Año 18, número 278.

Despierta niña despierta, escucho la voz grave del Capitán, y entonces despierto y
(Navarro, 2025, p. 11).
me envuelve la niebla de los bosques donde me mataron cuando yo tenía doce años
y no tenía nombre porque de niña no tuve nombre porque mi padre, al que
llamábamos Capitán, no nos puso nombre a ninguno.
Con este íncipit arranca Crisálida (2025), la primera novela de Fernando Navarro (1980) publicada por la editorial Impedimenta. Presentada como “mitad folk horror, mitad novela de aprendizaje”, 1 los conflictos que conciernen en la novela son entre tantos la violencia sistémica de la familia, el ser humano contra la naturaleza y la posesión de la lengua, del lenguaje y en sí de una voz.
La protagonista es una joven llamada Nada que yace internada en un sanatorio tras ser encontrada malherida en el bosque. En sus episodios febriles Nada hace su esfuerzo por narrar sus recuerdos y la historia de cómo llegó a la Montaña del Tigre por decisión de su padre.
Mediante su narración eufórica, Nada arroja un texto con ritmos variantes según sea su ánimo: ya sea mediante el discurso atropellado sin comas o con la sintaxis pausada de los recuerdos estructurados, remite a la pérdida de su identidad desde el día en que su padre obligó a toda la familia a aislarse en medio del bosque al pie de la montaña gracias a su locura y su convicción por alejarse de una sociedad hiperconsumista.
Una vez ahí toda la familia fue despojada de sus nombres. Sin embargo Nada conserva la memoria de sus esfuerzos por adaptarse a la naturaleza y resistir a un mundo que sólo ha sido hostil contra ella. A la par, la adolescente procura cuidarse del acecho de algo que podría ser un demonio que han despertado, una mujer fantasmal o incluso del tigre ancestral que da nombre a la montaña.
La novela se inscribe en el tropo de narrador no fiable que sufre de alguna condición mental —como lo hacen El tambor de hojalata de Günter Grass o Mientras agonizo de William Faulkner donde cada personaje narra desde su propio vaivén mental—. Es por ello que Nada relata oscilando entre tiempos: desde su presente en un sanatorio mientras adolece las consecuencias del pasado en el bosque plagado de los horrores que vivió a manos de la hostilidad de su padre egoísta y desencantado del mundo.
Es por esto último que lo aberrante de la novela no consiste en lo sobrenatural que ofrece el entorno sino que se trata de una narración que expone la vulnerabilidad de las infancias atrapadas en una familia ensimismada en su dinámica agresiva.
El ejemplo de resistencia de Nada es el esfuerzo que hace por conservar su voz y no ceder el valor de poseer lengua en medio de un bosque donde el salvajismo de su familia prolifera. Ya sea cantando o encumbrando palabras como “Niña” para devolverse la inocencia arrebatada o un atisbo de identidad, la lengua es primordial en Crisálida como la manera de hacerse presente y resistir en el mundo. O en propias palabras de la protagonista: “canto todo el rato, canto muchas veces, canto para no estar sola, canto para no tener miedo” (Navarro, 2025, p. 120). Es así la voz una evidencia de la existencia y no solamente un rasgo humano: “escucho más bichos, voces voces voces de animales que hablan” (p. 121).
El texto de Navarro permite un amplio abanico de lecturas: ya sea desde la ecocrítica, o una enfocada en las infancias trastocadas y en el ejercicio del poder, o cuyo énfasis sea en la relación personal con el cuerpo, o resaltando el habla como acto de presencia en el mundo, Crisálida remite a la vorágine de violencia en la que incide el ser humano. ¿Acaso el retorno a la naturaleza implica también el regreso al salvajismo y la violencia desmedida?
Fernando Navarro explora la idea de la civilización del ser humano criticando a la sociedad consumista y también arrojando a sus personajes a un entorno sin limitantes. Si bien la idea puede recordar a El señor de las moscas, Crisálida es una novela que busca
inscribirse dentro del horror de lleno a partir de la abyección que presenta.
De esta manera, dentro de un marco social más actual y en medio de una atmósfera lúgubre e indómita que augura una pesadilla, atravesada por una serie de discursos y lecturas, Crisálida se replantea si la moral y ética surgen como lineamientos desde el individuo o son más requisito para formar parte del entorno, así como los alcances de la exposición constante a la violencia.
Ricardo Adrián Gómez Cruz
ricardo.gomez5832@alumnos.udg.mx