Año 18, número 273.

El nadar
Imagen: Jacqueline Contreras

Yo sueño muchas cosas. Soñé con un libro sin nombre, sin principio ni fin, que tras leerlo me desgarró lo que dicen que es el alma. O quizás no fue un sueño.

“Leyendo entre calacas” es uno de los talleres que ofrece la Biblioteca Hugo Gutiérrez Vega. Ahí leí Dorsal (2022) de Nadia López García (Oaxaca, 1992), ganadora del XVI premio mesoamericano de poesía Luis Cardoza y Aragón en el 2021.

El poemario está dividido en dos movimientos. El primero «Olas tempranas», nos abre camino a palabras dolorosas y figuras que serán clave para el desarrollo del poemario, como el mar, la disidencia sexual, la muerte y la caída. El segundo movimiento «Olas tardías», desarrolla la muerte de Vicente (hermano mayor de la autora), la búsqueda de identidad y el reconocimiento por parte de sus padres. Vayamos por partes.

El mar, el agua

Cuando nos lanzamos al vacío del primer poema se hace presente el mar. El fraseo de los versos son violentos y prolongados, otros tantos cortos y suaves. Además, de que en el mar vive la figura central del segundo movimiento, los hipocampos, también conocidos como caballitos de mar. El protagonista tiene una fijación por esta especie marina, ya que le recuerdan a su hermano Vicente y estos caballitos, al no ser de tierra, no pueden galopar entre las olas, solo vienen y van, se dejan llevar por el flujo del oleaje. De alguna forma el mar representa la vida presente, una especie de añoranza de que todo se encuentra fluyendo y nada es fijo, pese a la tempestad que se vive en cada poema. El mar es el movimiento etéreo y la calma, una especie de añoranza de que todo saldrá mejor.

El agua, esa que no es salada, representa la muerte. Todo el agua que no es mar en el poemario tiene una extraña especie de calma, o mejor dicho, de estancamiento. El agua que propone Nadia López es un agua estancada, el cual le recuerda el lugar exacto donde fue encontrado su hermano, Vicente, como una especie de cascarón que flotaba a la deriva. La presencia del agua en Dorsal es un agua fétida, un agua muerta y que está en una terrible calma, es el agua una herida que no deja de doler.

Lo que se arrebata

El poemario es un ir y venir en la presencia de Vicente, desde su existencia viva, su muerte y el olvido. Pero esa no es la primera muerte en el poemario, ese puesto le corresponde a la abuela, que ocupa un lugar importante dentro del primer movimiento. Esta primera muerte es un arrebato propio de la edad, del ciclo de la vida el cual debemos de obedecer.

El segundo arrebato ocurre en el segundo movimiento, cuando nos enteramos de la muerte de Vicente y cuál se nos presenta como: “cuando mi hermano Vicente, aún, estaba aquí, cuando Vicente aún llenaba sus pulmones con el aire de este mar”(p. 32). Nada nos prepara para lo que sigue, porque su arrebato no corresponde a lo que dicta la naturaleza, sino a lo que dicta la violencia. ¿Cuánto cuesta un corazón, un par de ojos, unos riñones? Sobre la muerte de Vicente se nos dice que extrajeron sus órganos para su venta clandestina, por eso su cuerpo estaba flotando como cascarón. Esta muerte marca el principio del fin de la unión familiar. Es a partir de esto que todo empieza a desbordarse, a estancarse, a vivir eternamente en un pasado que fue pero ya no existe, y ya no tienen cabida en este presente donde el odio, la comparación y los rencores se establecen como el nuevo eje familiar.

Los caballos de mar y de tierra

Algo que une a ambos hermanos, más allá de los lazos sanguíneos, es la presencia de los caballos. Empecemos por Vicente. A él se le relaciona con el caballo de tierra, ya que a la edad de diez años visitaron a su abuelo en la Ciénega y este los montó a un caballo para que cabalgaran. El caballo terrenal es todo lo que muere, todo lo que ya no existe. Aquí Vicente es eso, fue terrenal y ya no esta presente en la vida de la familia. Ahora vive como un recuerdo que se añora, a tal punto, de desear la muerte de su otro hijo. “El otro día soñé que no moría tu hermano, soñé que morías tú” (p.54), dice su madre. Además, cada vez que nuestro protagonista recuerda a su hermano lo recuerda como un mar seco, un mar terrenal donde pueden habitar los caballos de tierra. “Mi Vicentito, no sé si ya lo sabes, pero me dueles como un mar seco” (p. 61).

Por otro lado nos encontramos ante la presencia de los caballitos de mar. Quizás se trate de una casualidad, pero los hipocampos parecieran tener una crisis de identidad, ya que son los machos los que dan a luz a las futuras generaciones de caballos de mar. Nuestro protagonista también sufre una crisis de entidad en la que él no es él realmente, es una estrella que desean no morir, es Estrella el nombre que elige para una posible transición. El caballito de mar se encuentra a merced de las corrientes marinas, no sabe hacia dónde va y dónde terminará. Nuestra protagonista consigue su primer caballo de mar en la orilla de una playa, muerto, y ella desea que solo esté dormido en un profundo sueño, al igual que desea que así se encuentre su hermano. 

Ícaro caído y las disidencias

Desde el primer poema aparece una palabra que será clave para el desarrollo de nuestra protagonista: Xochihua. Si hacemos una búsqueda superficial encontraremos que los xochihuas eran nombres que se identificaban como mujeres, en otros sitios dicen que eran hombres que se ha vestían del sexo contrario y ejercían la prostitución. Cualquiera de las dos formas, su nombre proviene del Dios mexica Xochipilli, Dios de las flores y la fertilidad, según la cosmovisión Mexica. No se sabe en qué momento de la historia se le empezó a relacionar como un Dios benefactor a los hombres o travestis que ejercían la prostitución, llegando en la actualidad a ser considerado como un “Dios gay”, aunque de esto no existe un registro claro. Pero dentro del poemario es la pieza que abre la búsqueda de la identidad.

Nuestro protagonista se llama Ícaro. En la mitología griega él fue hijo de Dédalo, el constructor del laberinto de Creta. Ambos fueron encerrados dentro del laberinto y Dédalo, para escapar, construyó unas alas de plumas con cera para salir volando de su prisión. En el mito, el joven Ícaro, ya en el aire y al sentirse tan libre, vuela tan alto que el sol derrite la cera que unía las plumas y muere al caer al mar. Aunque el mito nos enseña que la arrogancia y el exceso de confianza pueden tener consecuencias trágicas, en el poemario representa esta búsqueda de libertad que no está a su alcance. Cuando la protagonista intenta volar más alto, sus padres, a través de comentarios despectivos, o quizás al no saber por qué su joven hijo quiere convertirse en Estrella, le cortan las alas diciéndole que es un hombre. El único que entiende la diferencia de Ícaro es Vicente, que tras una conversación a él sólo le importa una cosa: “Vicente, confuso, preguntó si Estrella sería su hermana” (p. 64). 

El hipocampo y el olvido progresivo 

El hipocampo es aquella parte del cerebro, localizado en el lóbulo temporal, cuya función está relacionada con los procesos de aprendizaje y memoria. El hipocampo de la madre de nuestra protagonista empieza a fallar, a tal punto en que piensa que Vicente sigue vivo, y las veces qué recuerda que ya está muerto desea la muerte de Ícaro, el más joven de sus hijos, por ser un “mariquita”, alguien que “por su culpa” mataron a Vicente. El olvido solo llegara para traer a Vicente con vida, mientras que el recuerdo solo refresca el dolor de aquel que ya no está.

Yo sueño muchas cosas. Soñé que este libro era ficción y que nada de lo que se escribe es cierto, que todo se trata de una mentira, pero no es así. México cerró con cifras de 70 asesinatos diarios en el 2024. Además, entre los años 2007 y 2023,  hubo 751 asesinatos de personas trans, según los datos del Centro de Apoyo a las Identidades Trans. Dorsal de Nadia López García da visibilización a aquellas disidencias y a los asesinatos que después de tanto tiempo no dejan de doler como una herida que se mantiene abierta.

Lo que dije aquí es apenas una visión superficial de lo que trata el poemario. Así que no pierdan la oportunidad de leer Dorsal y hacerse suya la lectura. Además, pueden inscribirse a uno de los tantos talleres que se ofertan semestre a semestre en la Biblioteca Hugo Gutiérrez Vega y descubrir nuevas lecturas para que las vivan en carne viva.

Héctor Israel Rodríguez

hector.rodriguez7403@alumnos.udg.mx

rodriguezgarciah23@gmail.com