Año 18, número 277.

Donde la tierra da pitaya y fiesta
Imagen: Karina Marcela Avalos Rincón

Cofradía del rosario amanecía perfumada. La lluvia que cayó durante la madrugada dejó las calles húmedas, como si la tierra despertara con sed saciada y corazón agradecido. Este olor a tierra mojada, que evoca recuerdos de infancia y promesas de abundancia, fue el primer anuncio de que algo distinto germinada ese día de domingo.

Entre brazos de sus cerros y el mormullo de sus huertas, la comunidad observaba el amanecer vestido de fiesta. La primera feria de la pitaya blanca, esa joya de piel espinosa que brota de un cactus centenario como un milagro de la tierra.

Este mismo no solo trajo sabor y color: trajo historia, esperanza y un nuevo motivo para sentirse orgullosamente cofradiense.

En el corazón de la plaza, bajo carpas adornadas con papel picado y pitayas colgando en las pequeñas ramas de algunos árboles realizadas artesanamente, las personas que pisaron las tierras de aquella comunidad estaban destinadas a observar cómo esto se transformarían en un antes y un después para la historia de Cofradía del Rosario, actividades realizada aquel día tales como el comelón pitayero, un concurso donde personas externas de esta localidad participarían en un arduo desafío “Quien sería capaz de comer más pitayas” entre risas y gritos, algunos estómagos no podían resistirse al embriagante aroma de algunos platillos típicos, como si eso se tratase de un imán las personas impulsivamente se acercaban a los puestos para deleitar sus pupilas gustativas, sabores tales como: Aguas frescas, tacos torteados de distintos guisos y tostadas hacían babear a más de uno, para endulzar el corazón. La nieve de la pitaya se hacía presente y, si como eso fuera poco, ya es costumbre que en las fiestas las bebidas alcohólicas realizadas con este mismo fruto animaran el calor de mayo.

No era solo una feria: era un renacer. Y así lo expresó con emoción el presidente municipal de Amacueca, Neri Quintero Barragán, quien encabezó la inauguración. Estamos muy contentos y, en especial yo, llenos de alegría de traer la primera feria de la Pitaya aquí en Cofradía —afirmó—. Aunque ya celebramos 29 años de este festival en la cabecera y en Tepec, creí necesario hacer una extensión aquí, porque la pitaya blanca de Cofradía es la mejor de la región. Merece su propia fiesta, su propio reconocimiento.

El líder municipal, con voz firme y mirada orgullosa, compartió que desde siempre había creído que Cofradía merecía algo así. Ahora, con el respaldo del cargo, pudo cristalizar esa convicción.

Cuando no estás en el servicio público, sueñas. Pero ahora, como presidente, decidí que era momento de traer color, alegría y festividad a esta comunidad. Este 2025 es el primer año de mi gestión, y lo quise marcar con algo que perduré.

La jornada avanzaba, y cada rincón del pueblo parecía latir al ritmo de la feria. Los visitantes recorrían los puestos con asombro: mermeladas, dulces, ponche, panes y algunas figuras se hacían presentes, demostrando la creatividad de los locales, impulsada por la economía de este fruto, se exponía como un tesoro compartido.

El presidente detalló los objetivos del evento. —Queremos posicionar esta feria cómo se logró en Amacueca y Tepec. Cada comunidad tiene su sello. Cofradía tiene lo suyo, y aquí buscamos que la feria impulse la economía local, que la gente vea en el turismo una fuente de desarrollo y que el fruto y sus derivados se valoren como se debe.

Y vaya que lo lograron. Según cálculos preliminares, más de mil personas acudieron al evento, una cifra que dejó claro que esta feria nació grande.

Cuando empezamos en otras localidades fue muy local. Hoy Cofradía se lanza con fuerza. Mientras yo esté en este gobierno municipal, tendrán todo mi apoyo. Pero ahora toca a la ciudadanía, adoptarla y hacerla crecer.

Antes de despedirse, el presidente municipal Neri Quintero dejó un mensaje para quienes no pudieron asistir: —Los esperamos el próximo año. En 2026, celebraremos el 30 aniversario de la feria en Amacueca y, por supuesto, la segunda edición aquí en Cofradía. Vengan, prueben la pitaya blanca, conozcan nuestras raíces. Este fruto ya es orgullo no solo municipal, sino regional y estatal.

Así, entre el murmullo de las risas, el tintinear de copas y el dulzor persistente en los labios, Cofradía del Rosario sembró una nueva tradición. La pitaya blanca, fruto de espinas y miel, ya tiene su fiesta. Y como toda buena semilla, esta primera edición promete dar muchos frutos más.

Fotografías: Karina Marcela Avalos Rincón

Karina Marcela Avalos Rincón

Karina.avalos7102@alumnos.udg.mx