensemos en John Ford, en Kurosawa con Los siete samuráis (1954) y su remake norteamericano Los siete Magníficos (1960) de John Sturges, o incluso en representaciones ya propias del catálogo del spaghetti western como Érase una vez en el Oeste (1968) de Sergio Leone. Todas estas referencias se fincaban en una misma base: uno o varios héroes que defienden a muerte un pedazo de tierra. Si bien, esta base sí se presenta en la película de Marquez Abella, donde se vuelve una reescritura es en dos aspectos fundamentales: el contexto histórico del argumento y la transposición del héroe ¿Por qué? Porque tenemos un western que transcurre en México, en específico en Nuevo León, en el plano de la actualidad y, nuestro héroe en cuestión, no posee ninguno de los atributos que el héroe de antaño tenía.

Cuando recién comienza la película se cuestiona el aspecto más fundamental del héroe en un western: su masculinidad. En la primera escena se nos presenta a Don Reynaldo –interpretado por Gerardo Trejo Luna– de cacería con su hermano y Rosa, la empleada doméstica de su rancho interpretada por Paloma Petra. Es una escena simple, casi sin diálogos, pero en la cual se plantea una situación que será detonante en el protagonista. Don Reynaldo no puede acertar nunca con su rifle. Vemos que los ciervos escapan y que el hombre se muestra enfadado por su mala puntería. Acción seguida, Rosa le quita el rifle y acierta el tiro en el primer intento, matando a un gran ciervo macho que, Don Reynaldo, mostrará posteriormente como un trofeo de su cacería. Dirá a todos en su familia que fue su tiro el que lo mató. En esta pequeña secuencia ya se sientan las bases en las cuales el personaje irá desdoblándose: estamos ante un hombre viejo que ni siquiera tiene la puntería que llegó a tener de joven, por lo que se ve forzado a mentir para mantener su prestigio como “el mejor cazador de todo México”.

Esta actitud de Don Reynaldo por aparentar algo que ya no es, por mantener intacta su masculinidad a través del paso del tiempo y recibir la aprobación de su círculo social, será el detonante que ya mencionaba antes. El mismo que le llevará, en esta re-escritura western, a defender sus tierras. Y esto es importante resaltar, pues aquí juega un rol fundamental la presión del “deber”. El “deber” es algo muy presente en los referentes del género citados arriba, pero en ninguno de ellos se le cuestiona. Esto no pasa en El norte sobre el vacío. Se cuestiona el porqué del “deber” de Don Reynaldo hacia sus tierras ¿Nuestro héroe debe defender su tierra porque es lo correcto? O ¿Lo hace por sentir una obligación hacia su masculinidad? Este cuestionamiento toma forma cuando vemos que los demás personajes se esfuerzan por hacerle ver que quedarse en su rancho y defenderlo es un suicidio, no un acto heroico. Don Reynaldo obviamente se opondrá a este punto de vista y, con rifle en mano, se quedará en el rancho para defenderlo por esa inconsciente obligación hacia el estereotipo del hombre valiente y aguerrido.

La directora ha mencionado en muchas ocasiones su interés por reflexionar acerca de la masculinidad y el derecho que las personas nos adjudicamos sobre la tierra. Este último punto tendrá una muestra gráfica en el cierre de la cinta que, sin adelantarme ni destripar la historia, hará hincapié en los únicos dueños de aquel yermo baldío.

Dentro de los múltiples aspectos positivos de El norte sobre el vacío se debe destacar el trabajo de Claudia Becerril, directora de fotografía, que logra una composición limpia y muy estilizada, recurriendo mayormente a planos generales y medios planos con cámara fija, donde el movimiento de la misma adjetiva la imagen de manera exacta puesto que el movimiento, como los primeros planos, son un elemento que Becerril utiliza sólo cuando es necesario. La película tiene imágenes potentes y bien logradas y, junto con la banda sonora de Tomás Barreiro y el montaje de Miguel Schverdfinger, se crea una atmósfera verdaderamente inquietante donde hasta el más ínfimo paneo eleva la tensión brillantemente.

Los invito a darle una oportunidad tanto a ésta, como a alguna de las otras cintas mexicanas que les mencioné y que pueden encontrar en plataformas, ya sea Netflix o Prime Video. Creo que la existencia del streaming es algo que podemos celebrar. Gracias a estos sitios el cine independiente –y no se diga el de países latinoamericanos– tiene oportunidad de ser visto.

isaac.alvarez4599@alumnos.udg.mx